VI
Tiempo
-Alex, por favor mírame, no quise causar problemas entre ustedes…
- ¡No Roberto! No. Tú no causaste problemas. ¡Es ella!… ¡Soy yo! Estoy comportándome como un imbécil. La voy a perder y no puedo hacer nada.
Estaba muy extraño, no lo veía así desde que era un crío, desde que me hablaba de los problemas que vivía en casa con su padre. Lo conozco, le teme a algo, pero ¿a qué?
- Vamos amigo, Elena tiene su carácter, está enojada, pero si tú dejas de comportarte como un maldito cabrón estúpido pueden arreglar las cosas, solo dale su espacio.
- ¿No lo entiendes vedad? Esto se fue a la mierda. Ella está con ese bastardo, se la va a llevar. Tarde o temprano la voy a perder – estaba realmente acongojado.
-Ella no está con Martín… Está conmigo – dije esperando el huracán Martínez.
- ¿Qué? ¿Cómo que está contigo? ¡Maldita sea!
- Anoche estaba muy mal y no sabía que más hacer, fuiste un verdadero hijo de puta con ella, ¡¡maldición!! ¿Qué querías que hiciera, que la dejara con él? Tengo un cuarto desocupado. La invité a quedarse y fuimos a buscar sus cosas… - Su rostro se crispó – Se quedará conmigo un tiempo, hasta que encuentre un lugar.
- Mírame, maldito carbón – me tomó del suéter y me acercó a sus ojos iracundos apuntándome con uno de sus dedos. – Esto no tenía que resultar así. La vas a cuidar. La vas a cuidar con tu vida porque ambos sabemos que entre tú y yo el único que tiene las pelotas para hacerlo eres tú, ¿me entiendes?
- ¿Alex, qué mierda te está pasando?
- Eres un buen detective amigo, averígualo. Y ni una sola palabra de esto a Elena. Júramelo Roberto, júramelo por todos estos años de hermandad…
Guardé silencio por unos segundos. Suspiré. – Te lo juro – entonces me soltó y me dio una palmada en el hombro.
- Ahora vamos a trabajar, tenemos mucho que hacer… - dijo recobrando por completo la compostura.
- Alex, ¿qué va a pasar con Elena? – Necesitaba hablar con mi amigo.
- Ella está viviendo contigo ahora, es tu asunto… Yo, ya la perdí. – dio por terminada la conversación con una sonrisa cargada de tristeza.
***
Me cuesta trabajo decantar mi nueva posición, en un par de horas todo cambió. Ahora estoy soltera, sin casa, sin trabajo, sin mejor amigo. Sé que mi vida no era perfecta, pero era relativamente feliz o pensé que lo era, pero me ahora me doy cuenta de que no es así.
Todo se fue al carajo, supuse que mi vida era algo estable, asentada. Mi castillo de cartas se derrumbó. Ya nada volvería a ser lo mismo.
Es increíble lo acostumbrada que estaba a Alex y Martín y como, sin darme cuenta, mi vida giraba en torno a ellos. También es increíble como el hombre que amaba pasó de ser el príncipe de mis sueños a ser el tirano de mis pesadillas.
Aunque las cosas podrían ser mucho peores, tengo las regalías de mi libro, por lo que tengo cierta independencia económica, Roberto me está ayudando, tengo un lugar cómodo y seguro donde vivir y una excelente compañía.
Hablando de la compañía, llegaría al departamento en cosa de una hora, por lo que le preparé un almuerzo rápido.
Cuando Roberto llegó, estaba preparando la mesa, había ordenado un poco – ¡¡¡por qué los hombres son tan desordenados!!! – pero no le comenté, no quería hacerlo sentir incómodo en su propia casa. Estaba vuelta hacia la cocina cuando llegó.
- Buenas tardes, Señorita, ¿qué tal su primer día? – pregunto a mis espaldas.
- Ha sido una mañana muy movida – contesté con una risita, pero no me volví mirarlo, estaba concentrada en no cortarme con el cuchillo, que más que cuchillo, parecía un machete.
- ¿Sabes?, esto se ve más ordenado de costumbre… – dijo, pude sentir una amplia sonrisa en sus labios – incluso el aroma que viene de la cocina es mejor…
Me di vuelta para mirarlo y devolverle la sonrisa, pero me quedé pasmada con media sonrisa en la cara.
Nunca me había fijado más detenidamente en él, siempre lo había visto con uniforme, o cuando vestía de civil, simplemente no le prestaba atención. Mi relación con Alex me había vuelto ciega para mirar a cualquier hombre que no fuera él. Pero Roberto estaba distinto a mis ojos ahora que Alex ya no estaba, no me había fijado en lo alto que era.
No iba de uniforme. Llevaba un par jeans azul oscuro, y una camisa blanca ajustada, con las mangas dobladas casi hasta los codos. Sobre sus hombros llevaba un suéter gris, las mangas de este, amarradas a la altura de su pecho, no disimulaban para nada lo ancho de su torso. Y estaba despeinado, como si se hubiese estado tomando la cabeza a dos manos durante un largo periodo, pero se veía sumamente guapo… ¿Se veía guapo? Qué me pasa… es Roberto… ¡En qué estoy pensando!
Obviamente, disimulé ante él, mi reacción fue común, como quien ve a un amigo de años.
- ¿Qué tal te fue hoy? – pregunté de manera indiferente.
- Bastante bien, podría haber sido peor… - contestó con un dejo de peso en la voz, se sentó en un banco junto a la barra de la cocina - Creí que iba a golpearme… vi la descarga de ira en su rostro… pero se limitó a asentir con la cabeza, se dio vuelta y volvimos al trabajo.