La hija de mi amigo

8. Débil.

 

Lo que vi era un hotel, parecía un lugar familiar y no me equivoqué cuando vi a una pareja acercarse a Jacobo. 

Me pregunté cuánto tiempo llevaría Jacobo trabajando en ese hotel familiar ya que pude darme cuenta de que esa pareja le tenía mucho aprecio. 

 

— ¿No te arrepentirás de dejar tu trabajo aquí? — Le pregunté a Jacobo una vez que él abrió la puerta de su dormitorio con la llave. 

 

— Tengo que regresar a casa con ustedes. — Me respondió y miró a Deva en mis brazos. — No he sido la mejor persona ni el mejor padre. 

Debía darle un aplauso por darse cuenta de lo mal padre y lo mal amigo que era. Mis padres siempre lo habían tratado como parte de la familia, en ocasiones incluso provocando que tuviera celos por ello, aunque luego siempre pensaba en que Jacobo no tuvo la misma suerte que yo al ser adoptado por una familia. 

 

— Mamá. — Me llamó Biel que me agarró de la falda del vestido. — Tengo pipí. 

Jacobo abrió la puerta de su dormitorio y cogiendo a Deva de mis brazos me indicó rápidamente que entrara. 

 

— Gracias. — Dije agarrando a Biel de la mano y entrando en el dormitorio, era una habitación de tamaño normal y tenía los muebles necesarios. 

 

— Jacobo, he traído algo de comida para tu familia. — Escuché afuera de la habitación. — Tienes una familia hermosa. 

Entré con Biel al cuarto de baño, una zona pequeña pero con todo lo necesario para una sola persona, había una ducha, un lavabo simple y un inodoro. Lo necesario. 

 

— Después de que hagas pipí comerás lo que esa amable mujer ha traído. — Le hablé a mi hijo y mi hijo Biel me miró. 

Seguramente se estaría preguntando qué estábamos haciendo en ese lugar, y la verdad es que yo también me lo preguntaba. Jacobo podía haber venido él solo a por sus cosas, era fin de semana y estaba haciendo de todo menos descansar. 

 

 

Jacobo preparó su equipaje mientras yo aproveché para salir con los niños que, después de haber almorzado, estaban revoltosos. 

Los llevé a un parque que había cerca del hotel, allí Biel rápidamente se puso a jugar con unos niños de su edad y yo me senté en uno de los bancos con Deva en mi regazo, la pequeña me miraba y sonreía cuando le hablaba. 

Jacobo y yo debíamos convivir juntos bajo el mismo techo si quería tener a Deva conmigo. 

 

— Tu padre es un caradura, se cree que puede vivir con nosotros porque sí. — Hablé poniendo a Deva mirándome. 

Ella solo sonreía a mis palabras, era una bebé tan linda que había robado el corazón a toda la familia. 

 

— Hola. — Escuché y miré a Jacobo que se acercó, extendiendo un caramelo en su mano. — No es tan amargo como tú pero eso es bueno, podría endulzar tu carácter el día de hoy. 

¿Se atrevía a llamarme amargada? Eso era lo que quiso decir con amargo… Será idiota. 

 

— No me gustan los caramelos. — Dije y Jacobo se sentó a mi lado. — Y no soy ninguna amargada. 

 

— No he dicho que lo seas. — Contestó Jacobo, agarrando la mano de Deva. — Pero, podrías por lo menos alegrarte de verme, aunque sea mentira. 

 

— Como me voy a alegrar cuando desapareces sin más y apareces luego un año después diciéndome cosas que no tienen ni pies ni cabeza. — Comenté seria, mirando a Deva que se agarró a mi abrigo. 

 

— Mamá. — Me llamó con ojitos llorosos. 

¿La niña habría sentido la incómoda que tenía cuando me encontraba con su padre? Era algo que no podía evitar y más desde la noche anterior, cuando se atrevió a pedirme que me casará con él. 

 

— Todo está bien, Deva. — Le dije a la pequeña que se agarraba aún más fuerte con sus manitas a mi abrigo, aún llevando sus guantes de lanas puestos. 

 

— ¿Quién ha dicho que lo que dije no tiene sentido? — Pronunció Jacobo. — Lo que ocurre es que ha podido parecerte rápido pero, yo llevo pensando en ello mucho, muchos años. 

De nuevo estaba hablando de más, no entendía lo que quería decirme con eso, ¿Muchos años? Muchos años eran los que yo llevaba enamorada de él, un sentimiento que rompió mi relación con el padre de mi hijo… 

Una noche, tras haber acostado a nuestro hijo, Mateo me agarró de las manos y me dijo a la cara que nunca estuve enamorada de él, que lo usaba para superar un amor unilateral. Por entonces, llegué a pensar que Mateo fue un miserable por decirme todo lo que él tenía en su corazón pero… Era yo la que lo estaba utilizando, era yo la miserable. Que ironía, ahora estaba sentada en un banco con el destinatario de mi amor unilateral, con su hija en mi regazo y volviéndolo a escuchar repetir las mismas palabras que la noche anterior. 

 

 

Después de acostar a los niños y darme un relajado baño, preferí hacer como si Jacobo nunca hubiera abierto su boca con esa propuesta de matrimonio. 

 

— Acércate, te sacaré el cabello. — Me dijo Jacobo cuando salí de la cocina con una taza con leche en mis manos. 

Jacobo se encontraba en el sofá y sostenía en sus manos un secador, no quería ser grosera con él pero, no sabía en qué estaba pensando. 

 

— No soy una niña para que me seques el cabello. — Contesté molesta, porque debía comportarme como siempre lo había hecho antes, las cosas ya no estaban igual y tampoco parecía que Jacobo quisiera lo mismo.

Jacobo extendió su mano, esperando que se la agarrara, con la sonrisa hermosa y de amabilidad que continuamente tenía. 

 

— Ven aquí, no seas tonta. — Me dijo y haciendo una mueca agarré su mano. Jacobo se rió y mi corazón se agitó nervioso. — Podrías coger un resfriado mientras duermas con el cabello mojado. — Apreté su mano y él sonrió. — Vaya, que fuerte. 

 

— Gracioso. — Dije apretando de nuevo su mano y él tiró de mí, haciendo que yo cayera en el sofá y la taza en el suelo, rompiéndose y derramando la leche. 



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En el texto hay: familia, hijos, amor

Editado: 02.01.2023

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