Pase toda de la noche, sentada en el alféizar mirando la llovía que duró hasta la siete de la mañana, que fue cuando se despejaron las nubes y el sol salió. Luna estaba muy cómoda reposando en mi regazo. Mientras mi mente se perdía en una gota rodar por el vidrio empañado, una voz sube me saca de mi ensimismamiento.
-luego de la tormenta viene la calma. – Dice Matilda entrando a mi habitación con una bandeja que llevaba en sus manos, unas tostadas con un orificio en el centro relleno de huevos con tocino y tomate, con un vaso de jugo de naranja, más una taza de té.
La mire con una expresión triste y desganada. Luna salto de mi regazo y camino hacia mi nana en busca de su cariño. Ella coloco la bandeja en el escritorio, y luego tomó asiento progresivamente en la silla, permitiendo que mi compañera de cuarto, saltase a su regazo.
-gracias nana, pero no tengo hambre – respondo desanimada, volviendo mi vista al vidrio empañado.
-tienes que comer Taylor, el desayuno es...
-la comida más importante del día – completé. Ella no responde, y ni me atrevo a voltear a verla.
-Taylor, sé que debió, decirte la verdad, pero no te...
-pausa y retrocede – la interrumpo, girando la mirada esta vez –. Antoniette me mintió por doce años, no un, no cinco; sino doce. Pasé mi vida en un engaño, pensado que tuve un padre el cual murió, una madre que me enseñó a hablar, a caminar... No solo estoy… furiosa, sino también herida.
-Tay...
- ¡ELLA ME ENGAÑO! – exclamo sin poder controlar mi tono de voz.
Ella se quedó perpleja ante mi tono de voz. Yo jamás le había gritado de esa manera, nunca le hable así.
Lágrimas brotan de mis ojos y me cubro el rostro con las manos, avergonzada de haber sido capaz de contestarle de ese modo. Al percibir su mano acariciando mi cabello, me abalanzó sobre ella con un largo abrazo. Ella responde a mi abrazo acariciaba mi cabello con ese roce tan delicado y ligero, que me apaciguó por momentos. Mi vida fue robada por la persona que menos pensé que podría mentirme, la cual llamaba mamá. Estaba extraviada, perdida en un profundo bosque, temiendo todo a mi alrededor, y sola sin la increíble compañía de mi amado. Aquel recuerdo me dolía más que haberlo vivido. Mis lágrimas descendían como los grandes ríos. Era curioso la verdad, el dolor, la decepción, el sentimiento de rechazo.
El día paso tan rápido, que ni me percato cuando anocheció. Y luego de un baño caliente, me acuesto y pienso en todas las cosas que ocurrieron en las próximas cuarenta y ocho horas.
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A la mañana siguiente, despierto con tan pesadez que ni me percate de la hora.
Viro la cabeza hacia el reloj digital, abriendo los ojos poco a poco. Visualizo ocho y media de la mañana.
- ¡oh mierda! – respingo en la cama asustando a luna que dormía a mi lado.
No le doy mucha importancia, ya que salto de la cama, y entro al cuarto de baño. Me doy una rápida ducha, y salgo del baño directo al closet tomando lo primero que veo. Una blusa, jersey, un par tenis, más una sudadera gris, la misma que usaba Aron. Me detengo un instante frente a mi espejo observando la vieja sudadera. Mi cabello estaba completamente alborotado, los mechones rebeldes apuntaban en todas las direcciones dándome el toco de desvelada. Las bolsas bajo mis parpados no se quedaban atrás, y mi piel amarilla, me reflejaban una expresión triste y enferma. De repente, mi celular suena y captando mi atención de inmediato.
-Hola – respondo de inmediato.
-Taylor, llevo una hora llamándote, ¿qué mierdas te ha sucedido? – dice la rígida voz de Vicky.
-lo siento, me quede dormida – me disculpa apenada – ¿están en el instituto?
-no en realidad. Estoy en casa de Hela, imprimiendo el informe de sr. Tanner. Hela pregunta ¿qué si estas listas para ir por ti?
-pues... – me miro por segunda vez en el espejo. Respondo haciendo una mueca en mis labios – sí.
-ok nosotras estamos entrando al auto, en quince minutos estamos allá. – Finaliza la llamada.
Suelto un largo y profundo suspiro.
-por suerte, lo termine ayer – me digo a mi misma en voz alta.
Luna, que había vuelto a mi cama, se enrolla en mis sabanas. Quise sacarla, pero me gruño cuando me acerco. Me alejo pensando en cómo la desperté hace unos minutos.
-lo siento – me disculpo, y la dejo en mi cama, sabiendo que después se pasara a su cama.
Tomo mi bolso, y me coloco una bufanda alrededor de mi cuello. Apenas salgo de mi recamara, y camino por el pasillo. Me detengo en seco, frente al espejo colgado en la pared, volviendo de nuevo a ver mi reflejo, percatándome de mis labios estaban resecos.
“No podía ir así, a clases.”
- “¿y qué sino te arreglas? – dice una voz en mi mente”.
Me sobre salto y empiezo a mirar de un lado a otro en busca de la persona. Pero en el pasillo estaba solo yo.
Como puedo, arreglo mi cabello en una normal cola de caballo usando mis dedos para desenredar algunos mechones, y aplanado como pudo los pelitos rebeldes. Tomo un brillo labial de mi bolso, y me lo riego un poco en mis labios. Cuando creo que ya estoy lista, bajo las escaleras en dirección a la puerta de entrada.