La Heredera

10. No hay nada más que hacer

Susana.

Reunidos todos en la mansión, tensos y excitados esperando que los abogados nos expliquen mejor lo que se dispuso en el testamento. Pensé que Kate y su hija ya habían abandonado la mansión, pero también están sentadas en la mesa con toda mi familia acompañadas por mi querido amigo Aníbal.

Bien, por lo que pude entender, yo soy la heredera legal de la herencia de mi padre, los derechos que yo he adquirido también vienen con cargas, bueno de eso se encargarán los abogados; además, yo puedo renunciar a la herencia, pero eso algo que ni de broma haría. Con respecto al estúpido Runin, él es un legatario junto a su hermano, es decir, ellos por la disposición de mi padre, tienen un legado que está bajo una modalidad y más cosas que no entendí. Pero la cuestión es que esos dos van a disfrutar del dinero de mi padre. ¡Sin ser de mi familia! ¡Así cualquiera!

Mis abuelos me piden que me calme cada vez que el señor Bruce explica sobre lo que le corresponde al Runin. Mi Abuean me dijo: «Si está permitido por la ley, no puedes hacer nada, aunque chilles>>. Parece que Abuean está de acuerdo con la situación, tampoco es como si a ella le importara demasiado el dinero, pero, por lo menos, debe mostrar que su apoyo recae en mí y eso es algo que parece nunca hará. Mi abuelo luce como de costumbre, serio y resignado. La que desencanta aquí, es Amelia que tiene un poco de felicidad, aunque la quiere esconder.

—Bien, eso sería todo. Los problemas legales y lo concerniente al testamento lo resolveré yo, así lo designó Fred. Susana, yo oficialmente soy tu apoderado —dice serenamente el señor Bruce—. Cuidaré de tus intereses, no debes preocuparte.

—Confiamos en ti, Bruce —le dice mi abuelo.

—Gracias, amigo —hace una pequeña pausa y continua—. Y ustedes niños —dice mirando a los dos hermanos Gonzáles—, tendrán como representante a Graham Sáenz, así lo dispuso Fred, están en buenas manos también.

Al mencionar el nombre de Graham, Aníbal le dirige una mirada aguda y penetrante. ¿Qué se traerán estos hermanos? No le he pregunto a Aníbal el por qué no me dijo que tenía un hermano mayor, ojalá pueda hablar con él más tarde.

El Runin está callado al igual que su hermanito, lucen muy desconfiados. Me apaciguo un poco al ver la carita de angustia del pequeño Marco. Si ya no puedo hacer nada, solo lo aceptaré. Suelto un largo suspiro, me apoyo en el respaldar de la silla y cierro mis ojos. Los abro bruscamente cuando Bruce dice:

—Todo ha sido muy lamentable, y no crean que el rápido desenvolvimiento de las acciones postmortem denotan un interés monetario de nuestra parte, somos abogados ese es nuestro trabajo. Alfred Clide ha sido mi ahijado, hijo de mi gran amigo Rodolfo, lo recordaré por siempre. Me retiraré ahora con un gran dolor en mi corazón, pero el vínculo que aún nos une no se va a romper ni debilitar, más con los años se hará más fuerte. Sin embargo, queda una última voluntad por cumplir, nuestro querido Alfred dispuso como condición en el testamento, que doña Amelia debía vivir en la mansión junto a Ray y Marco Gonzáles —se escucha un murmullo provocado por mis abuelos—.  En todo caso —agrega el señor Bruce mientras aclara su garganta—, bastará solo uno, pero si doña Amelia se negara y Ray también, los hermanos Gonzales ya no será legatarios, lo que quiere decir que perderán el derecho a la porción disponible que Alfred mismo les reservó.

—¿Qué? ¡Otra mierda! — ¡Ups! me tapo la boca de golpe— Este digo... ¿Cómo que mi padre me quería dejar con desconocidos? —. Creo que todos ya se acostumbraron a mis arranques de emoción violenta y pasan por alto eso. Estoy gustosa con la idea de vivir con Amelia, pero con esos hermanos, ni hablar.

El señor Bruce observa a Amelia y a los hermanos Gonzáles esperando una respuesta—¿Qué deciden? —observo como el Runin mira a Amelia.

—Yo muerta salgo de mi rancho —ya me lo esperaba, así es Amelia. ¡Un momento! Si el Runin se niega yo puedo acrecer sus partes de la herencia. Eso me parece justo ya que desde un comienzo él no se merecía nada y podré ser la heredera universal.

—Entonces... Yo viviré aquí —dice algo temeroso el Runin, su hermano le recrimina, pero él le recalca que es por su bien—. No comprendo del todo, Marco, pero esto es como una oportunidad para sacarte adelante, quiero que estudies y seas un profesional, pero no podré conseguir el dinero para ello. Esta es nuestra oportunidad.

Me sorprendo por sus palabras. Nadie habla y yo me impaciento.

—Bien, todo está conforme entonces —dice el Gelado, va y estrecha la mano de Runin —desde ahora trabajaremos juntos, Ray.

El estúpido Runin le sonríe con alivio. Mis abuelos paternos se levantan y despiden; Kate, Zorraya y Aníbal hacen lo mismo. Él me hace una señal con la mano como despedida. ¿Cuándo se irán estas de mi casa? El señor Bruce llama a Amelia a un costado y el Gelado viene a mi dirección llamando a los hermanos Gonzáles para ir a la sala.

Nos explica cómo serán las cosas, con lo cual yo no estoy de acuerdo. Primero, Marco se irá con Amelia, vivirá en ese pueblo hasta que termine la secundaria. Recibirá, al igual que Amelia, una renta mensual. Por otro lado, el Runin vivirá aquí conmigo hasta que se gradué de la universidad, por ende, debe estudiar y postular a una, si no lo hace perderá el legado. Eso es lo más fundamental de todo.




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