Las lenguas beodas y lisonjeras rezumaron a la mente de Lou como una fuente fiable de información. Sin embargo, el protocolo de las fuerzas de inteligencia se desplegó, ceñido a cada comercial formal, de manera que había que escurrirse subrepticiamente, entrando a los bares menos diáfanos de Terión, e incluso bajando a las costas para la reunión de pistas.
Siendo un puerto exiguo en tránsito y mezquino en sus adornos de oropel, Milén es la única salida marítima de Terión, pues la ensenada se ve vadeada por la desembocadura del río Pigmeo, y políticamente pertenece más a Selfina, a pesar de que la frontera no se guarnece de un distintivo, así los comerciantes que parten hacia Kêsoá o buscan los mercados del sur de Terión en Samad, Almighty o Cabana suelen escurrirse por las rutas de transporte más adosadas a la frontera entre Terión y Selfina. Fue durante aquellos días que las provincias como Samad y Sevek escribieron en sus diarios lo entenebrecida que parecía la capital.
Terión como ciudad se asienta debajo del Desfiladero del Diablo, posición geográfica que confería a la ciudad de un clima naturalmente cálido y soleado, teniendo temporadas de monzón y vientos torrenciales solo un par de veces durante el verano, así que las arremolinadas nubes negras y los tórridos cierzos de invierno desconcertaron a quienes pudieron tomar vigía en las torres de esas provincias; diplomáticamente la capital, Terión, fue demonizada durante los días que fue cubierta por el vaho ominoso que fue imposible de difuminar una vez que los sucesos del caso Lou Bedek terminaron. Desde entonces Terión fue conocida como una ciudad fría.
Mientras Lou tomaba el camino desde el centro de Milén hacia los puertos podía hacerse partícipe de ciertos coloquios, en aquella provincia donde las vicisitudes aciagas del caso Levi Richards no habían hollado la tierra, y menos habían medrado el sentido común de sus habitantes.
—En la capital la vesania ha hecho huir a mi hijo — refería una mujer, sosteniendo a un bebé, y, a su lado, un asustado niño al que Lou reconoció de alguna situación en Serenity, parecía ser familiar de algún estudiante; quizás el mismo que volvió de Terión —. Él estudiaba Medicina, e incluso ha visitado el lugar que precaven los diarios, el anfiteatro abandonado, un lugar que antes perteneció a un aislado social, un granjero de nombre Félix Gardner.
—Sé bien que se han suscitado diferentes muertes y afrentas públicas, pero, ¿qué acució a Billy a volver con tanto apuro? — para Lou el nombre de Billy era aunado a aquel chico que esperaba la diligencia junto a su novia mientras él y Mei hacían lo propio.
—Es ese chico, Lou Bedek, es hijo de Antonio, el jefe del departamento de inteligencia. Billy refiere que lo ha notado extraño, a pesar de no conocerlo, esperaba siempre la diligencia junto a este y su novia, Mei Fennel; un par de chicos muy alborozados por el caso, entiendo que ser hijo de un policía pueda despertar tu curiosidad, pero él teme que haya algo más en Bedek. Y has visto las nuevas del día, Lou desaparece justo el día que Rubí Lacán, otra niña es plagiada. Entiendo a mi Billy por desconfiar.
Las mujeres abandonaron la plazuela y se perdieron en un frío callejón, del que solo Lou adivinó devendría en la zona residencial, y a pesar que él de antemano sabía que su cabeza tenía precio, las palabras de las mujeres azoraron su mente, ¿es que acaso realmente había algo más en él? La calzada tras de él se extendía hasta el puerto, y el Sol de mediodía reflejaba en el infinito océano una pintura caricaturesca, con las quiméricas llamas alargándose oblongas por el espejo de agua hasta fundir lo blancuzco de su sombra con el intempestivo cielo calcáreo del horizonte; era hermosamente abyecto.
Las diligencias partían de aquella plazuela, de manera que Lou esperaba poder regresar a aquel lugar aproximadamente a las veinte horas para abordar la última, junto a un cargo de azúcar para el mercado de Terión. Su empresa era sencilla y sucinta, Lou había hallado referencias hacia un libro en más de los cuentos que guardaban relación con los de la escena del crimen en Serenity. Uno de ellos era el siguiente, mismo que Lou recitaba al descender por la calzada hasta Minea, el puerto de Milén, en la ciudad de Terión.
La mujer de cristal.
Cuando ella inspiró la mirada de simpatía al hacinamiento escatológico de aquel hombre alcanzado por las primas y alevosas manos de los dioses paganos, supe que la liberación providencial a la que se sometió ese cuerpo informe estaba hecha.
Los fénix renacen de las cenizas, y el hombre réprobo, criado en la hiel, renace de la buena voluntad de un alma labrada en las cristalerías del beato.
La mujer de cristal es esa que presta sus ojos a la contemplación de un día entronizado, apenas permitiendo el resquicio para que un ápice de un ser espurio pueda escurrirse hasta ella.
Lyrse, el señor de los perdones y el que adverará su llegada en mayestática procesión ha abierto sus alas para lograr la amnistía en un corazón que se consumió en la envidia, la lascivia y que perjuró derrocar cualquier obstáculo ante su meta. Y ahora, abjurado de sus injurias, ese corazón reclama la puerta que lo conducirá a su perdón, y ello es la llegada de su eterna compañera, la mujer imposible, la mucama que arropó las reminiscencias de los dioses, y ahora junta en las escaramuzas sus esencias para traerlas a este nuevo mundo.