La fortuna de los Harrison

Capítulo 4 el ojo de huracán

Vi como Elsie se acercó a james lentamente, sintiendo cómo su respiración se volvía más pesada con cada paso. La sala estaba iluminada solo por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, james levantó la mano y le acarició suavemente la mejilla a mi hija, sus dedos enviando un escalofrío por toda su piel.
— ¿Estás segura de esto? — preguntó él, su voz apenas un susurro.
Elsie asintió ella no sabía si eso es amor verdadero si quería pasar toda su vida con James, pero lo que si sabía es que sentía una atracción innegable hacia el Primo de su prometido, incapaz de hablar mientras su corazón latía con fuerza. Lentamente, James inclinó la cabeza y sus labios se encontraron en un beso profundo y ardiente. Mi hija sintió una ola de calor recorrer su cuerpo, respondiendo con igual pasión. Sus manos exploraron la espalda de James, acercándose más, sintiendo cada músculo bajo su piel.
El beso se hizo más urgente, sus respiraciones entrecortadas llenaban el silencio de la sala. Mi niña se dejó llevar por la intensidad del momento, perdiéndose cada uno en la sensación de sus cuerpos juntos, el mundo exterior desvaneciéndose hasta que solo quedaron ellos dos y la chispa de deseo que los consumía.
Elsie comprendió que solo el tiempo revelaría si la conexión con James evolucionaría hacia algo más profundo y duradero. Por ahora, se permitía disfrutar de la atracción sin apresurarse a etiquetar sus sentimientos como amor verdadero.
— No, no deberías besarlo Elsie — dijo con un tono firme y la mirada fija, sin dejar lugar a protestas. Su voz denotaba la autoridad de alguien que ha tomado decisiones difíciles a lo largo de su vida y sabe lo que está en juego. — No podemos permitirnos esos deslices. La estabilidad de nuestra familia depende de cada acción que tomemos, por insignificante que parezca.
— Vámonos de aquí — dijo James, con una sonrisa encantadora y una energía contagiosa, mientras tomaba la mano de Elsie con una confianza natural.
— Si, ya no quiero seguir aquí — dijo Elsie, con un tono decidido y una mezcla de frustración y alivio en su voz. Su mirada, cargada de emoción y determinación, revelaba claramente su cansancio con las imposiciones que la rodeaban.
Decidí volver hacia el jardín donde se encuentran Emmeline y Alexander para seguir vigilando lo que hacen y hablan.
— Sabes que eres mi hermano favorito, Alexander — dijo, con una chispa de ironía en los ojos mientras levantaba un libro. — Aunque no es una competencia muy reñida, dadas las circunstancias.
— Yo también te quiero — respondió Alexander, con una sonrisa contenida. Su voz tenía el tono autoritario habitual, pero había una suavidad inusual en su mirada. — Eres mi hermana
Favorita, pero no le digas nada a los demás, ¿eh? Confío en ti. Además, vas a tener ayuda en lo que necesites. Ahora más que voy a ser tío — añadió, tocando la barriga de su hermana con una mezcla de emoción y responsabilidad. — Hola, sobrina — o sobrino —, soy tu tío Alexander y voy a asegurarme de que estés siempre protegido.
— Nunca te había visto tan emocionado, Alexander — dijo, arqueando una ceja. — Es casi desconcertante verte así. No te preocupes, seguiré fingiendo que no me importa lo que piensen los demás. Aunque no sé por cuánto tiempo más podré soportar estas reglas sociales
💖💖

