Ignis
No sabía cuál era la razón por la que me sentía tan cansada. Quizá era producto de la frustración, o quizá de la tristeza que me producía saber que estábamos perdiendo tiempo. Uno que yo no podía malgastar.
Si tan sólo me hubiese hecho caso...
No. De nada me serviría continuar estando enfadada. Sólo debía volver a la ubicación dónde seguiría Daveth y sacarlo de allí. Hacía un rato que la noche había caído, por lo que debía acompañar mis pasos con una llama de fuego flotante a mi costado.
No había sido fácil reunir lo necesario para sacarlo. En el Bosque de los anhelos y en el Bosque de los cedros silbantes existían unos árboles especiales cuyas ramas eran flexibles y resistentes. Los llamábamos linus, y era muy parecido a los árboles llorones. Encontrarlos me costó un rato, y crear una cuerda con esas ramas me llevó un rato más. Después caí en la cuenta del dolor en el tobillo de Daveth, así que tuve que ir a por unos frutos especiales con los que podría hacerle un ungüento para que le pudiera bajar la hinchazón. Y así era como había caído la noche.
Había aprendido a conocer cada tramo de estos bosques, aunque por la noche siempre se me dificultaba guiarme. Sentía que estaba llegando cuando escuché un grito no muy lejos. Era Daveth.
Agarré con fuerza la cuerda que había hecho a base de ramas y me eché a correr. Un sonido chirriante para cualquier ser vivo cruzó el aire y supe al instante que Daveth estaba en peligro. Corrí todo lo rápido que pude, con él la llama siguiéndome hasta que lo vi.
El tetrógalo se hallaba a centímetros del agujero, observando en su interior. La respiración se me quedó atascada en la garganta, pero ya era demasiado tarde, porque me había escuchado. Alzó su cabeza y volvió a emitir aquel sonido tan desagradable. Abrió su enorme boca y mostró el millar de dientes con los que despedazaba a sus presas.
En cuanto echó a correr hacia mí llevé mi mano libre hacia delante e hice que la llama que me había estado iluminando todo el camino se convirtiese en un poderoso torrencial de fuego que lo rodeó al instante. Sus chillidos de dolor no le hicieron frenar cuando quiso abalanzarse hacia mí. Conseguí esquivarlo, mas logró alcanzarme con algunos de sus dientes. Caí al suelo, pero reuní todo mi poder para que el fuego terminara de matarlo.
Cuando dejó de chillar y de retorcerse, hice que todo aquel fuego se redujese a una simple llama flotante. Solté un suspiro y pasé una mano por mi frente, estaba sudando. Al ayudar a levantarme con el brazo sentí el tirante dolor en la zona en la que sus dientes habían conseguido herirme.
Me acerqué al agujero y cuando asomé mi cabeza, pude respirar de alivio cuando vi a Daveth sano y salvo. Estaba sentado en el suelo, algo más manchado de barro que la última vez que lo vi. Su goma de raíces se había perdido por el camino, así que tenía su cabello suelto y despeinado.
—¿Me has echado de menos?
Parecía confuso. Me miraba fijamente, sin siquiera parpadear.
—Has vuelto.
—Por supuesto que he vuelto. Ese era el plan, ¿no? —dejé caer parte de la cuerda— ¿O es que te has encariñado demasiado de esta fosa?
Sin responder, se levantó con algo de dificultad y cojeó hasta agarrar la cuerda. La escrutó detenidamente, mas no se paró a preguntar. Hice fuerza con mi cuerpo hacia atrás cuando comenzó a trepar. Mi brazo derecho palpitaba de dolor. Cuando consiguió agarrarse al bordillo, lo agarré yo misma y lo ayudé a terminar de salir.
Su mirada buscó la mía cuando ambos nos quedamos sentados, uno enfrente del otro. Tragó saliva. Seguía molesta, pero eso no me impidió elevar una de mis comisuras cuando lo analicé con detenimiento y vi que no tenía ninguna herida más.
—No lo entiendo —comentó con la respiración algo agitada—. ¿Por qué has vuelto a por mí?
—Ese era el plan.
Daveth me miraba como si estuviera loca, como si lo que acababa de hacer no tuviera lógica. Como si volver a por él hubiese sido un error.
—Pero...
—Un momento. ¿Pensabas que te había dejado tirado?
Su silencio valió más que mil palabras. ¿Debía sentirme mal ante la idea que se había hecho de mí? ¿O mal por él?
—Podías haber aprovechado esta oportunidad. Podrías haberme dejado aquí tirado.
—¿Eso es lo que querías? ¿Que te dejara aquí?
—¿Qué? No, claro que no.
—¿Entonces? —escruté sus ojos oscuros. Mis facciones se endurecieron cuando entendí sus pensamientos—. Pensabas que te había dejado tirado porque soy una bruja, ¿verdad? Porque somos rastreras y traidoras.
—No, quiero decir...Yo...—sacudió su cabeza, como si no consiguiera ordenar sus palabras— Tú me odias y...
—No te equivoques, Daveth. Te detesto a ratos. Me pones de los nervios muchas veces. Pero no te odio como para dejarte aquí tirado a tu suerte.
Por cómo me miraba, parecía seguir sin comprender por qué había vuelto a por él. Lo observé detenidamente, con el barro seco en su rostro, su pelo despeinado y sus grandes pupilas. No sólo parecía un animal inofensivo, también un niño confundido.
—¿Tú lo habrías hecho? —quise saber—. ¿Me habrías dejado aquí?
Tomó una gran bocanada, como si darme la respuesta le supusiera un gran esfuerzo.
—No sería lo correcto.
—No hablo de lo correcto, Daveth. Hablo de lo que tú habrías hecho. ¿Me habrías abandonado?
Apretó sus labios.
—No lo sé.
Asentí con la cabeza. Tampoco esperaba más de él, aunque debía admitir que no haber escuchado un "sí" ya me suponía un gran avance.
—Tenemos que irnos.
Enrosqué la cuerda en mi cintura para llevárnosla y le ayudé a levantarse. Pasé uno de sus brazos por mis hombros y comenzamos a avanzar a un ritmo lento debido a su cojera. No tardamos mucho en llegar a una cueva que rato antes había visto.
Cuando se dejó caer en el suelo, yo me senté a su lado para examinar su tobillo todavía hinchado.