La hija de mi amigo

12. Mismos sentimientos.

 

Jacobo aparcó mi coche en un paraje y mirando por la ventanilla del coche observé como las hojas de los árboles se movían. ¿Por qué Jacobo me ha traído hasta un lugar como ese? 

Jacobo se desabrochó el cinturón y abrió después la puerta de su lado, saliendo y cerrando tras hacerlo. 

 

— ¿Qué estamos haciendo aquí? — Pregunté una vez que Jacobo abrió la puerta de mi lado. — ¿Qué es lo que quieres enseñarme en un lugar tan alejado? 

 

— Solo espera un momento. — Me dijo extendiendo su mano. Me desabrochó el cinturón del coche y agarré su mano. — Prometo que te gustara. 

Miré mi calzado, no era un lugar apropiado para ellos, unos tacones en suelo de campo… suspiré 

 

— Está bien, pero podrías sacar del maletero mis zapatillas. — Le pedí, con su ayuda salí del coche y Jacobo asintió. 

Lo vi caminar hacia la parte trasera del coche y abrir el maletero, allí tenía guardada las zapatillas que utilizaba en la guardería. Miré hacia arriba y pude darme cuenta de que se veían las estrellas, un manto negro con pequeñas luces brillando… Era realmente hermoso, ¿sería esto lo que Jacobo quería que viese? 

 

— Las zapatillas. — Escuché a Jacobo que se agachó frente a mí y sujetándome un pie me quitó el zapato. 

Me parecía un momento vergonzoso y a la vez una situación que nunca pensé vivir con él, si no se tratara de mi propia vida diría que estaba viendo una escena de novela. 

 

— ¿Y qué es lo que me quieres enseñar? — Pregunté, intentando controlar mis pulsaciones que estaban yendo muy rápido. 

 

— Ahora te lo enseñaré, no seas impaciente. — Dijo Jacobo, haciendo lo mismo con mi otro pie. — Una vez allí pienso pedirte de nuevo matrimonio. 

Jacobo levantó la cabeza y sus hermosos ojos castaños penetraron los míos. De nuevo estaba con eso del matrimonio… ¿qué tenía que hacer al respecto?

 

Lo seguí por un camino en medio del paraje, íbamos agarrados de la mano y cuando Jacobo se paró choqué con su espalda. 

 

— ¿Qué pasa? ¿ya hemos llegado? — Pregunté mirando su espalda. Jacobo se giró hacia mí, señalando con su otra mano un mirador. 

 

— Vamos. — Me dijo y tiró de mí, llevándome, mostrándome las luces de la ciudad uniéndose con el cielo estrellado. — ¿Qué te parece? 

 

— Hermoso. — Susurré soltando su mano y acercándome hasta una barandilla de piedra del mirador, apoyando mis manos allí observé la ciudad con todas sus luces y el cielo absorbiendo el infinito, un completo mar de luces. 

 

— Me gusta venir aquí cuando me encuentro deprimido o preocupado por algo, me hace sentir tranquilo mirar todas esas luces y saber que mis seres queridos se encuentran ahí abajo, siendo parte de esta maravilla. — Habló Jacobo parándose a mi lado. 

Me estaba dando a entender que el tiempo que había estado desaparecido él había acudido a menudo a ese lugar. 

 

— Gracias por compartir conmigo el lugar que te hace sentir tranquilo. — Contesté y Jacobo colocó una de su mano sobre la mía. 

 

— Adi… — Pronunció mi nombre. — Como te he mencionado antes. — Jacobo se inclinó, haciéndome sentir su respiración en mi cuello. — Me gustaría que por fin aceptaras mi propuesta de matrimonio. 

Me eché hacia atrás, apartándose con el corazón en un puño. 

 

— De verdad estás decidido a casarte conmigo, Jacobo, nosotros… — Dije y él me besó de pronto. Lo sentí por completo, no solo el baile de su lengua con la mía, sino también cuando sus manos me rodearon de la cintura y me pegó a él. 

 

— No digas que no. — Obtuve una súplica de su boca, mi respiración y la suya iban a la par. 

 

— Jacobo. — Susurré y Jacobo pegó su frente a la mía. 

 

— Di que sí. — Coloqué mis manos en su pecho lo aparté mirándolo a la cara. 

 

— Para casarme contigo primero… ¿dime por qué? — Pregunté y su expresión era de desesperación. — Que me mires así no cuenta. 

 

— Adi, siempre me has gustado. — Fue lo primero que dijo. — Según íbamos creciendo empezaste a gustarme más y más… Era algo que no podía permitir así que, cuando empezamos la Universidad empecé a alejarme de esos sentimientos que tenía hacia ti. 

 

— ¿Sentimientos hacia mí? — Pregunté y Jacobo me asintió. 

 

— No podía permitirme enamorarme de la hija de las personas que me estaban ayudando. — Me contó Jacobo. — Así que cuando Eira me confesó sus sentimientos decidí tener con ella una relación y alejarme cada día más de ti. 

Pero, eso era una tontería, los dos crecimos en el mismo orfanato y aunque fui adoptada, eso no ocurrió hasta tener yo la edad de once años. 

 

— Y ahora, ¿qué ha pasado para cambiar de decisión? Jacobo, sigo siendo la hija de las mismas personas. — Hablé molesta y Jacobo agarró mis manos. 

 

— La diferencia es que no quiero estar más tiempo alejado de ti. — Contestó. — Adi, me darías la oportunidad de ser mi esposa. 

Jacobo pasaba de querer ser amigos, como hermanos, a que fuera su esposa. La diferencia era muy grande. 

 

— Jacobo… — Susurré y mi mirada se fue a su lunar en forma de luna. — Y si nos arrepentimos de esta decisión. 

 

— No lo haremos, nos gastamos desde hace muchos años. — Habló convencido de ello, de nuestros sentimientos. 

Siempre había querido que Jacobo tuviera los mismos sentimientos que yo por él pero, ahora que me estaba diciendo que también los tenía… me parecía que era irreal. 

 

— Vale, está bien, Jacobo, me casaré contigo. Nos daremos una oportunidad. — Respondí temerosa. 

Jacobo tiró de mí y me acercó a él, abrazándome fuerte. 

 

— No te arrepentirás. — Susurró y levantó la cabeza mirándome, mostrándome una sonrisa que hacía estremecer mi corazón. — Pienso demostrarte todo el amor que te he ocultado durante toda mi vida. 



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En el texto hay: familia, hijos, amor

Editado: 02.01.2023

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