La fiebre rosa

DEFINITIVAMENTE... TAL VEZ

—Como lo prometí, has llegado a casa.
Un par de horas más tarde, Armin se estacionaba frente a los edificios donde Yez vivía. En cuanto el motor se detuvo, salió a toda velocidad sin darle tiempo de que fuera un caballero y le abriera la puerta; sin embargo se acerco —manteniendo una distancia prudente— a la ventanilla del conductor.
—Muchas gracias… —sonrió nerviosa— por todo. Devolveré tu ropa en cuanto pueda.
—No hay prisa.
—Gracias… otra vez. 
Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la entrada principal. Había disfrutado la noche a pesar de los acontecimientos. Por un lado, sentía una burbuja de inmensa felicidad al recordar como Armin la había llamado bonita, ¡la consideraba bonita! Pero eso también la ponía más nerviosa, mejor alejarse antes terminar haciendo el ridículo frente a él. Atesoraría en su memoria los recuerdos de ese día, donde la fiebre rosa la había llevado a compartir íntimo momento con el chico de quien estaba enamorada.
—Yez… —Armin la llamó de nuevo y en un movimiento automático ella se giró— en serio pienso que eres una chica genial.
Por enésima vez en el día Yez no supo cómo reaccionar, se quedó observando la lenta marcha del auto hasta que éste se perdió de vista al dar vuelta en la esquina. Definitivamente la había pasado genial.

 

FIN



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En el texto hay: amor, amistad, sopresas

Editado: 15.07.2020

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