Farah Hernández
Pasaron unos meses los cuáles fueron muy intensos al principio, pero luego se calmaron las cosas. Dastan y Lara lo habían dejado, y eso supuso un revuelo en el instituto ya que eran los más populares y los tenían en el punto de mira.
Dastan y yo manteníamos una relación de amigos, pero nos distanciamos mucho a raíz de lo que pasó aquel día y nos volvimos muy fríos el uno con el otro. Sofía seguía con David, y con los demás nos llevábamos bien, si surgían planes de amigos pues tenía que verle la cara a Dastan sí o sí. No podía escapar de él.
Estábamos en diciembre y la navidad estaba a la vuelta de la esquina. Era la primera navidad que no pasaba con mi padre, y eso me revolvía los sentimientos ya que las navidades eran muy importantes en mi familia. Llevaba mucho tiempo sin saber de él, aún no me contestaba a los mensajes e incluso le escribí al número que él me dió por si había alguna emergencia y ni ese me hacía caso.
Mi plan de navidad era quedarme en casa y estar viendo Netflix mientras comía chocolate a más no poder, porque tengo que admitirlo; quería que Dastan fuese mi regalo de navidad pero no se puede tener todo en esta vida. No podía sacarlo de la cabeza, y verlo todos los días me dolía demasiado. Aunque evitase mis sentimientos hacia él, era imposible sacarlo de mi cabeza.
De golpe sonó mi móvil que hizo que me saliera de mis pensamientos.
— Farah, ¿cómo estás? —era Sofía, se la notaba más feliz de lo normal, y cuándo eso pasa, es que algo está tramando— Que te iba a decir… ¿Haces algo este sábado?
— Pues no, estoy libre, a no ser que mi padre venga de sorpresa con un ramo de cien rosas en forma de disculpa por ignorarme durante todo este tiempo, cosa que dudo bastante —dije seria y con tono irónico— Si, soy toda tuya.
— ¡Perfecto! David ha organizado una fiesta de navidad en su casa este sábado a las ocho de la tarde, habrá cena y alcohol por supuesto. ¿Te veo allí?
— Allí nos vemos.
Desde hace tiempo Sofia y yo tenemos la sospecha de que Dastan está conociendo a una chica, el problema es que nadie sabe quién es ni de dónde ha salido, lo más raro es que ni sus amigos quieren decirnos quién es.
Decidí ponerme el vestido más sexy que tenía en mi armario. Yo no quería aceptarlo, pero estaba realmente enamorada de Dastan y en mi cabeza no entraba el hecho de que estuviera conociendo a otra chica. Me puse un vestido negro corto con transparencias en la zona del pecho y decorado con perlas que brillaban. No soy muy fan de los tacones, pero esa noche lo requería ya que iba a ahogar todos los pedazos de mi corazón roto en alcohol.
Llegué a casa de David y ahí estaba Sofía esperándome, con un vestido azul marino y una chaqueta de plumas blanca.
— ¡Dios mío, estás preciosa! —gritó mientras venía corriendo a abrazarme—.
— Gracias, supongo que la noche lo requiere.
Mientras estábamos hablando yo intentaba buscar a Dastan con la mirada por todos lados y no lo veía. Había tanta gente que se me hacía imposible localizarle. Fuimos a buscar unas bebidas y media hora después lo vi aparecer cómo el Hércules que él era. Llevaba unos pantalones de traje y una camisa blanca ajustada dónde se podía notar claramente su pasión por el deporte. Podría tirarme horas contando los cuadrados de su abdomen igual que podía llegar a oler su perfume desde diez kilómetros. No iba solo. Iba acompañado de una chica rubia, no mucho más alta que él. Me recordaba a Lara y era lo contrario a mi, parecíamos la noche y el día.
— ¿Quién es esa zorra? —dijo Sofía mientras le lanzaba una mirada asesina a la chica—.
— Supongo que nuestras sospechas son ciertas —suspiré mientras le daba un sorbo a mi bebida— Está con otra. Si que se olvida rápido de las personas.
— Vamos a hacer que se arrepienta de dejarte de lado amiga.
Bebí demasiado ya que no quería pensar en él; quería sacarlo de mi mente cuánto más rápido mejor. El simple hecho de pensar que estaba con otra me comía por dentro, y una de dos; o me ponía a llorar -por culpa del alcohol- o esa noche mataba a alguien. Y la mejor opción es la primera.
Estaba bailando en el jardín, pasándolo bien, cuando de repente noté que alguien me agarraba de la cintura y bailaba conmigo. No llegué a girarme pero notar sus cálidas manos en la única capa de ropa que tenía era relajante y placentero, así que le seguí el juego.
— Hola Farah —me susurró al oído, haciendo que cada pelo de mi cuerpo se erizara por completo y perdiese todos mis sentidos.
— Sí pero, ¿quién eres?
— Nadie interesante. He visto que estabas triste y no podía dejarte así en una fiesta cómo esta. ¿Vamos a unos bancos más apartados de todo el mundo? Así estamos más tranquilos y me cuentas qué te pasa.
Acepté, y me fuí con él aún sin saber quién era. Pero su presencia era agradable y no me sentí incómoda en ningún momento. Recuerdo que era rubio, alto y musculoso, y que llevaba un polo azul oscuro junto con unos pantalones negros ajustados en los que se podía notar claramente que era un chico atlético. No sé si iba demasiado borracha y cachonda, pero me parecía bastante atractivo.
Mientras hablábamos empezó a tocarme las piernas con sus dedos congelados haciendo que un suspiro de aire junto con aroma a vodka de caramelo saliese por mi boca. Nuestras miradas chocaron y joder, realmente era guapo. Fue acercándose poco a poco hacia mi, mientras apartaba un mechón de pelo de mi cara y lo posaba junto a mi oreja. Podía notar su respiración acelerada, y su aliento rozando mis labios.
— ¡Eh, tú! ¡Quítale las manos de encima!
Automáticamente nos separamos e intentamos mirar a lo lejos quién se acercaba. Esto tenía que ser una broma.
— Déjanos en paz Dastan, aquí no pintas nada. Vuélvete con tu querida novia, no vaya a ser que te esté echando de menos. —lo dije en un tono bastante sarcástico, era lógico que me molestara que estuviera con otra, y creo que lo único que quería era ponerle celoso.