La gran y poderosa Trixie en el exordio bajo las pirámides

En el final del Exordio - Acto II

En el cuarto de seguridad del castillo de Twilight, el panel de control del sistema comenzó a reiniciarse. En la total oscuridad, uno a uno los monitores se encendieron, iluminando el lugar con un desconocido brillo verde esmeralda.

Frente al monitor más grande, la oscura silueta de un unicornio observaba atentamente lo que ocurría.

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Todas las voces se callaron. Todo ruido cesó. Desde las grietas más diminutas hasta las cavidades más profundas.

Todos lo escucharon y se estremecieron. Entonces, una voz llegó a ellos desde lo lejos...

"AAAAAOOOOOOOOOOOOOOORHHHH"

Un rugido, tal vez un grito. Trixie y los Young-Six miraron a su alrededor, sorprendidos, confundidos y, sobre todo, angustiados. Sus ojos recorrían cada rincón, cada sombra, buscando el origen de aquel lamento que parecía emanar de todas partes y que infundía una profunda desesperación en quien lo escuchaba. Durante varios segundos, aquel grito desgarrador resonó, debilitándose hasta desvanecerse.

El silencio regresó lentamente, pero con él vino una oscuridad inusitada y perturbadora en la cocina. Nadie se atrevía a hablar. Todos permanecían inmóviles, con los corazones oprimidos, temiendo que cualquier palabra pudiera desatar un mal mayor. Segundos, largos como minutos, pasaron en completo silencio. Los recuerdos oscuros de ese día, brevemente olvidados esa tarde, volvieron a ellos, aplastando sus voluntades en un encierro sepulcral.

Pero a pesar de sus temores, no hubo más señales inmediatas, y el tiempo siguió su curso. Segundos, luego minutos, pero no ocurrió nada más.

Finalmente, con la calma regresando poco a poco, alguien rompió el silencio.

"¡¿Qué fue eso?!" exclamó Trixie, la más asustada de todos. Ninguno de los Young-Six le respondió; aún desconcertados, se miraban entre sí, como si despertaran de un mal sueño, sintiendo en el aire una inquietud que paralizaba sus movimientos y pensamientos.

Ocellus, percibiendo el peligro en sus compañeros, comprendió que debían actuar.

"Debemos salir," dijo en voz alta. Nadie la contradijo; guiados por ella, sus amigos la siguieron sin dudarlo.

Pero ya habían perdido un tiempo precioso.

Antes de que Ocellus llegara a la puerta, una sombra fugaz le cortó el paso. Se quedaron congelados en su lugar. Ocellus y el resto de los Young-Six acababan de presenciar cómo una silla se movía por sí sola hacia la puerta, bloqueando la salida. Lentamente, el grupo de amigos se giró.

Detrás de ellos, Trixie estaba de pie al lado de la mesa del comedor, igual que antes, pero sin la silla en la que había estado sentada toda la tarde. La misma silla que ahora bloqueaba la única ruta de escape.

Trixie, con una mirada tan perpleja como la de los Young-Six, leyó de inmediato las miradas que caían sobre ella.

"¡Yo no fui!" respondió nerviosa y en negacion antes de recibir alguna acusación.

Pero nadie tuvo tiempo para decir algo.

"Trumbb... Trummmbbbb... Trummmmmmmbbbbbb"

Repentinos temblores comenzaron a sacudir la habitación. Los Young-Six, sin decir una palabra, se juntaron, cubriendo sus flancos y atemorizados, miraron a su alrededor. La luz comenzaba a fallar. Las paredes del comedor se sacudían cada vez más. Los muebles comenzaron a tambalearse. La mesa y las demás sillas zapateaban fuera de control. Trixie, espantada, soltó un grito al ver cómo las tazas sobre la mesa comenzaban a girar sobre sí mismas, poseídas por una fuerza inexplicable.

"¡Amigos, qué está pasando!" gritó Yona, aterrorizada, observando cómo varios platos y cubiertos salían disparados de sus estantes y se unían a otros trastos de la habitación para formar un torbellino sobrenatural de objetos sobre sus cabezas.

En medio de todo esto, la luz en el cuarto comenzó a oscurecerse aún más, alimentando el pavor entre los alumnos.

De pronto, todos los objetos que giraban sobre ellos cambiaron su trayectoria, saliendo disparados contra los Young-Six.

"¡Abajo!" gritó Silverstream, al momento que sus compañeros cerraban los ojos y se cubrían entre ellos para protegerse del repentino ataque.

Pero el ataque no llegó.

Cuando Ocellus y los otros abrieron los ojos de nuevo, se sorprendieron al ver que todos los objetos se habían detenido en plena trayectoria contra ellos. La fuerza hostil que los había atacado había sido frenada en el último momento.

"¡Es suficiente!" gritó Trixie, furiosa, con el cuerno encendido y usando su magia para contener el movimiento de los objetos en el aire. "¡Quien está atacando a los amigos de Trixie! ¡Muéstrese!"

Pero a los bramidos de la unicornio no hubo palabras de respuesta. Solo más desconcierto.

"¡TROWWWWWWWHHHH!" Un sonido profundo e intenso estalló desde el suelo. De pronto, una sensación de vértigo se apoderó de todos, haciéndolos tambalear y caer. Sorprendida por el repentino cambio de equilibrio, Trixie también resbaló y cayó desparramada en el suelo. Lo mismo ocurrió con todos los demás objetos que tenía contenidos con su magia.

El ruido de los platos rotos y cubiertos rebotando se mezcló con el continuo crujido subterráneo que azotaba la habitación.

En medio de todo esto, algo más ocurría.

"Estamos... ¿subiendo?" exclamó Smolder incrédula, palmoteando el suelo. No solo ella, sus compañeros que estaban en el suelo también lo sentían y podían confirmar sus palabras.

Efectivamente, la habitación se estaba elevando con ellos dentro.

"¡¿Qué es todo esto?!" exclamó Ocellus, poniéndose de pie con esfuerzo junto con los demás.

"¡Mantengan la calma! ¡Ouuuuuuuuu!" ordenó Trixie, dando pasos tambaleantes e intentando no resbalar de nuevo.

La sensación de vértigo aún se mantenía presente, pero la mayoría ya se estaba adaptando. Mientras Trixie y los Young-Six se recuperaban, crujidos y ruidos extraños no cesaban de escucharse por todas partes. Gallus, que estaba más cerca de la puerta, comenzó a prestar atención a los sonidos que provenían del otro lado.




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