En la mañana el barco por fin llegó a su destino, los marinos arrojaron la pesada ancla al agua, el primero en bajarse fue Agnok quien caminaba veloz sobre la playa espantando a las gaviotas ahí presentes, luego entró en la profundidad de una selva llena de árboles grandes y retorcidos, algunos de ellos tenían misteriosamente forma como de caras humanas, una corpulenta pitón descansaba encima de una gruesa raíz que se salió de la tierra, la culebra vomitó lo que parecía ser un pichón blanco en el pequeño rio que por allí pasaba.
Momentos después se escuchó un fuerte rugido que retumbó todo el alrededor, el aire tenía un olor feo similar al Azufre, parecía que se trataba de una fiera salvaje y por ende Agnok desenvainó la espada, al salir de la selva se quedó pasmado por lo que veía, no podía creer lo que sus ojos contemplaban, por eso seguía parado como estatua sin moverse en ninguna dirección, pues al frente veía un gigantesco reptil de color café claro, el cual se hallaba sobre una peña en la montaña a la par de la cascada, ese monstruo abrió sus largas alas y con su boca comenzó a lanzar imponentes llamas de fuego, la nariz exhalaba humo negro parecido al de un horno ardiente, cada garra era más grande que cualquier sable, su cabeza poseía unos cuernos filosos que apuntaban hacia atrás, cuando la horrorosa criatura vio al joven ésta comenzó a volar, la fuerza del aire que generó el movimiento de sus alas fue suficiente para tirar al monarca al suelo y arrancar varios árboles, el heredero de Adón tenía un rostro sorpresivo pero no de miedo, aquel dragón se acercaba volando cada vez más, entonces para defenderse el guerrero tiró su daga, sin embargo fácilmente fue esquivada por aquel ser que seguía arrojando anchas flamas de fuego, el príncipe corría por todos lados y saltaba arbustos para no morir quemado, de pronto todo volvió a la calma, miraba por todas partes y no encontró a su hambriento perseguidor, en los siguientes minutos siguió caminando ya tranquilo y de repente… una gigante sombra miró en el suelo, en ese instante el furioso animal se lanzó en picada sobre el osado viajero, éste arrojó la espada que se incrustó en el pecho de la bestia, ella huyó dando horribles gritos de dolor, de manera inmediata el príncipe siguió un rastro de sangre que del cielo cayó, eso lo condujo al pie de un alto volcán, al interior del mismo el dragón se introdujo para no volver a salir.
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Editado: 05.10.2019