Ranmaru se encontraba en un estado que no había experimentado nunca. La sensación de estar sumergido en un profundo sueño, se mezclaba con pequeños ruidos que parecían venir de la realidad. Muchas pesadillas acudieron a él. Amigos que había perdido en el incendio, venían a atormentarlo completamente desfigurados y ensangrentados. Luego, desaparecían súbitamente y la sombra de Nene asomaba como un fantasma. Parecía querer decir algo, pero al abrir la boca, no salía sonido alguno. Ranmaru la llamaba, pero enseguida se desvanecía.
La única sensación que le recordaba que no estaba muerto, era el olor de un perfume. Era un olor ligero, que a veces desaparecía, pero enseguida volvía. No era capaz de asociarlo con nada conocido pero, queriendo saber a quién pertenecía, se obligó a sí mismo a abrir los ojos.
Lo primero que vio fue un techo de paja de una simple casa. Al mover un poco la cabeza, vio a una mujer de espaldas que parecía preparar algo. En un primer momento pensó que era Nene. El kimono simple y oscuro que llevaba le era completamente desconocido, pero imagino que lo usaría para pasar inadvertida. Sin embargo, se llevó una sorpresa al ver a otra chica. También era joven, aunque un poco más mayor que su amiga. Esta se había girado un momento para atender la comida del fuego. Luego, sus miradas se cruzaron por un segundo y ella se acercó, volviendo ese olor que lo desconcertó en sueños.
Le tembló la voz al decir aquello y rápidamente volvió a la comida para que no la viera llorar. Sin embargo, el joven no le prestó atención. ¿Quién era el joven que estaba con Nene? ¿Cómo había sido tan imprudente de confiar en alguien? Toda clase de horrores pasaron por su mente. Aquel desconocido podría haberla raptado, asesinado o cualquier otra cosa. ¿Acaso no había aprendido la lección de lo ocurrido en la capital? Quizás estaba exagerando las cosas. Saki había dicho que su acompañante también parecía preocupado. ¿Quizás no fuera un enemigo? ¿Nobutada quizás?
Tsuneoki observaba a Nene que caminaba en completo silencio a su lado. Todavía le parecía increíble lo rápido que los había encontrado. Cuando consiguió que alguien lo llevara a la otra orilla del lago, estaba avanzada la mañana. Al poner el pie en tierra firme, el silencio reinaba en el lugar. ¿Realmente podrían estar muertos? Pensaba mientras avanzaba por las calles. Cuando llego a la escalinata y vio los cadáveres, le quedo claro que todo estaba perdido. Se disponía a buscar algún superviviente, cuando escucho una voz. Sonaba desesperada y aterrada. Debía ser la única persona que quedaba allí, por lo tanto debía ayudarla y conseguir noticias.
Abrió despacio la puerta, pero esta chirrió y el silencio reino en el interior. Echo una rápida mirada y solo vio a un joven tirado en el suelo. Al principio no lo reconoció, pero mientras avanzaba se dio cuenta que era Ranmaru. Se precipito hacia él. ¿Estaba muerto? ¿Dónde estaba la voz que había oído? ¿Podría ser Nene? No tuvo tiempo de reaccionar cuando una katana apareció pegada a su cuello. Lentamente levanto la cabeza y miro a su enemigo. Suspiro aliviado al reconocer a Nene. Estaba salpicada de sangre, sucia y completamente asustada. Ella tardo unos segundos en reconocerlo. Rápidamente tiro el arma al suelo y se arrodillo a su lado.
El joven le pidió a Nene que terminara de limpiar la herida y saco un pequeño tarro que tenía en una bolsa de viaje. Por suerte, siempre llevaba algo de ungüento encima, ya que nunca sabía cuándo le podría ser útil. Sobre todo, cuando iba al campo de batalla. Además de entrenar para la guerra, los samuráis aprendían pequeñas nociones de fitoterapia, para ser capaces de auto curarse. Los ungüentos que preparaban eran muy básicos pero completamente validos en casos de urgencia.