Lady Caroline
Después de meses de preparativos, el día de marzo que tanto habíamos esperado finalmente llegó: la boda de mi querida hija Elsie, quien se convertiría en la futura princesa de la familia Lovelace. Ayudarla a vestirse fue un momento lleno de emoción, pues verla transformarse en la visión de elegancia que habíamos soñado era un regalo en sí mismo. Su vestido de novia, una obra de arte victoriana, tenía mangas abullonadas que enmarcaban su figura, adornadas con una cuerda dorada que formaba un delicado patrón de hojas cruzadas. La larga falda, con el mismo intrincado estampado, caía con una gracia que parecía hecha para ella.
Elsie lucía un collar de joyas blancas, cuyo brillo suave complementaba a la perfección el tono de su vestido. No era un blanco puro, sino un blanco antiguo, casi color crema, que realzaba su belleza con un aire de sofisticación y herencia. Sus tacones eran altos, de un tono lechoso, y decorados con joyas a juego con el collar. Un lazo en la parte posterior de los zancos añadía un toque delicado, mientras que la suela de madera marrón aportaba un contraste encantador y algo rústico.
Mientras la miraba, me invadió una mezcla de orgullo y nostalgia. Mi hija estaba radiante, lista para iniciar su nueva vida como princesa, y yo, como madre, no podría haber estado más feliz de ver el comienzo de su propio cuento de hadas.
El cabello de mi hija estaba recogido con esmero, peinado cuidadosamente por mí. Su melena, que caía suelta en suaves ondas, estaba recogida con dos delicados mechones y adornada con un elegante gancho de metal de oro macizo, decorado con pequeñas flores en forma de joyas rojas. Con manos temblorosas, le coloqué su nueva corona, esta vez una verdadera joya real: una diadema de oro auténtico, engastada con diamantes de un profundo color rojo vino. Sus pendientes, a juego, también tenían forma de rosas del mismo tono borgoña, añadiendo un toque de armonía al conjunto.
Para completar su apariencia, le apliqué un maquillaje delicado, típico de la época victoriana: un ligero rubor en sus mejillas, realzando su tez pálida, y un suave carmín en sus labios, que
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les daba un color natural pero refinado. Sus ojos, ligeramente delineados y con una sombra sutil, brillaban bajo la luz, acentuando su belleza serena y majestuosa en este día tan especial.
— ¿En serio? ¿Por qué tuvo que llegar este día? A partir de este momento, mi vida se va a destruir. La felicidad que tanto conocían se apaga —dijo Elsie, con una voz cargada de resignación y tristeza.
— Hija, vas a crear nuevos recuerdos y momentos con tu esposo. Vas a ser una princesa, el sueño de cualquier niña: vivir en un gran palacio —dije, tratando de mantener una expresión de emoción, aunque mis palabras ocultaban un trasfondo de preocupación por el estado de nuestra riqueza y una determinación.
— ¿Quién dijo que yo quisiera ser princesa, mamá? Me has obligado hasta el día del matrimonio, ni siquiera llegué a conocer a Lamont. No quiero ser parte de la realeza, ni ser una princesa —dijo ella, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
— No me hagas recordarte por qué hice esto. Ya lo hablamos hace dos meses, antes del momento de esta boda —dije, con un tono firme que ocultaba mi preocupación por el futuro de la familia.
— Emmeline no estaría feliz con esto, madre. Ella se alejó de nosotros y apenas habla con alguien, solo con Eddie en raras ocasiones. Pero eso no cambia nada. Estoy segura de que, si estuviera aquí, me apoyaría en mi deseo de decidir mi propio destino y no simplemente aceptar este matrimonio impuesto.
— Calla ya, Els. No sabes de lo que hablas. Pórtate bien; es tu gran día. Tu prima Evelyn va a venir pronto. ¿Ya estás lista? Verifica que estés completamente preparada, mientras yo me aseguro de que tus hermanos estén también en orden.
«¿Y si me escapo durante la boda? Si me voy ahora, tal vez pueda encontrar una forma de ser libre. No puedo soportar más esta imposición. ¿Qué pasaría si simplemente desaparezco y busco mi propio camino?»
— Elsie, no me desobedezcas. Soy tu madre y te he preguntado algo. Es de mala educación no responder.
Mientras Elsie se sumergía en sus pensamientos, se quitó la tiara de la cabeza y la dejó caer al suelo de su habitación.
— No, Elsie, no te quites la corona —dije, con firmeza.
— Bla, bla, bla sobre la fortuna y nuestra baja sociedad. Te vas a casar porque nuestra fortuna se ha deteriorado —imita Elsie, claramente frustrada.
— A partir de hoy, me proclamo que no tengo hija. Si sigues así, te voy a desheredar. Te pasas al querer imitarme.
— ¿Tienes más hijas o es que acaso no existen? ¿Y Emmeline y Clara? Además, no has dicho que ibas a ver si mis hermanos estaban en orden. Según tú, vete —dijo Elsie, con tono desafiante.
— Siempre he respetado tus decisiones, pero ahora apenas podrás mantenerte sola. Por eso, debo tomar las decisiones por ti.
— Pero estás enferma, madre. Nunca has respetado mis decisiones. Ya soy lo suficientemente mayor para decidir por mí misma. Déjame aquí sola y vete con tus otros malditos hijos. Tienes más hijos; vete con los que sí amas y has amado —añadió Elsie, agarrando su vestido color crema.
— Si eso es lo que deseas, me iré. Pero recoge tu corona; en una hora nos tenemos que ir. Ah, y no te despeines. Me costó mucho peinarte así para que tú vayas y deshagas todo mi trabajo. Recuerda que te amo —dije, fingiendo cariño.
— Hoy me has hecho sentir un odio que nunca antes había experimentado, Lady Caroline — dijo Elsie, sin usar la palabra mamá.
— Mejor me voy de donde no me quieren —dije, bajando la cabeza y saliendo de la habitación. Cerré la puerta suavemente al salir.
Elsie, al verme irme, golpeó la mesa con tanta fuerza que el estruendo se escuchó desde fuera de la casa y resonó en toda la mansión. Harrison Endmund, que había estado observando la escena desde la distancia, se acercó rápidamente y llamó a la puerta de la habitación de Elsie. Al abrirse, le ofreció un abrazo reconfortante, preocupado por el estado de su hermana.
— Hey, Elsie, ¿estás bien? James estará allí, así que tendrás la oportunidad de conocerlo mejor — dijo Eddy.
— Quiero estar con él, pero no así, Eddy. No quiero ser infiel. Me han impuesto un matrimonio no deseado. Todo estaría mejor si papá siguiera vivo — dijo Elsie con un tono triste.