Ahora, el primer capítulo de La Florentina de Baviera Volumen I.
Declaración: Se sugiere discreción, leve escena +18.
Cuartel General del Cuerpo de Caballería Bávara, Múnich…
El cuerpo de caballería alemana o los ulanos alemanes lograron obtener la fama en la más reciente de las guerras, la Guerra Franco-Prusiana.
A diferencia de los jinetes tártaros que sirvieron como mercenarios en los tiempos de la Unión Polaco-Lituana, los ulanos alemanes destacaron en sus correrías en el territorio francés –1870 a 1871– fuera en la exploración como participar activamente en el campo de batalla. El uniforme –o el uniforme imperial–, resultaba ser completamente gris con algunos detalles en el, dependiendo de la zona o el estado procedente del soldado como el suboficial y el oficial.
A diferencia del soldado promedio imperial, el ulano alemán o precisamente el ulano prusiano lucía un casco distintivo llamado pickelhaulbe –o traducido como casco con pincho–, los otros estados alemanes conservaban la clásica chascás distintiva pero los suboficiales y oficiales egresados de la academia militar prusiana, lucía orgullosamente el pickelhaulbe siendo el caso del capitán primero, Manfred Müller y procedente de una familia con tradición militar pero solo ocupando cargos de suboficiales en el interior del reino Bávaro.
Manfred fue enviado a la academia militar prusiana a la edad de once años y recibiendo una educación completa como deseo su difunto señor padre, muerto en la Guerra Austro-Prusiana o la Guerra de las Sietes Semanas. Finalizado sus estudios y egresado como cadete, en principio considero unirse al batallón de artillería que profundamente cuestionaba su eficacia y eligiendo unirse a la compañía de ulanos prusianos por al menos tres años, y solicitando a los 22 años regresar a su natal Múnich y unirse a la cuerpo de caballería bávara con el grado de teniente.
A semanas previas de estallar la Guerra Franco-Prusiana, fue ascendido a capitán.
Aquel 10 de julio de 1871, el capitán Müller presentándose personalmente en el despacho privado del condecorado general Hans Oskar Wolff. El mencionado alto oficial debía dar cuenta de ciertos hechos que implicarían en un posible cambio total a la carrera militar del capitán que recibió dos condecoraciones por liderar a sus hombres contra las compañías de artillería francesa y eliminar a los exploradores que mantenían informada a la capital francesa. Posteriormente, le fue encomendado en mantener vigilada las riberas del Sena evitando posibles intento de suministrar provisiones y municiones a los defensores parisinos.
Tales méritos, fueron reconocidos por los altos oficiales prusianos pero sus superiores bávaros fueron algo más mezquinos. Quizás, ser un oficial graduado de la academia militar prusiana y luciendo la bandera prusiana en el lado derecho del cuello de la chaqueta como la bandera bávara en el lado izquierdo, prefiriendo llevar el pickelhaube. En lugar de la chascás bávara y empuñar el sable prusiano… pudiera ser una resta importante de méritos pero el capitán se sentía orgulloso de nacer en Bavaria y ser un graduado de la academia militar como servir al nuevo Imperio Alemán.
Los oficiales prusianos prácticamente tenían asegurado todos los beneficios como reconocimientos por parte del Káiser Wilhelm I y el canciller Bismarck. En cambio, el Reino de Baviera mantenía completamente su autonomía por unas series de acuerdos como el ejército que únicamente pasaría a manos del Káiser, solo en tiempos de guerra.
–¡El nuevo uniforme imperial te queda!... especialmente por ser algo más esbelto– señaló el general Wolff, e ignorando su sobrepeso a diferencia de Manfred. –¡Asiento, capitán Müller!– dando la correspondiente invitación.
–¡General!– fue la estoica respuesta del capitán y tomando asiento.
Por breves segundos la atención del general Wolff estuvo centrada en la revisión, lectura y firma de unos cuantos documentos. Afortunadamente, el capitán Müller heredero una paciencia considerable y esperando nuevamente a su oficial mayor en hablarle sobre ciertos asuntos concernientes a su persona. Luego de permanecer cerca de un mes, en el territorio de Alsacia-Lorena, participando en el proceso de transición y manteniendo el orden entre los nuevos ciudadanos del imperio, finalmente fue enviado a casa y reencontrándose con su esposa.
El general Wolff habló:
–¡Te he recomendado para el puesto de comandante!– firmando un documento con el nombre del capitán. –Eres un oficial del ejército que ha obtenido bastante mérito y otros altos oficiales piensan lo mismo… tu desempeño en el campo de batalla, cumplir las órdenes imperiales, contener a tus hombres y actuar oportunamente frente al enemigo. Se han presentando un total de tres candidatos… los otros dos candidatos carecen de experiencia en el frente de batalla y solo estuvieron resguardando zonas territoriales francesas que fueron sometidas. ¡Cabalgas con una amplia ventaja!– señaló.
–Hmm… comprendo– fue su respuesta.
–Solo…. ¿comprendo?– preguntó el general.
–Siempre he pensado que por nacer dentro de una familia de clase media y mi difunto señor padre como abuelo… solo ostentaron el grado de sargento. Existirían ciertos impedimentos por escalar posiciones dentro de la jerarquía militar bávara y…– dijo Manfred. –¡Suelen privilegiar a los miembros de la aristocracia!– señaló.