Los últimos días me he sumergido en una rutina que me consume por completo teniendo como consecuencia la reducción de mi tiempo con Elena.
Lo peor de todo es que ella se encuentra en la misma situación con el recital, el cual está a solo una semana. Por lo cual solo podemos hablar unos minutos al día que claramente no es suficiente para ambos, pero no podemos hacer nada ya que se tratan de responsabilidades que tenemos que atender cada uno por nuestra cuenta.
Al menos los pocos minutos de nuestras llamadas, aprovechamos cada segundo.
Con un profundo suspiro, dejo la bandeja circular en la mesa que acaba de ser desocupada por una pareja y recojo las copas vacías al igual que los platos. Después le paso el trapo por encima y queda lista para que sea ocupado por nuevos clientes, los cuales aparecieron apenas di dos pasos lejos de la mesa.
Me duele todo el maldito cuerpo, los chicos están emocionados por el juego que es dentro de dos días y toda esa emoción la liberan en el entrenamiento. No quiero decir que no me sienta igual, pero si fuera posible me vendría bien un descanso tanto de entrenamientos como de trabajo.
—¡Lista orden para la mesa 10!
Le agradecí con una sonrisa a Sarah que se haya hecho cargo de llevarlo a la mesa, y recargándome un momento en la pared que lleva a un pasillo solo autorizado para el personal tome unos segundos de descanso.
—¿Es todo lo que tienen en su menú? Todo suena tan soso, aburrido y nada apetitoso. — arque una ceja, pero continue con mis ojos cerrados.
—Señor, ¿ya sabe que ordenara? De no ser así, podría permitirme atender al siguiente cliente mientras usted decide. — le sugirió Andrea, con su tono suave y agradable.
—¿Me estas pidiendo que le de mi lugar al tonto de atrás? Por supuesto que no, es mi turno.
—Señor…
—Y quiero que me desocupen una mesa que mi novia y yo comeremos aquí.
—Cariño, podemos comerlo en otro lugar.
—Solo calla y déjamelo a mí. Te quejas de que nunca salimos y cuando lo hacemos dices este tipo de tonterías, por eso no me gusta invitarte a nada.
Esta vez abrí mis ojos y miré hacia la caja. Hay una fila formada por cuatro personas además de la pareja que esta frente a Andrea, quien ya esta tan tensa y con la paciencia por explotar.
—Señor, voy a atender a la persona detrás. Solo tomara unos segundos.
—Que no lo harás. Es mi turno y los de atrás esperaran su turno como yo espere el mío.
—Bien, entonces por favor dígame su orden. — pregunto aun con calma, lo cual admiro de ella. Yo ya lo habría sacado a patadas.
—Yo quiero una rebanada de pastel red velvet y una malteada de malvavisco. — dijo la chica. —¿Qué quieres tú, cariño?
—Nada, el servicio de este lugar es una mierda. Quiero hablar con el gerente, pondré una queja.
—¿Qué? — me compadecí de la pobre chica a quien se le borro la sonrisa y el brillo en sus ojos. —Pero, no…
—Solo cállate. Esto es por tu culpa, sino hubieras insistido tanto solo habríamos pedido una pizza y asunto resulto. — miró de nuevo a Andrea, con ojos amenazantes. —Quiero ver al encargado. — ella suspiro.
—Bien. — dio una vuelta en su propio eje y al volver a enfrentar al hombre, lo hizo con una sonrisa profesional. —Hola, soy la persona a cargo. ¿En qué puedo ayudarte?
Quería reír, pero lo aguante. Algo que no lograron las personas esperando ordenar detrás de él y algunos clientes que se percataron del alboroto desde sus mesas. Ese chico ha sido humillado y al darse cuenta de eso, algo cambio.
—¿Te estas burlando de mí?
—¿No querías ver al encargado? Soy yo.
La forma en que mira a Andrea y la tensión en sus brazos que han hecho visibles sus venas, me tiene inquieto. Al ver a su novia temblar y alejarse lentamente de él, un sentimiento asfixiante me apretó el pecho.
—¿Sabes con quien te estas metiendo?
—¿Va a ordenar, señor?
—Jodida perra…. — lo dijo en un susurro que fue muy claro para mí.
—¡Solo sal de la maldita fila! ¡Quiero ordenar! — comenzaron a quejarse las personas detrás de él que ahora se han duplicado.
—¡Esperen su malito turno!
—Señor, podría apartarse para seguir atendiendo. Y descuide, cuando esté listo para ordenar lo atenderé de inmediato.
No sé cómo es posible que Andrea no haya explotado aun, y lo que más me asombra es que no se ve ni un poco intimidad por la expresión psicópata de ese chico. Su rostro grita que la quiere golpear, pero ella continua con un tono suave y una ligera sonrisa en los labios.
—Cariño, vayámonos a casa y pidamos una pizza. — suplico la chica.
Él chico no es tonto, de serlo ya hubiera ataco a Andrea, pero parece que nunca antes alguien le había hecho frente por tanto tiempo y no quiere irse con la idea de ser un perdedor. Aunque ha dejado más que claro que es un patán de lo peor.
—Por favor, vámonos. — repitió la chica, esta vez tomando su brazo.
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Editado: 21.04.2024