—Soy ciega, Jay.
Esas dos palabras me hicieron sentir como si mi mundo se cayera. No podía respirar y mi pecho dolía.
—No… — mi garganta pica y los ojos me arden, acorte de nuevo la distancia y acune su rostro en mis manos. —No.
Elena apretó los labios, sus ojos se cristalizaron, pero su mirada ya no me encontraba y fue el dolor más fuerte que mi corazón podría haber sentido.
—¿Cómo paso? — Elena llevo sus manos a mi rostro, tocando cada parte.
—No puedo verte, pero puedo imaginarte. — sonrió y una lagrima resbalo por su mejilla. —Si. Eres un chico muy apuesto. — sonreí.
—Y yo que pensé que te parecía feo y por eso no me mirabas. — ríe.
—Lo siento, quería decírtelo desde que escuche la puerta deslizarse, pero las palabras no salían. — bese el lugar donde bajaba su lagrima, limpiándola. —Pero eso nunca podría suceder, Jay. Desde pequeño eras lindo, claro que tendrías que crecer como todo un galán.
Me deje llevar y enrolle mis brazos en su cintura, borrando cualquier espacio entre ambos, la apreté contra mi cuerpo y acaricie su melena. Elena inhalo mi aroma y podía sentir lo cómoda que está, al igual que yo.
—¿Cómo sucedió? — me atreví a preguntar un par de segundos después.
Su silencio me alerto y cuando volvió a poner distancia, mi pecho se apretó, pero todo el miedo se quedó atrás cuando deslizo su mano por mi brazo hasta llegar a mis dedos y entrelazarlos con los suyos.
—¿Me ayudas a sentarme en el columpio? — pidió con una sonrisa.
—Si.
La guie, sostuve las cadenas para que no se movieran y hubiera peligro de que cayera. Me senté en el columpio que está a un lado, siendo ahora yo quien entrelazo nuestros dedos a lo que ella dibujo una sonrisa como respuesta.
—¿Recuerdas a Lissa?
Intente recordar, pero no me vino nada a la cabeza.
—Sinceramente, no.
—Bueno, ella era una amiga de la escuela. Mi mejor amiga. — aprete su mano ante su tono entrecortado. —En vacaciones solía viajar con su familia a una cabaña que tienen en un bosque y ese año me invito junto con otras niñas. En verdad quería ir, pero mis padres estaban dudosos, así que les rogué hasta que aceptaron. — tragó saliva. —Era un viaje de solo una semana y me divertí mucho, incluso Lissa me dijo que no me había visto sonreír tanto después de que te fuiste.
Se detuvo, y me preocupe cuando las lágrimas se derramaron.
—Si no quieres…
—No, está bien. — me detuvo, y apretó mi mano. —En el regreso a casa, tuvimos un accidente. El ultimo recuerdo que tengo, es el del auto moviéndose bruscamente y después todo se volvió negro, incluso después de que desperté.
Me levanté y me puse de rodillas, limpiando sus lágrimas al mismo tiempo que de mis ojos resbalan las mías. Me dolía, no estuve con ella, no puede sostener su mano cuando despertó y vio que su mundo se apagó.
Me sentía realmente mal.
—No llores. — el tacto de la yema de sus labios, fue como un salvavidas ante la culpa que me estaba consumiendo.
—No estuve contigo.
—Me hubiera gustado, pero ya no estabas Jay.
—Lo siento. — negó.
—No es tu culpa.
—Lo siento. — bese la palma de su mano.
—Lissa, ella fue la única víctima. — un escalofrió me erizo los bellos de los brazos. —Yo sufrí un grave traumatismo que me dejo con una ceguera total y unos cuantos huesos rotos. Los demás lograron recuperarse rápidamente, pero Lissa ya no está…
La abrace ante sus sollozos, no puedo imaginar lo difícil que fue para ella enterarse que su mejor amiga murió. Elena lloro en mi pecho por algunos minutos y cuando se calmó, regrese al columpio de un lado, entrelazando nuestros dedos.
—Mamá me dijo que cuando salió de la cárcel vino a buscarlos y encontraron la casa vacía. — asintió.
—Mis padres intentaron por todos los medios encontrar a alguien que me pudiera ayudar, a pesar de que el doctor dijo que no había manera, ellos viajaron en busca de otra opinión. — negó. —Pero siempre fue la misma respuesta.
Mi celular vibro en mi bolsillo, lo saque y la pantalla me mostraba el nombre de Darla. Aprete la mano de Elena e ignore la llamada, volviendo a guardar mi celular en el bolso.
—¿Quieres saber más?
—Todo. — sonrió.
—Fue el año más doloroso y en el que más lagrimas derrame, mi mejor amiga murió, me quedé ciega, mi brazo derecho estuvo enyesado casi 4 meses y sentía que mis sueños con la música habían terminado antes de empezar. — suspira. —Tenía miedo de sostener el violín y descubrir que no volveré a tocar, pero también quería cumplir mi promesa. — apretó mi mano. —La promesa que te hice.
“Te prometo que la próxima vez que nos veamos, te enseñare todos mis trofeos”
Las palabras aparecieron de inmediato en mi mente y una sonrisa se dibujó en mis labios.
#3420 en Novela romántica
#1262 en Otros
amor juvenil celos universitarios, problemas secretos dolor despedida, amistad amor de infancia juvenil
Editado: 21.04.2024