tan absurdas — añadió, con un tono de impaciencia y una chispa de desafío en sus ojos azules.
Flashbacks:
Mientras observaba a mis hijos, me vino a la mente un recuerdo de cuando eran niños. Era una tarde de verano en nuestra casa de campo, y Emmeline, apenas una niña de cinco años, había decidido aventurarse al bosque cercano a pesar de mis advertencias.
— No te alejes demasiado, Emmeline, el bosque puede ser peligroso — había dicho Alexander con su tono protector, que incluso a sus ocho años ya mostraba una autoridad innata.
Pero Emmeline, con su espíritu indomable, no había prestado atención. En su curiosidad, se había adentrado más y más hasta que, de repente, un Lobo grande y extraño apareció. El animal, confundido y nervioso, comenzó a aullar y a acercarse a ella. Emmeline se quedó paralizada por el miedo.
Alexander, al ver la escena desde la distancia, no dudó ni un segundo. Corrió hacia su hermana, colocándose entre ella y el Lobo . Con voz firme, pero sin mostrar miedo, le gritó al animal que se alejara. Su presencia segura y decidida logró calmar al Lobo , que finalmente se fue.
— ¿Estás bien, Emmeline? — preguntó Alexander, su voz mostrando preocupación mientras ayudaba a su hermana a levantarse.
— Sí, gracias, Alexander — respondió Emmeline con un temblor en la voz, sus ojos azules llenos de gratitud y admiración. — Eres mi héroe.
Desde entonces, Alexander siempre había protegido a Emmeline, no solo de peligros físicos, sino también de las estrictas expectativas sociales que tanto la frustraban. Y Emmeline, con su rebeldía y su deseo de independencia, siempre había admirado la firmeza y la lealtad de su hermano.
Volviendo al presente, vi cómo la relación entre ellos seguía siendo igual de fuerte y significativa. Su complicidad, nacida de aquellos días de infancia, se mantenía intacta. Para Alexander, Emmeline siempre sería la hermana a la que debía proteger, y para Emmeline, Alexander siempre sería su héroe.
Mientras ellos hablaban, vi a Jacqueline, la prometida de Alexander, acercarse con esa elegancia que siempre la caracteriza. Mis dos hijos estaban en el centro de la conversación, una imagen de complicidad fraterna que Jacqueline no pudo evitar notar con una sonrisa.
Jacqueline, con sus 24 años, destacaba en la fiesta. Su cabello rubio claro estaba recogido en un peinado elegante y sus ojos verdes irradiaban calidez. Llevaba un vestido de seda color marfil, adornado con sutiles bordados dorados que acentuaban su porte majestuoso. Su estilo impecable reflejaba su refinada presencia y su mezcla de sofisticación y calidez.
Ella se acercó a mis hijos, su mirada mostrando la determinación y pasión que tanto la caracterizan.
— Alexander, por fin te encuentro. Te he estado buscando toda la noche — dijo con una sonrisa, su voz suave pero decidida. — Y Emmeline, siempre es un placer verte. ¿De qué hablaban con tanta seriedad?
Emmeline, fiel a su espíritu rebelde y su deseo de independencia, respondió con un toque de sarcasmo.
— Oh, ya sabes, Jacqueline, lo de siempre. Alexander y yo discutiendo sobre las muchas reglas sociales que debemos seguir. Aunque debo decir que ver a mi hermano tan emocionado es casi desconcertante.
Jacqueline sonrió, entendiendo perfectamente la dinámica entre ellos. Aunque su relación con Alexander tenía desafíos, especialmente en cuanto a las expectativas sociales, también sabía que compartían convicciones profundas.
— Es un placer ver a Alexander tan emocionado — respondió Jacqueline con suavidad, colocando una mano afectuosa en el brazo de mi hijo Alexander . — Y, Emmeline, no te preocupes, las reglas sociales están hechas para ser cuestionadas. Después de todo, ¿qué sería de nuestra sociedad sin un poco de desafío?
Vi a Emmeline sonreír, apreciando la complicidad y apoyo de Jacqueline. Alexander, con su actitud controlada y decidida, miró a ambas mujeres con un destello de gratitud.
— No te preocupes, hermana — dijo Alexander, su voz mostrando una mezcla de autoridad y afecto. — Con Jacqueline a mi lado, estoy seguro de que encontraremos un equilibrio entre las expectativas sociales y nuestros propios deseos.
Desde mi lugar, observé la escena con una mezcla de orgullo y nostalgia, reconociendo en ellos la fuerza y la complejidad de nuestra familia.
— Hermanita, iré a pasar un rato a solas con Jacqueline, mi prometida, si no te molesta — dijo Alexander, mirándola con ese cariño protector que siempre tenía hacia ella. Sus ojos, normalmente firmes y autoritarios, se suavizaron mientras observaba a Emmeline, mostrando la mezcla de responsabilidad y amor que sentía. Como siempre hacía él con mi hija Emme, se aseguró de transmitirle su apoyo antes de alejarse.
— Pero recuerda, estaré cerca si necesitas algo. Siempre estoy aquí para ti — añadió, su voz llena de afecto y determinación.
— Pásatelo bien, Alexander. No hace falta que me pidas permiso — dijo Emmeline, con un suspiro que revelaba su fatiga y frustración. Su mirada, normalmente llena de desafío, se suavizó por un momento, pero pronto volvió a mostrar esa chispa de impaciencia.
— Estaré bien — añadió, con un tono firme, casi desafiante. — Aunque realmente me encantaría escapar de todas estas absurdas reglas sociales por un rato. No te preocupes por mí, sé cuidarme sola — afirmó, cruzando los brazos y levantando la barbilla, un gesto que subrayaba su fuerte deseo de independencia.




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