No podía dormir.
Mi plan era escabullirme en la habitación de Elena por la madrugada cuando ya todo estuvieran durmiendo, pero no hay forma que de que pueda hacerlo al menos de que quiera morir.
Elena oficialmente es mi novia, y después de la escena que montamos en su universidad donde Theo termino con nuestro momento y nos obligó a caminar para volver a su casa, toda calma desapareció al encontrar a sus padres esperándonos.
La señora Angie sonreía radiante, feliz por la noticia, pero el señor Gabriel… bueno, al menos me dejo dormir en su casa y fue mucho más considerado al dejarme la habitación de Theo, quien encantado acepto dormir en la habitación de su hermana y según él, recordar viejos tiempos.
Cabron.
Por supuesto que se está burlando, pero no le diré ni hare nada, llegará el momento en que el karma hará solito su trabajo. Por ahora, solo me queda seguir intentando dormir para que la noche pase rápido y pueda volver a ver a mi preciosa Elena por la mañana.
Así que me removí hasta que mi cuerpo se recostó de lado y cerrando los ojos, realicé respiraciones leves. Pasaron los minutos, creí que lo estaba consiguiendo cuando un pequeño ruido apenas audible me desconcentro de mi trabajo y girando mire la puerta. Mis ojos se centraron en el pomo y cuando lentamente giro, mi sangre se helo y el bello de mis brazos se erizo.
¿Un fantasma? Elena y Theo no mencionaron a ningún fantasma que este rondando por el primer piso de la casa.
Estire la cobija para cubrirme por completo y cerré los ojos forzándome a dormir para que terminara rápido. El corazón me latía con pánico al escuchar la puerta abrirse y me mordí el interior del labio para no gritar. ¿Qué pensaría de mi Elena si escucha que me asusta un fantasma?
—Jay… Jay…
Tarde en procesar unos segundos que el ligero y cuidadoso susurro proviene de la dulce voz de Elena. Rápidamente salte de la cama y me acerque a la puerta, ella tiene una mano apoyada en la pared y la otra aun sostiene el pomo, pero note como su cuerpo se relajó al escucharme llegar a su lado.
—Elena. — susurre su nombre al mismo tiempo que uno de mis brazos abrazo su cintura y la ayude a entrar para poder cerrar la puerta. —Mi flor, ¿Qué haces aquí? — pregunte, colocando mis manos en sus mejillas y acariciándolas.
—No podía dormir. — sonreí. —Y te extrañaba. — la abracé con fuerza y enterré mi nariz en su cuello.
—Yo igual. — exprese. —Pensaba escabullirme a tu habitación, pero algo me dice que tu padre envió a Theo para que eso no pasara. — ella bufo y yo retuve una risita. —Entiendo un poco a mi padre, pero Theo solo le siguió el juego para molestarnos.
—Él lo disfruta. — me burle.
—¿Podemos dormir juntos?
—Por supuesto. — deje un beso en su cuello antes de alejarme para guiarla a la cama.
No me importa que corra el riesgo de que el señor Gabriel quiera asesinarme, si Elena quiere dormir conmigo, entonces así será. Además, ese era el plan desde el principio, cuando sea la hora de despertar nos preocuparemos por las consecuencias, por el momento disfrutaremos del momento.
Ambos entramos a la cama, cubrí nuestros cuerpos con la cobija y mientras yo la abrazaba manteniéndola pegada a mi cuerpo, ella enterró su rostro en mi cuello y respiro mi aroma dejando un cosquilleo en mi piel. Ahora que la tengo conmigo, he bajado por completo la guardia y comencé a sentir pesado el cuerpo ante el agotamiento de lo vivido en un solo día.
—¿A qué hora sale tu vuelo mañana?
—A las 2.
—Bien.
—No quiero que faltes a clases, tu padre tendrá motivos para catalogarme como una mala influencia. — se río bajito.
—Te conoce Jay, sabe que no lo eres.
—Bueno, ahora soy tu novio. Razón suficiente para que cambie lo que piensa de mí. — negó, siendo ahora su cabello lo que dejo un cosquilleo en mis mejillas.
—No lo hará. Es verdad que estará más atento de ti. De nosotros. Pero no cambiara lo que piensa de ti solo porque ahora somos novios.
Novios. Como me gusta escucharlo de su propia voz. Se siente diferente cuando soy yo quien lo dice o lo piensa, es como si el que ella lo dijera lo hiciera real.
Es real. Me repetí como todas las veces anteriores.
—¿En qué piensas? — sonreí y besé su frente.
—Me gusta cuando dices novios. — sentí sus mejillas contraerse ante su sonrisa.
—A mí también me gusta cuando tú lo dices.
Se impulso hacia arriba y tomándome por sorpresa se subió encima mío. La luz de la luna que entra por la ventana me permitió ver su rostro y el sonrojo que hay en sus mejillas me nublaron la vista.
—Eres tan hermosa.
—Tú también. — mi mano se estiro hasta que toco su mejilla y Elena se recostó en ella. —No podré ver, pero tu alma es tan pura y bella que es todo lo que me basta para saber que también eres hermoso en el exterior
Alce mi cuerpo hasta que mis labios estuvieron sobre los de ella. Me encanta besarla y me he vuelto adicto a ello. Siento que, si no la beso al menos 100 veces al día, perderá la cabeza, lo cual es un problema ya en unas horas estaré abordando un avión.
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Editado: 21.04.2024