La fuerza del odio

UNO

Ya no puede correr más, si la pillan no será porque se haya dejado.

Necesita descansar más que nada en el mundo y mientras recupera el aliento, después del mini maratón que se ha marcado, examinar su botín para saber cuánto ha conseguido.

Se sienta sobre una enorme piedra en mitad del bosque que separa su barrio, del barrio de alto standing. Es un bosque sombrío y frondoso que le dará la protección necesaria para que no la encuentren mientras regresa a casa.

Se toma unos minutos para reponer fuerzas y saca del bolsillo interior de su chupa de cuero una cartera bastante grande.

 

Espero que la vieja esa este forrada

 

Lo primero que encuentra son unas fotos; un hombre canoso, dos niños rubios, una chica más o menos de su edad y un perro.

 

¿Quién lleva una foto de su perro en la cartera? Mujer estúpida.

 

Sigue rebuscando despreciando sin razón a la anciana dueña de la cartera de piel marrón.

Sigue rebuscando y encuentra tarjetas, documentos, tickets de compra y por fin un bolsillo con cremallera que contiene lo que necesita.

 

¿Cuarenta pavos? Joder que puta miseria. ¿Para esto me he arriesgado tanto? ¡¡Mierda!! Encima la vieja bruja me ha visto bien, en cuanto de mi descripción me identificarán, me tienen ya muy fichada y meteduras de pata como la de hoy, pueden salirme muy caras.

 

La rabia le corroe, se siente frustrada porque esperaba más, en su momento le pareció que debía ser una mujer rica. Ciega y rica, pero no era ni lo uno ni lo otro y eso que llevaba un bastón de ciego y gafas de sol de marca. Siente que está perdiendo facultades, cada vez le cuesta más robar y no es de extrañar, la gente está demasiado escarmentada, en su barrio ya es imposible conseguir algo y en el barrio pijo, la gente se aferra muy bien a sus pertenencias.

Espera que su padre se conforme con lo poco que ha conseguido, pero en el fondo sabe que nunca es suficiente para él.

Tira la cartera al suelo con rabia, pisándola para restregarla bien contra la tierra, odiando con todas sus fuerzas a esa horrible mujer. Lanza un suspiro al aire y cierra los ojos mientras siente que sus fuerzas se reponen.

 

Regresa a casa lentamente, tampoco es que tenga muchas ganas de volver y quizás algún día no lo haga. Su madre estará tirada en la cama drogada hasta las trancas como siempre y su padre, borracho, esperando su regreso para apoderarse de su dinero y poder ir de putas o a las tragaperras. No; no se puede decir que tenga nada por lo que regresar pero aun a pesar de todo llega a casa.

––¿Cuánto has sacado? ––le pregunta el hombre nada más verla.

––Nada. Aquí ya no se puede robar ––contesta observando que su madre está en el sofá y no en la cama como de costumbre.

––Llevas en la calle desde las 7 de la mañana y ¿pretendes que crea que vienes con las manos vacías?

––Cree lo que quieras. Además tú tienes dinero, sacas mucho de tus trapicheos, déjame a mí con lo mío.

Ha tentado al diablo, ¿pero cuando no ha hecho ella eso?

El hombre arremete contra su hija empujándola hasta la pared sujetándola por el cuello con su brazo.

––Eres mi maldita hija y debes cumplir cómo tal.

Le inunda un apestoso olor a vómito, alcohol, tabaco y sudor, todo mezclado en un perfume ruin y rastrero. Ese horrible ser apesta por cada poro de su sucia piel.

Empieza a registrar todos sus bolsillos y aprieta más el brazo contra su cuello cuando intenta detenerle. Inevitablemente encuentra su botín. Ella ya lo sabía, aunque siempre alberga la pequeña esperanza de que este tan cansado que no piense en registrarla. Suerte que se guardó un billete de diez en su bota derecha y ahí no mira.

––¡¡Vaya miseria!! ––grita con desprecio soltándola de golpe.

––Pues vete a robar tú a ver si sacas más.

Le da una fuerte bofetada que casi le parte la mandíbula.

––¡¡Cállate!! Tienes que conseguir dinero de una manera o de otra así que vas a prostituirte para conseguir más. Yo te traeré clientes.

Se le revuelve el estómago nada más pensarlo.

––Eso jamás, para eso ya tienes a mamá ––alega mirándole fijamente. No le tiene miedo aunque sabe que las consecuencias de contestarle serán graves.

––Harás lo que yo te ordene. Mañana vendrán unos amigos y... ––no le permite continuar.

––¡¡Jamás!! ¿Me oyes? Jamás dejaré que me pongan una mano encima ––le advierte acercándose a él en tono amenazador. En ese momento su padre le pega un fuerte empujón y cae al suelo golpeándose la espalda contra la mesita que hay al lado del sofá, su madre ni se inmuta, está en “su momento de vida”.

––No te queda otra. Harás lo que yo te ordene. ––La coge del brazo y la pone en pie a la fuerza.

––¿Sabes? Pensándolo mejor creo que ha llegado el momento. Alguien me va a pagar bastante por ti, ya es hora de sacar provecho. ––la empotra de nuevo contra la pared sujetándola como antes, le cuesta respirar. De pronto le pone una de sus asquerosas manos sobre su pecho manteniéndola bien atrapada para que no pueda impedirlo––. Estas un poco canija pero sacaré un buen partido de ti. A pesar de tu mal genio seguro que me paga bien. Mi putita bella… ––afirma casi babeando. Le pasa la mano por la cara a modo de caricia áspera y cruel––. Eres guapa joder, te hicimos con ganas tu madre y yo... ––No termina de decir lo que quiere porque cuando le pasa la mano por la boca ella aprovecha para darle un buen mordisco. Todo con tal de borrar de sus ojos un deseo repentino, todo fruto de la desesperación. Prefiere mil veces más que la golpeé.



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En el texto hay: conflictos, romance, acción

Editado: 08.10.2018

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