La Fantasía de Elena

Capítulo XIII

XII

Reencuentro

Un cuerpo conocido me envuelve en sus brazos. Su perfume me embriaga como antes lo hacía.

- ¿Por qué estás llorando?

- Ta has ido de mi lado, ahora estoy sola…

- No deberías llorar… no aún… yo seguiré contigo siempre…

Abro los ojos de golpe. Estoy acostada en una camilla del hospital. Un sueño… solo fue un maravilloso sueño. Recuerdo de pronto porque me encuentro en el hospital y de un salto me siento en la camilla dispuesta a bajar y correr. Siento un ligero mareo. La habitación está vacía, debí de desmayarme, pero no lo recuerdo. Salgo disparada al cuarto de Roberto. Al llegar Gloria y Manuel están abrazados a un lado de la puerta, las persianas de la ventana de cuarto están cerradas.

-Elena, él… - comenzó a decir Gloria, pero se calla al ver que no la escucho.

Me acerco a la puerta, respiro profundo en un intento de calmar mi angustia. Abro y entro.

El cuarto está en completo silencio. Y solo una tenue luz de la lámpara de cabecera de la camilla ilumina la estancia. Él se encuentra acostado, ya no tiene el tubo en su garganta. Parecía dormir, su rostro está relajado y su boca parece casi sonreír.

Me siento en el banquito a su lado. Tomo su mano aún tibia. Ya no me siento ahogada, pero las lágrimas se deslizan por mi rostro sin que pueda controlarlas. Apoyo mi frente en su mano y cierro los ojos.

- ¿Por qué estás llorando? -  la voz de Roberto ronca sonaba tan cercana… ¿me he vuelto a desmayar?

- Ya me hiciste esa pregunta… la primera vez que me desmayé…

- ¿En serio? No lo recuerdo… Pero no llores, me gusta más cuando ríes.

Una carcajada se escapó de mis labios. Era extraño escucharme reír después de meses de tristeza permanente.

- ¿Tendré que desmayarme siempre que quiera escucharte o verte?, si me desmayo, ¿estarás ahí?...

- No veo por qué estarlo... – su voz es tranquila, pero me da la impresión de que en cualquier momento romperá a reír.

- Porque le darías tranquilidad a mi corazón y así podría estar contigo… - rompió a reír… su risa era tan cálida…

- Tonta Elena…. No creo que lo pasemos muy bien si tú estás desmayada todo el tiempo.

- Pero podré verte… y hablarte… y decirte cuanto te extraño.

- Pero no podremos hacer el amor… - dice con una voz pícara.

- Y qué… si estás muerto no importa.

- Y quien dijo que estoy muerto…

- Esa maldita máquina que ya no suena…

- Es porque está desconectada, ya no la necesito.

No respondo, claro que ya no la necesita… está muerto, qué más da si tiene o no oxígeno en sus pulmones o si miden la frecuencia cardíaca de un corazón que no late.

- Elena, abre los ojos… - dice con su voz encantadora.

- No. Si los abro dejaré de sentirte…

- Elena no seas ridícula… - levanta su mano con mi cabeza apoyada en ella. Abro los ojos y me encuentro con aquellos hermosos ojos envolventes.

- Estás un poco ojeroso… ¿En el más allá no los dejan dormir mucho? – vuelvo a baja la cabeza.

- ¿Más allá? ¡Oh! Vamos Elena, ¿te volviste loca? Me estás asustando… - me da un suave coscorrón en la cabeza, no respondo – ok, como quieras, cuando te decidas me hablas…

Siento el bulto de la camilla moverse. Me enderezo y abro los ojos. Y ahí estaba, acurrucado a mi lado, con sus ojos cerrados y su respiración acompasada. ¡QUÉ DIABLOS!! Los muertos no respiran…

- ¡Roberto!

- ¿Qué?

- ¡Estás vivo! – me pongo de pie de un salto.

- Claro que estoy vivo, creías que iba a dejar que ese médico me matara así como así… - dice con una risa divertida – y qué… te vas a quedar ahí parada… ven acá – extiende sus brazos hacia mí, pero yo sigo sin creer lo que veo – ¿quieres que te demuestre lo vivito que estoy?

Me toma con una mano del brazo y me atrae hacia él. Con el brazo libre me toma por la cintura, pierdo el equilibrio y caigo a su lado.

-De verdad no eres un fantasma…

- Mmmm… a ver… ¿¿un fantasma haría esto??

De alguna forma se las arregla para, con una mano atraer mi cabeza hacia la suya para besarme… ¡Oh Dios, qué besos! Y la traviesa mano libre la introduce en mi blusa para apretar con suavidad uno de mis senos. La excitación reprimida durante meses de ausencia se dispara…

- Juro que, si no fuese que un maldito médico va a entrar en cualquier momento, te haría mía aquí y ahora…

- Roberto, calma… estás… convaleciente… no debes esforzarte – pero estoy enredada entre sus besos y caricias, no hago más de atraerlo hacia mí con todas mis fuerzas.

- Sólo estoy despertando de un coma de dos meses… nada que no pueda soportar… - sus manos ya se han deslizado por mi espalda, y pasado la barrera de la pretina de mi pantalón…




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