La guerra nunca acaba

Parte 8: Duelo "amistoso"

Ni si quiera sabes cuánto tiempo habías estado corriendo, pero te alegraba ver que al final de una cadena de árboles, emergía un pequeño monte donde estaba totalmente iluminada. Ignorando el agotamiento, corres con más ganas y llegas hasta el claro del bosque donde te esperaba tu madre.

Puedes verla parada mirando fijamente entre los arboles del bosque mientras te da la espalda. Su armadura resplandecía con la luz del sol, cegándote por unos segundos.

—Te lo agradezco —alcanzas a escucharla.

"¿A quién le habla?", estas confundida y te acercas sin decir nada.

— ¿Qué? —susurra tu madre a el bosque—. Oh excelente.

La redes y tratas de ver con quien conversaba, pero no hay nadie.

—Qué bueno que llegaste —madre alza la voz mientras se voltea a verte—. ¿Porque te demoraste tanto en llegar?

—Sí, es que Phaeris quería algo de comida y le dije que se fuera a cazar —no le cuentas del ataque.

— ¿Segura? —su tono se agrava más de lo usual.

—Si —dices con desdén.

— ¿Y ese arañazo? —señala con su dedo hacia tu cara

— ¿Qué rasg...? —te tocas la mejilla y sientes como una línea tibia de sangre emergía de ella.

No habías sentido dolor alguno mientras corrías, no sabías en que momento te habías o habían hecho eso. A lo mejor fue el lobo cuando embistió contra ti y una de sus garras alcanzo tu rostro.

—Lo mejor es que te cure eso antes de que empecemos —madre se acerca—. No quiero tener que vencerte y que luego me pongas de escusa que esto te dolía.

Ella pone se quita el guante plateado y con su mano desnuda tapa la herida. Segundos después ves como de su mano aparece un brillo cálido que detiene el punzante dolor de tu cara. Luego madre quita su mano, dejando tu mejilla sana pero con una cicatriz que seguramente hubiera aparecido en un futuro si es que sanaba naturalmente.

—Una para tu colección —dice mientras da la vuelta y se aleja de ti.

— ¿Colección? —la repites sin entender.

—De aquí en un futuro tendrás muchas más cicatrices que serán un recordatorio de todos tu derrotas en la vida. —Vuelve a ponerse su guante—. Y la derrota es un gran maestro, créeme.

Madre gira y te mira fulminantemente a los ojos. Posa una mano en la Light Piercing Sword y acaricia el mango lentamente.

—Prepárate niña —dice con voz de mando.

Algo sorprendida, usas tus dos manos para sujetar la empuñadura de tu espada y la vaina.

Estas algo asustada de lo que pueda hacer ella contra ti, temes que no se contenga y que te lastimase gravemente. Pero conociéndola no crees que ella sería capaz de hacer algo así, aun con su entrenamiento estricto, sabias que no te dejaría morir.

Solari empieza a caer y la noche reclame su lugar. La calidez del bosque se estremece y cambia abruptamente por un frio intenso que te llega a los huesos.

Tensas tu arma con fuerza y la desenvainas con una increíble velocidad.

El duelo empieza.

Coges la espada con la mano derecha, haciendo caso omiso a las enseñanzas de tu madre en usarla con ambas manos. Querías demostrarle que eras capaz de hacer las cosas bien sin tener que estar dependiendo del poder familiar que llevaban en la sangre.

Tu respiración se altera, tu mente lucha por mantener el control de tu cuerpo. No podías permitirte fallar en un momento como este.

Inclinas tu cuerpo hacia adelante, mientras abres tus piernas para ganar mayor estabilidad. Alzas tu expanda apuntado al rostro de tu madre... No, apuntas hacia el rostro de Lys Fowler. Dejas las emociones a un lado. Esta vez la familia no tenía valor. Luchabas para ti y no para ella.

Estiras tu mano libre hasta la altura del hombre y la manteniéndola entre abierta para poder repeler cualquier ataque.

Habías adoptado una postura extravagante, no estaba orientada a ningún estilo de posición que te había enseñado Lys.

Tu adversario retrocede un paso, señal de que la habías impresionado con tu osadía. Lentamente desenfunda su espada y toma una posición propia: Con la espada apunta hacia el suelo y con la otra mano se agarra de la cadera.

—Grrr... —gruñes rabiosa.

Se estaba burlando de ti, estaba inventando su posición al igual que tú. Pero eso solo haría su derrota más humillante así que no hay problema.

En instante Lys levante su espada al cielo y un resplandor fugaz emerge de él. El claro en el que se encontraban se bañó en una luz intensa, tanto que pudo haber opacado al mismo sol.

Te cubres los ojos con una mano pero era inevitable que la luz te cegara.

El oponente aprovecha ese momento para correr hacia tu posición.

"Sentidos siempre alertas", recuerdas.

No podrás ver, pero puedes oír. Puedes escuchar como las botas chocan contra el suelo y el sonido se vuelve más cercano a cada paso que da.

Dejas de cubrirte los ojos y solo los cierras. Con una mano cubres atrás, mientras que con la espada cubres el frente.

Empiezas a contar los pasos y sus distintas tonalidades. Unos suenas cercanos, pero luego escuchas como se aleja; en ningún momento se acercó a atacarte. Tu solo sigues el sonido con la punta de tu espada esperando el momento en el que los pasos dejen de sonar.

Lys sigue moviéndose a tus alrededores tratando te confundirte, pero repentinamente los pasos fueron cortados por el filo de algo que atravesaba el aire con su característico sonido que tus oídos hábilmente captaron a tu derecha.

Sin perder un segundo, volteas tu cuerpo junto a tu espada en alto para bloquear su ataque. Esperas el impacto, pero este no sucede.

Con esperanza en tu visión, abres lo ojos y con la poca visibilidad logra visualizar el filo de la Light Piercing Sword dirigiéndose directamente a tu pecho.

Desesperada te agachas y lo peor sucede....

La sangre empaña la espada de luz y atraviesa la carne como si fuera papel.



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En el texto hay: romance ligero, duelos con espadas, desarrollo

Editado: 09.07.2020

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