La estrategia de perderte (4)

8

A miles de kilómetros de Tokio, en la desolada inmensidad de la Patagonia, la cabaña de Harry se había convertido en el epicentro de un fenómeno inexplicable y aterrador. La vibración, que antes era una sensación distante para Nicolai, ahora lo consumía, una pulsación rítmica que lo conectaba a algo vasto y ajeno. Los sistemas eléctricos de la cabaña parpadeaban, las luces se encendían y apagaban erráticamente, los aparatos electrónicos emitían zumbidos distorsionados. Era como si la energía de la flor negra, amplificada y dirigida, buscara un conducto, y ese conducto fuera Nicolai.

Elena estaba al borde del pánico. Sostenía a Nicolai en sus brazos, intentando calmarlo mientras el joven se arqueaba, no de dolor, sino de una sobrecarga sensorial que lo abrumaba. Su piel estaba febril al tacto, sus ojos azules, dilatados, parecían ver más allá de las paredes de la cabaña.

—¡Mamá! —jadeó Nicolai, aferrándose a ella—. Siento… siento todo. Los árboles, la tierra… ¡y el frío! Hay un frío inmenso… en alguna parte. Como si el mundo se estuviera congelando.

Elena miró por la ventana, pero el paisaje invernal era el mismo. Sin embargo, una sensación gélida se había colado en la cabaña, una que no provenía del exterior. El aire se volvía denso, pesado, cargado de una electricidad extraña.

—Aguanta, mi amor —susurró Elena, acunándolo, su corazón latiendo desbocado.

La llamada de Harry, con su voz tensa, había sido una advertencia. Ahora, la advertencia se había convertido en una cruel realidad.

De repente, una imagen mental vívida golpeó a Elena, tan clara como si estuviera allí. Una vasta extensión nevada, un paisaje siberiano, y en el centro, una estructura brillante y compleja: el laboratorio de Lydia. Podía sentir una concentración masiva de la energía de la flor negra allí, y algo o alguien que la estaba manipulando, extrayéndola, canalizándola. El mensaje de la líder Purificadora sobre la "purificación global" y Nicolai como el "punto de convergencia" cobraba un sentido aterrador. Estaban usando a Nicolai como un faro, un nodo para algo mucho más grande.

Elena, que siempre había sido el ancla emocional de Harry, la que lo mantenía conectado a la tierra, poseía una sensibilidad intuitiva que la había mantenido a salvo en su vida de exilio. Ahora, esa intuición se agudizaba hasta el punto de la premonición. La "purificación global" de los Purificadores no era un virus. Era una manipulación climática, una catástrofe forzada para "resetear" el mundo, usando la energía de la flor negra, amplificada a través de sus catalizadores. Y Siberia, con su frío implacable, era el epicentro.

En el laboratorio de Tokio, el aire estaba cargado de la tensión de la batalla recién terminada y la urgencia de la nueva amenaza. Harry se movía con una determinación implacable. La información sobre la conexión de Nicolai, la confirmación de que estaba siendo activado a distancia, había borrado cualquier duda o resentimiento momentáneo.

—¿Dónde están esos bastardos? ¿Qué están haciendo con Nicolai? —preguntó Harry, su voz era un gruñido bajo mientras se acercaba a los monitores de Lydia, sus ojos buscando respuestas.

Lydia, con el rostro marcado por la ansiedad, tecleaba frenéticamente en el teclado.

—La transmisión indicaba que Nicolai es el "punto de convergencia". Están utilizando su conexión innata para amplificar y canalizar la energía de la flor negra. No para un virus… sino para algo mucho más grande. Mira.

En una de las pantallas, un mapa global mostraba una anomalía climática creciente, centrada en las vastas y heladas extensiones de Siberia. La temperatura caía en picado, las tormentas de nieve se intensificaban de manera antinatural.

—Están usando la energía de la flor negra para manipular el clima —explicó Lydia, su voz tensa—. Para desatar una catástrofe climática global. Una "purificación" a través del frío extremo. Y están usando a Nicolai como el epicentro, el faro que guía esa energía.

Harry sintió que la sangre se le helaba. El terror por Nicolai era abrumador.

—¿Y cómo lo detengo? —preguntó, su mirada clavada en el mapa, en el punto creciente de Siberia.

Mauro se acercó, su expresión impasible, pero con un brillo de fría determinación en sus ojos.

—Nuestros satélites han identificado la fuente de la señal. Está en una antigua base de investigación soviética, abandonada, en lo más profundo de Siberia. Extremadamente inaccesible.

—Necesitamos llegar allí —dijo Harry, sin titubear.

Lydia asintió, su mente ya en modo operativo.

—Es la única forma de detener la activación de Nicolai y el plan de los Purificadores. Pero la líder, la mujer que te atacó, ella tiene el control. Ella es la clave.

—Necesitamos más información sobre ella —continuó Harry, su mente de estratega tomando el control—. Y un plan.

Mauro se dirigió a una de sus pantallas, su mirada distante.

—Nuestros archivos. Quizás haya algo sobre esa mujer. Ella no es un simple peón. Parece tener una conexión más profunda con el antiguo Círculo de Veritas.

Mientras tanto, la pantalla de un monitor parpadeó. Era una videollamada entrante desde la Patagonia. Elena. Su rostro, marcado por la angustia, llenó la pantalla.

—¡Harry! ¡Nicolai está empeorando! La cabaña… está cayendo a pedazos. Y siento… siento una base en Siberia. ¡Es un laboratorio! ¡Una concentración inmensa de la flor! Están usándolo como un faro. ¡Tienes que detenerlo!

La revelación de Elena, su conexión intuitiva con la amenaza, dejó a Lydia y Harry atónitos. La verdad de los "catalizadores" era mucho más profunda de lo que habían imaginado. Nicolai no era solo un conducto; era un faro, y el peligro era inminente y global. Siberia era su destino, y el tiempo se agotaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.