Desperté en un sótano con un dolor de cabeza y un sabor agrio en mi boca. Abrí con lentitud los ojos con dificultad, parpadeé varias ves para aclarar mi vista y ver el lugar en donde estaba. Inhale con lentitud percibiendo el hedor a metal con agua estancada, y humedad. Lo primero que se me vino a la mente, era que me encontraba en un almacén o una especie de sótano abandonado, ya que no había ventanas, y estaba muy descuidado. Intento moverme, pero me percato que estaba amarrada a una silla de madera. Mis hombros, pies, y manos, estaban inmovilizados por una cuerda que estaban húmeda que desprendía un fuerte aroma a hierva, el olor era extraño, aunque ligeramente familiar. Se me revolvió el estómago por olerlo intentando de descifrarlo sin éxito.
Arrugue la cara y trate de ignorarlo para desamarrarme, pero el forcejeo me mareo. Un fuerte sabor ácido en mi paladar, me provocó que toser. El hedor aumentaba a cada segundo, que, sin poder soportarlo, voltee a un lado la cabeza, y vomite. Un líquido rosado salió de mi quemando mi garganta, era toda la merengada de fresa que me había tomado cuando llegue al centro, arrugue el rostro, y escupiendo lo que pude para quitarme la sensación de la boca. Estaba asustada. No sabía cómo había llegado aquí. Lo último que recordaba fue aquella luz violeta y luego… nada. Miraba a todos los lados, buscando una salida, un escape, alguna ventanilla, algo. Pero solo había una entrada y era la única salida.
Me percato de que mi collar se calentaba. Escuché unas voces del otro lado de la puerta y comencé a desesperarme.
- ¡AYUDA, POR FAVOR! – grité con todas mis fuerzas histéricas.
-vayan y cuiden la puerta, no dejen que nadie entre – dice una voz amenazadora y tenebrosa del otro lado de la puerta.
Se escucha el clip en la puerta y se abre. Aparece una mujer alta y delgada de piel pálida como la de una leche, su cabello negro, recogido en un moño en forma de cebolla, con unos mechones que salían de su perfecto peinado, vestía una camisa blanca con una chaqueta de cuero negro con unos pantalones que combinaban con la chaqueta, traía unos lentes de sol iguales que aquellos sujetos del ascensor. Ellos me drogaron y me raptaron, pero ¿con qué fin? Mi voz de altera, se extinguió asumiéndome en un profundo shock.
“¿Cuál sería su motivo? ¿qué es lo que querían? ¿por qué a mí? ¿cuánto tiempo tenía en este lugar?”, pensé angustiada. Hasta que aquella mujer habla.
-querida ha pasado tanto – su voz tenebrosa producía desconfianza. Me observa con atención, de arriba hacia abajo, hasta darse cuenta de la sustancia rosa a mi lado. Sonrió con malicia, burlándose – ¡oh querida!, creo que... – se toca la nariz con el dedo índice y arrugándola – no pudiste soportarlo, me disculparas las condiciones, el olor es difícil de aguantar, pero no tardaremos mucho, así que, no tendrás que soportarlo tanto como yo y mis colegas.
Chasquea los dedos con las manos de su mano izquierda. El líquido rosa desprendió una especie de humo gris. El humo entra por mis fosas nasales, y arrugue la nariz, tosiendo hasta que el humo se desvaneció, desapareciendo el asqueroso líquido que expulsó mi cuerpo. Abrí los ojos como plato, al igual que mi boca.
- ¿qué... qué... qué... eres? – me costaba formular una pregunta estando en aun en shock.
- ¿tu madre no te hablo de mí? – consultó, suelta una leve risa siniestra, mientras comenzó a caminar por el lugar – “… siempre unidos, para bien o para mal… " – una carcajada siniestra resuena en la habitación – maldito Erick. – Me acechaba como un león a su presa – ¿sabes él…? – se detiene y suplirá fingiendo cansancio – era un hombre muy respetado y alabado por todos. Sabes pensé que él comprendería mis propósitos, a pesar del pasado, no olvidaría todo el sacrificio que hice por la familia. Pero ya veo con claridad que todo era una farsa – toma un trozo de madera viejo que sobresalía de la pared. Con el rostro perdido en él, como si estuviera recordando el pasado – Bueno, eso no importa ahora – me vuelve a sonríe con malicia, tomando la madera y la desprende – o ¿sí? – lanza el trozo muy cerca de mí, si no fuera porque lo esquivé a tiempo, hubiera impactado en mi cabeza – no perdamos el tiempo con esos recuerdos.
-no.… no sé de qué me hablas, no te conozco. Nunca te he visto ni hecho nada – siento miedo. Estaba angustiada, no sabía cómo escapar o de que hacer – ¡¿Quién eres y qué es lo que quieres?!
- ¡ay Elizabeth!, déjate de juegos ya no eres una niña – mis pupilas se dilataron al instante que pronuncia ese nombre. “¡¿Quién mierda es?!”, exclame asustada.