Nunca me considere una persona impaciente y cuando tienes tres hermanos pequeños que juntos son como un desastre natural, la paciencia es lo primordial para sobrevivir un día en nuestra casa. Pero ahora, mientras la zuela de mi zapato golpea el suelo unas cinco veces por segundo, me estoy preguntando como es que he logrado sobrevivir en casa desde que Eris y los mellizos entraron en mi vida.
—Mirar el reloj todo el día no hará que el tiempo pase más rápido. — dijo mi madre, acercándose con una malteada de galleta y dejándola frente a mí. —Tienes que calmarte Jay, no me gusta verte tan ansioso y mirando todo el día el reloj.
Suspire, relajando mis músculos y dándole un gran sorbo a la malteada para enfriar mi mente. Es sorprendente lo lento que puede pasar el tiempo cuando tienes planeas importantes, antes ni siquiera le daba importancia, pero desde que regrese de Boston, la fecha y hora es todo en lo que mi atención se ha centrado.
—Lo siento mamá, pero es difícil mantener la calma cuando lo único que quiero es estar con Elena y ella se encuentra a 3000 millas de distancia. — suspire con pesadez, dejando caer mi barbilla en la palma de mi mano.
—Pues tendrás que acostúmbrate, Jay. — arrastro la silla frente a mí y se sentó. —Bebe, está en una relación a distancia. Sera difícil, pero sé que lo harán funcionar.
Los bellos de los brazos se me erizaron ante sus palabras. Por las películas que he visto con mis hermanas y algunos libros que he leído, se lo poco estable que son las relaciones a distancia. Es lo que más nervioso me ha tenido desde que regrese a casa después de hacer oficialmente a Elena mi novia, pero como lo dijo mi madre, sé que ambos podremos hacerlo bien. Hare que todo salga bien.
—Se lo que estás pensando, Jayden. — miro a mi madre, sintiendo un ligero dolor estomacal. —Las relaciones a distancia son de dos, así que olvídate de hacerlo todo tu. Se que Elena también se esforzara, ambos se quieren y se tienen confianza, eso les ayudara mucho para que tengan estabilidad. — se levantó, acercándose a mí. —Ahora mi niño, termina tu malteada y regresa al trabajo. — se inclinó, besando mi frente y tarareando salió.
Estoy trabajando en la cafetería de mi madre. Es mi segundo día, y puedo decir que hasta el momento no es complicado atender las meses, pero sí que es cansado cuando no deja de entrar y salir gente. Lo peor de todo, es que no tendré paga ya que es mi castigo por intentar mentir sobre ir con Eddie a visitar a su abuela cuando en realidad me escaparía a Boston.
Con un suspiro largo y cansado, me levanté de mi silla y salí del cuarto de descanso. Tendré que acostumbrarme a este trabajo, ya que, si quiero pasar los fines de semana con Elena necesitare dinero para los boletos de avión y algún momento el dinero que tengo se terminara.
—Apenas vamos a mitad de turno y ya estas suspirando tan dramáticamente. — levante la cabeza, encontrándome con una cara sonriente. —Estaba por ir a buscarte, la cafetería está llena y Sarah no puede sola con las mesas. — suspire de nuevo mientras Andrea empuja mi espalda. —Vamos, vamos.
—Si. Si.
Después de una golpiza brutal que dejaron fuera de combate a mis piernas, me encontraba limpiando la vitrina donde se exponen los postres. Es lo último que tengo que hacer y podre ir a casa a descansar, así que lo estoy trabajando con rapidez.
—Hacer un trabajo rápido, no significa que lo estás haciendo bien. — me regañaron con suavidad. —Podrías dejar rayones, ten cuidado Jay. — gire la mitad de mi rostro, para poder disculparme.
—Lo siento, ya vuelvo a pasarle el trapo. — Andrea asintió y continuo su camino hacia la cocina de la cual está a cargo de limpiar.
Andrea es la supervisora de la cafetería, la mano derecha de mi madre. Ambas son las primeras en llegar y las ultimas en irse. Tendrán alrededor de 15 años de diferencia, pero son un gran equipo y es por ellas que a la cafetería le va tan bien que todo se ha llegado a agotar incluso antes de la hora de cierre.
Después de terminar mi trabajo, regreso a los vestidores con un dolor de espalda y cadera que ni siquiera el futbol americano me ha provocado en algún entrenamiento o juegos. Creo que trabajar en la cafetería, fortalecerá mi resistencia y es suficiente para motivarme a esforzarme en mi nuevo trabajo.
Desato el nudo del delantal color caqui que cubre desde mi cadera hasta sobre mis rodillas y lo dejo colgando de la pequeña barra con la que todos los casilleros cuentan. Miro dentro de la habitación, asegurándome de que solo estemos Frank y yo, y una vez lo he confirmado desabotono mi camisa negra y me la quito exponiendo totalmente mi torso.
Solo hay un vestidor lo cual no es un problema cuando el uniforme es cómodo, pero mi camisa esta por completo empapada. La mitad de ello por mi sudor y la otra mitad por limpiar la enorme vitrina. No es necesario describir mi forma torpe de limpiar siendo que termino todo empapado de agua, pero al menos me relaja saber que con el tiempo mejorare mis habilidades de limpieza.
Cuando la playera que me puse para ir a clases esta apenas cruzando por mi cabeza, la puerta se abre y entra una Sarah completamente agotada. Cuando me mira, deja de masajearse el hombro izquierdo y de manera inconsciente, quiero creer, sus ojos recorren mi abdomen desnudo. De inmediato termine de acomodarme la playera y cuando se da cuenta de su gesto, se pone colorada y mira a otro lado lejos de mi rostro.
#3414 en Novela romántica
#1242 en Otros
amor juvenil celos universitarios, problemas secretos dolor despedida, amistad amor de infancia juvenil
Editado: 21.04.2024