Susana
Bueno, el calor humano es algo que necesitaba, pero no de cualquier humano. Por todo ese espectacular tiempo en llanto, él debe saberlo perfectamente, aun así, me está abrazando y dando golpecitos en la cabeza con suavidad. ¿Es tu obra buena del día, Gelado?
—Sabes que eso no es necesario —mascullo sin sonar totalmente molesta por su acción.
—¿Segura? —cuestiona. Para dejárselo claro, tomo sus brazos y los dejo a los lados de su cuerpo.
Susana no tiene fuerza ahora para pelear, solo quiere comer lo que Runin preparó e irse a dormir, ¿está bien Gelado?
—No me abraces si no te he dado permiso —le digo mirándole a los ojos.
—Tranquila, eso no volverá a suceder —dice mientras esboza esa sonrisa socarrona irritante.
A continuación, él abre la puerta y Runin aturdido pregunta con insistencia si algo malo ha pasado. Graham le tranquiliza diciéndole que era un recado del señor Bruce, y en seguida, la mamá Runin nos invita a comer. Me comenta que Aníbal no vendrá hoy, seguro que con Soraya lejos, no le urge venir al departamento, ¿no era que estaba aquí por mí? De cualquier forma, es un alivio.
—Una menos —dijo Graham sonriendo—. Solo falta que mi hermano y luego ustedes se vayan.
—Eso suena como si nos estuvieras echando —inquiero—. Pero si nos vamos, tú serás el primero en extrañarnos.
—Es verdad —añade Ray—. Aunque, tal vez, extrañes mi comida más que a mí.
—Eso es indiscutible —bromea el Gelado.
Haber, haber, muchacho. ¿Qué mosca radioactiva te ha picado que ahora muestras tus pensamientos?
Es algo que no puedo pasar por alto porque es tan raro. Por impulso, le hago gestos a Runin para hacerle notar lo hablador que está el Gelado hoy; sin embargo, pareciera que a él no le disgusta eso, así que no me presta atención. Pero esos momentos tienen final. Luego de esa amena cena, cada uno toma su camino.
A la mañana siguiente, todo transcurre con normalidad. Me gusta esa calma que hay después de la tormenta. Hace tiempo que no me despertaba sin lágrimas en los ojos. ¿Tanto he llorado que he secado mis lacrimales?
Estoy de tan buen humor que he aceptado la propuesta de Gus Gus para que venga a verme en el recreo. Todo un año siendo ignorado por mí y aun así jamás ha dejado de tratando bien. Como me lo dice siempre Lisbeth, no debo ser así con los chicos que tienen interés en mí, porque ni siquiera sé lo que piensan o sienten al ser ignorados, pero ahora, con qué suficiencia puede hablarme si ella ha rechazado tan cruelmente a Runin.
Hoy parece que el ánimo de los integrantes del cuadrado perfecto es magnífico. Bruno tiene nueva novia, Lisbeth está en el puesto diez y Runin subió al dieciocho. Y yo estoy feliz por ellos. Tendrías que escuchar las cosas disparatas que dice Bruno, te dejará riendo por un buen rato. Así la pasamos en la clase de Aritmética, escondiendo nuestras risas y comentando nuestras opiniones sobre la Playlist de Runin.
En el recreo, no sabía cómo despegarme de los chicos para que no se enteren de que Gustavo vendría a verme. Tenía planeado encontrarme con él en el coliseo y pasar charlando con el en la media hora que tenemos de descanso.
—Lisbeth —le susurro—, ya vengo voy al baño a cambiarme.
Lisbeth asiente y me dice que me guardará asiento.
Camino en dirección al Coliseo, un poco ansiosa no lo niego. El chico está diferente. Gustavo ha crecido y ha cortado su cabello, sus facciones siguen siendo delicadas e infantiles, aun así, tiene lo suyo.
—¿Cómo estás?
—Bien —le respondo.
—Que bien y… ¿Cómo estás? —vuelve a replicar y yo río por lo nervioso que está.
**
Ray.
—Hay una tajada de pastel de chocolate en el mostrador, si Susana no se apura lo perderá.
—¿El envoltorio dice “mi dulcería favorita”?
—Sí —me responde Bruno.
Entonces me levanto para ir a comprarla. Esa mujer es capaz de chillar si se pierde una tajada de esas.
—Ya se ha demorado demasiado —escucho decir a Lisbeth a mis espaldas.
Es cierto, Susana le dijo que iría al baño, pero ya a ha pasado más de veinte minutos. ¿Estará mal del estómago?
Le pido a la señora la tajada de pastel de chocolate y mientras ella prepara el cubierto y la servilleta, veo a un grupo de niños cruzar el corredor gritando el nombre del auxiliar. Eso llama la atención de muchos jóvenes y algunos comienzan a caminar hacia el coliseo. Es frecuente que los chicos de grados inferiores llamen al auxiliar por ayuda cuando se produce algún incidente que ha alcanzado los golpes entre ellos es por eso que no me atrae ir a ver esos espectáculos que al final terminan siendo un recuerdo bochornoso para los pequeños involucrados. Con la porción de pastel regreso a mi asiento, pero ni Lisbeth ni Bruno están allí. Entonces, regreso al aula pensando que se han adelantado; sin embargo, Luis me intercepta, sorprendido y casi a rastrándome, me pide atolondradamente que lo acompañe al Coliseo, ha habido una pelea y Susana Clide es la culpable.
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Editado: 16.02.2024