"Nota de autor": Este libro es una primera versión. Actualmente he revisado, ampliado y corregido esta historia para autopublicarla en físico y digital en Amazon y Kindle Unlimited como (Oscuros Secretos I. La Familia Dark)".
Desperté tumbada en una butaca del salón junto a la crepitante chimenea, tapada con una manta color calabaza, bajo la mirada de un gato y todos los hermanos y primos Dark. Me encontré la muñeca de Winona bastante cerca de mi cara y casi vuelvo a desvanecerme. Cualquier día de estos me daría un infarto.
─ ¿Sookie? ─ preguntó Jeremy agachándose y cogiéndome de la mano ─. ¿Estás bien?
─ Demasiados Dark para ser su segundo día ─ soltó Logan con una carcajada, de pie con los brazos cruzados junto a su hermana Penélope.
<<Dioses que guapa es esta chica>>, pensé y luego recordé quien me cogía de la mano y me sonrojé por partida doble.
<<Reprime tus pensamientos Sookie White, hay alguien en la sala que puede leerlos a veces>>.
─ Puede que la presentación de mi padre haya sido todo un shock para ti ─ dijo Jeremy. Si había escuchado las voces de mi cabeza, no hubo ninguna reacción en él.
─ ¿He visto lo que creo que he visto? ─ pregunté finalmente, atreviéndome a hablar ante la mirada de tantos ojos.
Michael estaba tumbado en el respaldo del sofá, con los codos recostados y las manos en las mejillas con aspecto aburrido. Quinn, Elliot y Nero me observaban desde mis pies.
─ Nuestro padre es un esqueleto, Sookie ─ dijo Quinn ─. Era dueño del cementerio, murió y luego resucitó, suponemos que debido a su don. Ocurrió en Halloween, cuando llevaba meses muerto, así que su cuerpo estaba así, tal y como lo has visto. Desde entonces sale una vez al mes, normalmente para coincidir con estas cenas.
─ Entiendo ─ dije sintiéndome agotada.
<<Creo que me he dado un golpe al caer. Me duele la cabeza>>.
─ ¿Quieres volver a intentarlo? ─ preguntó Elliot ─. Aquí en casa, quizá no te resulta tan chocante.
─ Sí, de acuerdo ─ dije ─. Mantendré la mente abierta.
Me levanté con cuidado, con la ayuda de Jeremy y todo el extraño grupo nos dirigimos hacia la entrada de la casa, después giramos a la derecha, para dirigirnos a la puerta que quedaba debajo de las escaleras, aquella que conducía al comedor que todavía no había visto.
La puerta quedaba justo en medio de uno de los laterales del comedor, y lo primero que llamó mi intención al entrar fue una única y larga mesa de caoba que se alargaba a izquierda y derecha, con dos docenas de sillas negras con respaldo alto, bajo la luz de un candelabro acristalado. A cada lado, tras los extremos de las mesas, había una chimenea encendida, bajo grandes cuadros que decoraban toda la habitación. El más grande de ellos era de un hombre vestido de rojo, con pelo y barba negros y aspecto de hombre importante. Ocupaba un lugar sobre una de las chimeneas. En la otra había una anciana de cabello gris rizado, siendo este el segundo cuadro más grande del comedor.
La mesa estaba repleta de velas negras y rojas decorando, junto a centros de mesa con flores moradas. Todos los platos que había pasado el día cocinando con Gile estaban repartidos por la mesa. Encontré enseguida la sopa de calabaza, servida en unos tazones oscuros con un elegante remolino de crema en la parte superior y decorada con pequeñas ramitas de romero. En cuatro puntos de la gran mesa encontrábamos grandes bandejas con una ensalada de otoño, hecha de hojas de espinaca, rodajas de manzana roja, nueces caramelizadas y queso azul desmenuzado, con un aderezo de vinagreta de frambuesa que le daba un curioso tono rojo. Entre las ensaladas encontrábamos tres pollos asados, enteros, dorados y crujientes, cubiertos con una mezcla de hierbas frescas como tomillo y salvia, con patatas al horno y zanahorias glaseadas. Acompañando los principales platos, Gile había colocado cestitas de pan de ajo con tinta de calamar que le daba un color negro. En una mesita aparte bajo los ventanales del fondo de la estancia se encontraban un par de bandejas de tarta de manzana con azúcar moreno y canela. Esta la había hecho yo sola. También había una colección de tarros de galletas diversas esperando un té negro que se prepararía durante el postre.
Se me hizo la boca agua al ver todo el conjunto, más incluso que durante la tarde, mientras estuve cocinando y oliendo cada uno de estos platos continuamente. Por fin podía comérmelos.
La madre de los Dark, Madame Angelina Dark, según me dijo Quinn al entrar, se sentaba en un extremo de la mesa, cerca del abuelo Abraham, mientras que al lado opuesto se sentaron Brigitte Dark y su marido Paul con sus hijos Logan y Penélope. Los pequeños de la casa, Michael y Winona se sentaron junto a su madre y al abuelo. Jeremy a continuación, Nero en su propia silla, y en el centro quedamos Quinn, Elliot, papá esqueleto y yo.
─ Papá ─ dijo Quinn, esta es Sookie White, la nueva ayudante de Gile.
─ Siento mi indisposición, señor ─ le dije haciendo una reverencia ─. No estoy acostumbrada a ver esqueletos hablar.
─ Y menos mal, si lo estuvieras te encerrarían en el asilo con Jeremy ─ contestó él con una carcajada.
Me senté justo delante de él, con Jeremy a mi izquierda y Quinn a mi derecha. Gile aprovechaba el momento para llenar la mesa de botellas de vino tinto, ponches rojizos y, por suerte, agua normal.
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Editado: 15.09.2024