III
Veladas
- Pensé que no vendría…
No pude reprimir una sonrisa tonta, se veía guapísimo. Vestía unos jeans y un suéter, pedí a Dios no tener cara de idiota ante él.
- Le dije que estaría aquí. – dije recobrando la compostura.
- Por favor, nada de formalidades, - extendió su mano como si se estuviese presentando – dígame Alex.
- Elena – dije tomando su mano
– Bueno Alex, creo que este es un mejor comienzo.
- Yo también lo pienso – dijo riendo divertido – Gracias por venir.
Me invitó a tomar asiento y acomodó mi silla. Tomó asiento frente a mí y comenzó a mirarme fijamente con aquellos ojos penetrantes. Me sentí un poco avergonzada, desvié su mirada y comencé a hablar.
- Por cierto, quería agradecerle – puso cara de no saber de qué estaba hablando, pero no me interrumpió – por no haber presentado cargos por lo ocurrido – soltó una abierta carcajada.
- Mis compañeros ya se habían reído mucho de mí. Usted no se iba a dejar formalizar, así como así ¿o no? Y yo no quería que el resto de la estación se riera también.
- O sea que no lo hizo solo para ahorrarse la vergüenza y salvaguardar su frágil ego herido… y yo que pensé que existía algo de caballerosidad entre tanta petulancia.
- ¿Petulante? Así que esa es su primera impresión de mí… ¿Y qué más? ¿Engreído tal vez?
- Y prepotente… y arrogante… y…
- Ya basta, dejará mi autoestima por el suelo – me sonrió – Admito que la vergüenza fue una de las razones.
- ¿A sí? ¿Y cuál sería la otra? – pregunté escéptica.
- No podía permitir que una dama tan linda pasara una noche en un calabozo.
Conversamos y reímos hasta que oscureció. Después de todo este nuevo sujeto no era tan insoportable.
A las pocas semanas comenzamos a salir. Contra la voluntad de Martín nos hicimos novios, lo que produjo un gran quiebre en nuestra relación.
Lo cierto es que Alex hizo que todas mis confusiones, con respecto a Martín, desaparecieran.
Sin darme cuenta, de repente estaba involucrada con policías y detectives, un mundo al que jamás pensé acceder. Es interesante como esta nueva información me permitió trabajar más en la novela que aceptó la editorial.
Y no solo tuve acceso a ideas policiales, mi mundo social se abrió generosamente. Mi primer encuentro con sus compañeros fue en la boda del mejor amigo de Alex, aquel policía que no pudo contener la risa en nuestro encuentro en la calle del pub y que la disimuló muy mal con una tos falsa. Su nombre, Roberto.
Creo que jamás conocí a alguien tan entregado al amor. La verdad, admiro su devoción, y no porque desee a alguien que cumpla a cabalidad todos mis caprichos sin protestar (okay, es algo que me encantaría, hay que admitirlo), sino porque jamás dudaría en recibir una bala en el pecho por alguien que ama. Igual Anya, no parece existir el mundo cuando está con él. Son perfectos, y me encantaría tener una relación así con Alex.
Nuestras citas dobles o incluso triples eran de lo más divertidas, una pena que Martín y sus novias modelos no encajaran en el grupo. Eran mundos demasiado diferentes.
Recuerdo una de las últimas citas dobles antes de que las cosas se complicaran.
Fuimos a un bar, nada que ver con los que visitábamos con Martín, donde reinaba la música electrónica y estaba lleno de estereotipos superficiales. Este bar era completamente diferente, un estilo mucho más acogedor, con más mesas para poder compartir y una música menos retumbante, que nos permitía conversar y reírnos.
- Cariño, ¿me puedes traer un Ramazzotti con varias rebanadas de naranja, por favor? – le pidió amablemente Anya a Roberto.
- Claro Amor, tus deseos no órdenes para mí – dijo dándole un beso en la frente.
- ¡¿Riquelme, amor, me tares otra cerveza?! – tonteó Alex.
Roberto le hizo un gesto obsceno y todos reímos.
- Yo voy, no te preocupes – dije, queriendo ser amable, a lo que respondió con un seco “gracias”.
- No debería ser tan desconsiderado – dijo Roberto cuando estuvimos en la barra lo suficientemente alejados.
- No te preocupes, solo está cansado y un tanto abrumado por el trabajo, no suele comportarse así – dije en un intento de disculparlo.
Él me miro de una forma extraña, en total desacuerdo con la situación, pero no insistió con el tema, lo que agradecí.
- ¿Cómo vas con tu novela? Alex me comentó que casi se cumple el plazo de entrega.
-Oh, muy bien, está casi lista. Relacionarme con policías me ha dado mucho material.
- Me alegra que como policías podamos darte algo más que malos ratos – dijo riéndose.
- ¿Es que jamás vas a olvidar lo que ocurrió en el bar?
- Jamás podría, no había disfrutado tanto una escena así en la vida. Pusiste a Martínez en su lugar delante de muchísima gente, en la brigada no se habló de otra cosa por semanas, fuiste nuestra heroína. – me regalo una exuberante sonrisa que me reconfortó bastante. Fue una gran noche, a pesar lo ocurrido.