Gréasque, Francia, 1848.
Un extraño muchacho llegó hasta las tierras de Vicent Boissieu, el terrateniente más poderoso del sur de Francia. Todos los que lo observaban avanzar con paso vacilante se reían de él al saber que buscaba trabajo en las tierras del monsieur Boissieu. Después de mucho meditar, habló con el capataz Gastón, ese hombre tenía muy mal carácter pero aceptó probar al desgarbado muchacho.
—¡Jules!—vociferó Gastón—Encárgate de él—empujó al muchacho en dirección a ese mismo joven—O aprendes rápido o te tendrás que marchar.
—No se preocupe señor…aprenderé, lo prometo—la voz le temblaba demasiado.
—Es como los perros, si sabe que le tienes miedo, irá a por ti. Soy Jules—le tendió la mano—Y tú eres…
—Romain—le estrechó la mano con toda la firmeza que pudo.
—¿Eres muy joven verdad? ¿Has trabajado antes?—preguntó Jules.
—Solo tengo dieciocho años y jamás he trabajado. Necesito hacerlo, debo empezar a sobrevivir por mi cuenta.
—¿Y tú familia?
—Yo no tengo familia, estaba en un orfanato.
—Tenemos algo en común, yo tampoco tengo familia, sin embargo me crié en estas tierras con todas estas personas que me acogieron, me siento afortunado.
—Lo eres, créeme—Romain estaba demasiado pensativo—Será mejor que empiece a trabajar, de veras que lo necesito.
—No te preocupes Romain, yo te voy a ayudar. Ven, empezaremos por la siembra—ambos muchachos se fueron a los campos y el joven Romain descubrió que en Jules había encontrado un amigo.
Durante un mes, el duque Fréderic buscó a su hija, pero no consiguió hallarla, desde entonces se la dio por muerta y tuvo que mal vender unas propiedades que pertenecieron a su esposa para poder pagar algunas de sus deudas.
Después de tres meses, Romain parecía que había nacido para vivir en el campo, finalmente pasó el periodo de prueba y consiguió trabajo y un techo en donde vivir.
Los otros trabajadores le daban de lado porque creían que era un poco diferente a ellos, jamás le habían visto con ninguna mujer, ni emborrachándose con ellos en la cantina, Jules era su único amigo de verdad.
—Esta noche es el cumpleaños de Damien, iremos a celebrarlo ¿Por qué no vienes con nosotros?
—Ya sabes que no me gustan ese tipo de celebraciones, bebida, mujeres, escándalo…no es lo mío.
—Desde que estás aquí sólo trabajas y trabajas ¿No te gusta divertirte?
—¡Eso no es cierto! Me divierto en el trabajo y cuando hablamos durante horas, para mí es más que suficiente.
—Está bien como quieras, nos vemos mañana—Jules salió de la habitación que pertenecía a ellos dos.
—¿Dónde te has dejado a tu amigo, Jules?
—No ha querido venir, no es más que un muchacho, ya tendrá tiempo de divertirse.
—Yo pienso que a ese mocoso le gusta más la compañía de hombres que de mujeres bonitas.
—¡No hables así de Romain!—defendió Jules—Ni siquiera lo conoces.
—Yo solamente digo lo que pienso, y no sólo yo, todos lo pensamos ¿Por qué crees si no que se pasa el día contigo? Ya te lo digo yo, por tu cara bonita. Jules ten cuidado con ese muchacho.
—De repente se han esfumado las ganas de celebrar, me voy a dormir—dejando a todos con la palabra en la boca regresó a su alcoba.
Escuchó cómo se abría la puerta, en el instante en que vio a Jules aparecer, sabía que su secreto había sido descubierto.
—¿Romain?—el muchacho en cuestión estaba con la espalda desnuda que para nada parecía ser masculina sentado en su cama—¿Eres una mujer?
—Todo tiene una explicación Jules—se cubrió con la camisa y al fin le dio la cara— Evidentemente no me llamo Romain, sino Gabrielle y estoy aquí porque necesito empezar de cero.
—¡Nos has estado engañando a todos durante meses!—gritó furioso.
—Lo siento, el único favor que te pido es que guardes mi secreto, no tienes que volver a dirigirme la palabra si no quieres.
—Lo único que no entiendo es por qué tienes que hacerte pasar por un hombre y trabajar en estas tierras—se sentó junto a ella.
—Estoy huyendo—confesó—Lo único que te puedo decir es que no soy una delincuente, no he robado y jamás he matado, no puedo decirte nada más.
—Pensaba que éramos amigos—dijo algo molesto.
—Y lo somos, pero hay cosas que es mejor que no se sepan nunca.
—Ahora entiendo que no te guste ir a beber ni estar con mujeres bonitas, todos piensan que eres un muchacho extraño.
—En cierto modo es así, soy extraña—hubo un tenso silencio—Pronto tendré que irme de aquí, si tú me has descubierto, cualquier otro podría hacerlo y quizá no sea tan benevolente como tú—le acarició tiernamente la cara—Buenas noches Jules—se escurrió bajo las mantas y no tardó demasiado en quedarse dormida, mientras que el joven Jules asimilaba que su mejor amigo era una mujer.