Camine silenciosamente por las calles desiertas de Kinsale hasta llegar a la estacion de autobuses que estaba abierta las 24 horas del día.
El lugar estaba casi vacío, solo estaba la vendedora de boletos detrás de un escritorio.
Me acerque al escritorio decidida y le hable.
–Buenas noches, quiero comprar un boleto a Dublín por favor –dije educadamente.
Ella me dijo el precio del boleto (por suerte me alcanzaba con el dinero que tenía) y lo compre. Me dijo que el bus salía a las ocho de la mañana y recién eran las once de la noche así que tendría que pasar la noche en la calle.
No quería volver a casa por miedo a arrepentirme. No podía, había llegado muy lejos.
Salí a la calle y camine sin rumbo por un largo rato, pensando en todo lo que había pasado en el último tiempo. Ni en mis más locos sueños me hubiera imaginado que me pasaría esto, era una situación muy irreal.
Camine y camine y camine hasta que el frio comenzó a afectarme y comencé a notar fallas en mi grandioso plan. ¿Dónde dormiría? Ni siquiera tenía auto (ni licencia) como para dormir en él, ¿cómo me ganaría la vida? El dinero que tenía no sería eterno, ¿y si más personas mueren alrededor mío? No soportaría perder a más personas.
Tenía que armarme de valor y seguir adelante con mi vida como pudiera, además tenía que descubrir la verdad sobre mi origen. Había muchas cosas por descubrir aun.
Me senté en una banca con los brazos alrededor de mí tratando de ganar algo de calor pero hacia tanto frio que era imposible.
Me quede mirando a la nada por lo que parecieron ser horas hasta que vi una figura acercándose a mí, no pude ver quien era ya que estaba muy oscuro.
La persona me hablo en la oscuridad mientras agudizaba la vista para ver quién era.
–¿Devany? ¿Qué haces aquí? –reconocí la voz de Finn.
–Lo mismo te pregunto –dije evadiendo su pregunta.
–Yo pregunte primero –contraataco al instante.
–Solo salí a caminar, ya sabes... para despejarme –según yo era una mentira bastante buena.
–Ehh seguro –dijo no muy convencido.
Ambos nos sumimos en un incómodo silencio que no duro más de 4 minutos. Luego Finn volvió a hablar.
–Bueno pues yo –se apuntó a el mismo– también salí a caminar –creo que se sentía incómodo al no hablar ya que él es una persona muy parlanchina.
–Creo que es obvio –dije riendo un poco.
Finn no era un gran amigo mío pero era una persona realmente divertida y simpática. El típico payaso de la clase que siempre hacía reír a todos a cada minuto con algún chiste tonto. Su simple presencia te hacía sentir mejor.
Aunque esta vez no estaba funcionando ya que no me sentía mejor, de hecho, me sentía peor.
Físicamente media como 1.70 y tenía el cabello oscuro ligeramente ondulado, era de tez blanca y tenía unas cuantas pecas en la nariz. Realmente tierno.
–¿Te molesta que te acompañe? –dijo sacándome de mis pensamientos.
–No, para nada –le sonreí y se sentó al lado mío.
Más minutos de silencio.
–Así que… –inicio Finn– ¿cómo estás? Digo… después de lo que paso en la obra.
Era de esperarse que sacara ese tema, después de todo, era lo más interesante que había pasado en Kinsale desde hace años.
–Bien… creo –dije inexpresiva.
–Perdón, no debí sacar el tema –bajo su cabeza avergonzado, tratando de ocultar sus mejillas que se tornaron rojas.
–No, no te preocupes –dije para calmarlo–. Cualquiera tendría curiosidad.
–¿Segura que estas bien? –dijo y me miro preocupado.
Tarde un poco en responder y cuando lo hice no pensé en lo que dije.
–No, no estoy bien–solté de repente–. ¿Puedo contarte algo?
–Seguro –dijo poniéndome atención.
–Me voy a Dublín mañana a primera hora –confesé.
No sé por qué se lo conté pero algo me decía que sería bueno que alguien supiera.