La hija de Lucifer.

Capitulo 7.

Recuerden aquella vez, en donde por un fragmento de segundo; lo cual parece ser nada, dudaron sobre su propia existencia, sobre su importancia, en el que notas un enorme y poderoso nudo en el estómago, ya que descubres que eres “poco”, que no hay una solución, que comparado con la vida de algún amigo, la suya parece haber sido hecha por el mismísimo demonio.

El mayor enemigo es nuestra mente, nadie mejor que él sabe nuestros miedos, nuestras debilidades, nos ha visto en cada instante de nuestra vida, nos puede recordar lo que somos y lo que siempre seremos, incluso lo que nunca vamos a ser. Ninguna persona nos puede hacer tanto daño más que nosotros mismos.

Ahora recuerden ese instante en el que todo, absolutamente todo valía la pena, cuando vagabas por tu casa y lo convertías en un maravilloso castillo con nada más que tu imaginación tan infinita, o cuando sacabas una buena nota y corrías directo a los brazos de tu madre o padre para demostrárselo, en el momento parece poco, pero, ¿y cuando ya no se puede hacer? Cuando ya no está tu madre para decirte lo orgullosa que está de ti, cuando ya no tienes la suficiente imaginación para ver lo bueno, cuando eres un simple adulto pesimista, cuando caes en la rutina, o cuando te enteras de algo que desvanece toda tu vida en unos pocos segundos…
 

Mi vida siempre fue una mentira, y a decir verdad, la confusión me está estrujando las entrañas, pensar que era alguien, lo tenía controlado, tener una vida, y después no saber quién eres. Es agonizante, te golpea de un segundo a otro, normalmente los golpes más fuertes en la vida son la muerte de otra persona, pero ¿y cuándo tú eres el que mueres? No soy la misma, y nunca fui la persona que creí ser. Una humana, algo que absolutamente todos nosotros somos en la tierra, dejando de lado otras especies, yo, Amelia, no lo soy.

Desperté con un fuerte dolor de cabeza, una vez que abrí los ojos, unos preciosos ojos color azul intenso me saludaron, muy por dentro sabía que estaba cayendo en la tentación de querer verlo siempre, nadie podía negar que estaba tremendamente… ¿guapo? No, hermoso. Esa es la manera de describir a un ángel. 

 

Caí en cuenta de lo que había intentado hacer.

 

Un miedo acompañado de un escalofrío me atacó de un momento a otro. ¿Dejar a mis hermanos, a mi madre? Mi mejor amiga y amigo no podrían haberlo superado, mi madre habría caído en depresión, mis hermanos tendrían que cuidarse solos, sin comida, sin dinero. ¿Pero qué me  había pasado? Esa no era yo.
 

Miré con pena a Zaid, éste me miraba con una ceja enarcada, se estaba mordiendo las mejillas internas, lo cual asentó más sus increíbles pómulos, bajo las sombras sus pestañas y cabello rizado parecían ser hechas a mano, suspiré disimuladamente.

 

Una vez que me encontraba sentada en mi cama, ninguno habló. La mirada de Zaid solo había permanecido en mí durante el segundo en el que desperté, después, quedó viendo a otro punto fijo, con la misma expresión, pero ésta vez con ambas cejas fruncidas, todo eso mientras yo lo veía directamente a él.

 

Después de cinco minutos, hablé.

- Lo lamento, no sentía que fuera yo, todos pensamientos me  golpearon de la nada y... – dije mientras intentaba no titubear. Fue casi inesperado mi comentario, en un tono meticulosamente bajo. Pero paré al notar que él no me ponía atención.

 

  • Zaid, hablo ense…- comencé de nuevo, pero éste, sin siquiera parpadear ya tenía su dedo encima de las comisuras de mis labios, insinuando que guardara silencio. Su dedo permaneció ahí durante más tiempo del debido.
  • ¿Por qué lo hiciste? – preguntó monótonamente.

Me tomó tres segundos analizar que me estaba hablando.

  • Por miedo, creo, yo solo… - alzó una ceja, me relamí los labios para seguir - no soy humana, Zaid. No valgo nada en ésta tierra, tú eres un ángel pero proteges humanos, todos valen y yo soy un fenómeno, ¿comprendes?
  • La  verdad es que no.

La habitación quedó en silencio. Zaid se levantó, y en una sublime mirada se quitó la playera blanca que traía puesta, fruncí el ceño.

  • Dices que soy “perfecto”, ¿no es así?

Comencé a abrir y a cerrar la boca, diciendo cosas ilegibles.

Una vez levantada por completo su playera, la tiró al suelo con desinterés. Tuve que poner las palmas en mi boca para no lanzar un sonoro grito, su cuerpo, tenía todo tipo de cicatrces.

Ahora las alas de hace unos momentos, aquellas que volaron a través de los cielos para rescatarme, estaban haciendo presencia. Enormes, y eran la completa definición del color blanco, preciosas, elegantes.

Zaid volvió a sentarse, pero ahora en mi cama, en lugar de la silla a mi lado de hace un rato.

  • Amelia, esto soy yo. No soy perfecto, nadie es perfecto, ni los mismísimos ángeles lo son, y menos lo vas a ser tú. Quiero que entiendas, que los ángeles tenemos un defecto, o virtud, como sea que lo quieras ver; no podemos odiar, el odio no habita en nosotros fácilmente, a menos de que Dios nos expulse del cielo nosotros tenemos ese instinto. No te puedo odiar por haber intentado matarte Amelia, lo que puedo sentir ahora, porque quiero que me entiendas, quiero que me sientas, es pura tristeza, porque una gran persona como tú, es más que un simple humano, quiero que entiendas eso, que yo, tú ángel, te cuidaré a como dé lugar, y en cualquier situación, porque estoy a tus ordenes, quiero que me veas como soy, quiero que sientas lo que yo siento – puso mi mano en su pecho, ahí estaba bombeando un corazón, una extensa ola desconocida para mí se ubicó en el pecho. Comencé a temblar -, así como yo siento lo que tú. Mi virtud como ángel guardián es poder saber lo que siente la persona que cuido, y sé que sientes miedo, es por eso que yo también lo siento, porque quiero saber lo que eres, quiero que estés bien, te quiero aquí, Amelia. He estado pecando por saber tu origen, para saber el porqué, y si es necesario lo seguiré haciendo. Te he fallado, Amelia, pero juro – sostuvo su mirada en la mía, sus impenetrables ojos azules, completamente misteriosos estaban dilatados -, que siempre haré lo que quieras, si quieres que deje de investigar de dónde vienes, lo haré. He sido malo, egoísta, ya que solo investigaba tu origen para saber si no eras un peligro para mí y mi reputación en el cielo, para cuidarme el pellejo, para no irme al infierno, pero Amelia, cada vez que te veo, siento que ir al infierno vale completamente la pena, quiero que te sientas segura conmigo, no quiero que sientas miedo a lo que te enfrentas. Siempre te protegeré Amelia, cueste lo que cueste.




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