¿Es posible conocer al amor de tu vida con tan solo 9 años? Porque Jesús, si lo que veo ahora mismo no lo es, entonces tengo miedo de algún día experimentar algo mucho más grande que este sentimiento que tiene loco a mi corazón.
Ni yo lo entiendo, pero estoy aguantando la respiración mientras siento como mi corazón late tan rápido que estoy asustado de que haga un agujero en mi pecho al explotar, y aun así me niego a apartar la mirada de la ventana.
Fue hace menos de 10 minutos cuando escuche mucho ruido viniendo de la casa de enfrente, los anteriores dueños se mudaron hace casi un año, así que mi curiosidad por saber lo que hace tanto alboroto fue la que me impulso a asomarme por la gran ventana de la sala.
Hay dos grandes camiones y hombres bajando cosas para meterlos dentro de la casa, así que lo entendí de inmediato, tenemos nuevos vecinos. Los anteriores eran muy amigables, así que espero también lo sean.
Seguí mirando sigilosamente, poco después un auto gris se estaciono y primero bajaron dos adultos. Cada uno abrió una puerta trasera y primero mire a un niño. Mis ojos se iluminaron y di un brinco, emocionado.
Parece de mi edad, todos los niños del vecindario son mayores que yo, y que haya alguien de mi edad me emociona mucho. La mujer tomo la mano de mi próximo amigo y entonces moví mis ojos hacia el hombre que por la manera en que tenía extendida uno de sus brazos, sé que está tomando la mano de alguien pequeño.
¿Otro amigo?
Quien sería mi otro nuevo amigo se mostró y entonces mi respiración se detuvo. No es un niño, es una niña. Una preciosa niña.
Pase saliva y me agache, no podía creer lo que veía, ¿un ángel? Es preciosa, la niña más bonita. Solo la mire unos segundos, pero ya quiero volver a verla ente el temor de olvidar su rostro.
Mire a la niña quien sonríe, sus padres están hablando con otro hombre y ambos niños están sostenidos de la mano, mirando alrededor, mirando su nuevo hogar.
No podría apartar la mirada de ella, es tan bonita, la flor más bonita que he visto. Mi corazón late rápido, y mis piernas están inquietas. Cuando sus padres los llamaron, ambos los siguieron adentrándose a la casa y alejándose de mi campo de visión, me sentí horrible.
Un sentimiento de vacío.
—¿Nuevos vecinos? — gire mi cabeza a un lado, encontrando a mi madre viendo lo mismo que yo. —Perfecto, he orneado galletas. — me miro con su dulce sonrisa de siempre. —¿Vamos a saludar?
Me quedé unos segundos viéndola sin reaccionar, el sentimiento desagradable fue remplazado por emoción y asentí entusiasmado. Mi madre coloco su mano en mi cabeza y la acaricio suavemente.
—Vamos a prepararlas.
Tome su mano y me llevo a la cocina la cual tiene ese habitual aroma a algún postre recién horneado. A mi madre le encanta preparar postres, me conto que estudio arduamente para dedicarse a eso, aunque no entiendo porque solo los prepara en la cocina de nuestra casa.
Son deliciosos, los mejores del mundo, si ella los vendiera se haría muy rica; porque una vez los pruebas, son adictivos. Una vez le di a un amigo de la escuela y desde entonces me pregunta si llevo galletas u otro dulce.
Ayude a mi madre a colocar galletas con chispas de chocolate en una canasta, cuando note que dejo de mover sus manos, levante mi mirada. Ella está viendo el reloj que está pegado a la pared, siempre lo hace ya que tiene un horario para hacer sus postres. La cocina huele rico desde la mañana, pero para las 6 de la tarde pareciera que nadie la uso y solo los domingos es cuando no hace postres.
Una vez le pregunte y con una sonrisa triste me dijo que es solo porque ya es tarde y quiere descansar antes de que papá llegue y tenga que atenderlo. Siempre que llega a casa, mi mamá deja de sonreír y me dice que me quede detrás de ella en silencio.
Algunas veces no me gusta cuando papá está en casa, todo es silencioso y debemos tener cuidado de hacer algo que no le guste. Suelo olvidar lo que pasa cuando algo así ocurre, pero sé que no es nada bueno porque algunas veces mamá no entra a la cocina o se levanta muy tarde.
—Bien, ahora vamos a saludar. — tome la mano de mi madre y salimos de casa.
Mi corazón volvió a acelerar el ritmo y mis manos comenzaron a sudar conforme nos acercábamos a la casa de enfrente. Cuando llegamos, tocamos la puerta y pocos segundos después, una mujer apareció.
—Hola. — saludo mamá. —Somos la familia Allen de la casa de enfrente, hemos venido a saludar. — levanto la canasta donde están las galletas las cuales son cubiertas por un mantel blanco.
—Hola. — nos sonrió. —Muchas gracias, nosotros también nos estábamos preparando para presentarnos. — abrió un poco más la puerta y un rostro extra apareció. —Somo la familia Halls. Yo soy Angie y él es mi hijo mayor, Theo.
El niño castaño nos miró alternativamente con curiosidad, pero al final fue a mí a quien miro fijamente. Yo le sonreí, si mi objetivo es que sea mi nuevo amigo, tengo ser amigable desde el primer momento.
—Mucho gusto. Yo soy Sophie y él es mi hijo Jayden. — sacudí mi mano hacia Theo.
—Hola, Soy Jayden y tengo 9 años. — sus cejas se levantaron ligeramente y se acercó.
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Editado: 21.04.2024