La Hija del Diablo

20. Volando hasta el punto más alto

Ignis

 

Bastó un parpadeo para que la oscuridad desapareciera y me encontrara en medio de un enorme y lujoso salón. Frente a mí se extendía una mesa alargada de madera llena de todo tipo de manjares que hicieron rugir a mi estómago. No fue hasta que vi quién se hallaba sentado en el otro extremo que entendí lo que estaba pasando.

Esbozó una sonrisa y me señaló la silla que tenía justo delante.

—Por favor, siéntate.

—¿Qué estás haciendo?

Agarró su copa de vino y la movió con elegancia para hacer girar el líquido rojo.

—¿Qué estás haciendo tú, Ignis? —Sus ojos tan naranjas como los míos me helaron en el sitio. Su sonrisa desapareció—. Te he pedido que te sientes.

No iba a sentarme. No podía perder el tiempo charlando con él. Analicé el comedor, el decorado de las paredes, las cortinas rojas de exquisito material. Necesitaba encontrar algo entre todos aquellos lujos que me sirviera para escapar de esa ilusión.

—Ignis. —Fue un siseo, pero se escuchó por toda la sala—. Siéntate.

Debió de perder la paciencia porque, cuando vio que no tenía planeado seguir sus órdenes, la silla se movió sola y mi cuerpo cayó sobre ella con una fuerza que me robó el aire. Después se acercó a la mesa lo suficiente como para tener el borde de esta clavado en las costillas. Por mucho que intenté mover mis manos de los reposabrazos, no pude hacerlo.

—Déjame ir —bramé con una creciente ira.

—¿Por qué? —Fingió un gesto de confusión poco creíble—. ¿Vas a rechazar este buen gesto que he tenido para ti?

—No quiero nada que venga de ti.

Mi contestación tiró de las comisuras de sus labios hacia arriba. Su rígida sonrisa me dejó claro que no le había gustado en absoluto mi tono de voz. Dejó la copa sobre la mesa y se levantó de su silla. Me tensé en mi sitio cuando comenzó a caminar hacia mí.

—¿Por qué tienes tanta prisa? ¿Tienes planes mejores que cenar conmigo?

Estaba furiosa. Y no sólo eso. Estaba angustiada. Demasiado. Pero hice todo lo posible por que no se notara. Necesitaba salir del trance y volver a la realidad. Necesitaba ayudar a los demás a enfrentar a los animales oscuros que sin duda alguna nos había enviado el hombre que cada vez se acercaba más.

Cuando llegó a mi lado me agarró de la barbilla y alzó mi rostro para que lo mirara. Controlé las ganas que tenía de arrancarle los dedos de un mordisco.

—¿Estás enfadada conmigo?

Hice fuerza con mi cuello para zafarme del agarre de su mano, pero solo conseguí que sus dedos se clavaran más en mi piel hasta el punto de hacerme daño. Su mandíbula se tensó.

—Eres cruel, Ignis.

La piel de mi barbilla palpitaba cuando me soltó. Agarró algunos de los tantos cubiertos que tenía delante de mí y estiró sus brazos hacia un plato de carne. Cortó un trozo y lo acercó a mi boca.

—Pruébalo.

Sellé mis labios con fuerza, sin dejar de mirarlo a los ojos. Su mirada chispeó con furia.

—No me gusta rogar, Ignis —dijo antes de volver a agarrarme de la barbilla con fuerza—. Pero se me da increíblemente bien hacer suplicar a las personas. —Acercó el tenedor a mis labios—. Abre la boca y cómetelo. No me hagas repetírtelo.

No sabía qué podía ocurrir si seguía provocando a su paciencia, así que desistí y abrí la boca. Metió la comida en mi boca con delicadeza. Mastiqué y me tragué la carne de mala gana. Con su dedo pulgar limpió la salsa que se había ensuciado una de mis comisuras y seguidamente se lo llevó a la boca. No logré disimular mi mueca de asco.

—¿Ves como puedes ser obediente?

—¿Qué quieres de mí?

—Deseo muchas cosas de ti, pero empecemos por la principal. —Se hizo un hueco en la mesa y se sentó—. ¿Te has pensado ya mi propuesta?

—¿La de unirme a ti? —Una carcajada se escapó de mis labios—. Ni en tus mejores sueños.

Tensó una sonrisa.

—Creo que no comprendes las ventajas que te puedo ofrecer.

—Nada de lo que puedas ofrecerme me interesa —le espeté.

De repente movió su brazo para apoyarlo delante de mi plato y acercarse a mi rostro. Tiró la copa de vino pero poco le importó, tenía toda la atención fija en mis ojos. Con su rostro tan cerca del mío no podía negar lo evidentemente bello que era. Su belleza era fácil de admirar hasta que mostraba a través de sus ojos los deseos oscuros que luchaba por esconder.

—Tienes algo que me interesa —dijo en voz baja—. Podemos colaborar juntos.

—Si piensas que podría trabajar contigo estás jodidamente loco.

Sonrió de forma retorcida.

—Ignis, te aconsejaría que escogieras bien tus palabras.

Una puerta de la que no me había dado cuenta se abrió lentamente. Gritos comenzaron a sonar al otro lado de esta. Mi poder rugió con fuerza, anhelando quemar al hombre que tenía a pocos centímetros de distancia.

—¡Ignis! —exclamó a lo lejos una voz conocida—. ¡Despierta, por favor! —El bullicio de fondo me heló la sangre—. ¡Mierda, Ignis!

El hombre sonrió con más ahínco. Sabía que haciéndome escuchar esos gritos de desesperación iba a conseguir desmoronarme por completo.

—Me pregunto qué será de ellos sin tu ayuda. —Separó su rostro del mío para mirarme mejor, como si quisiera degustar mi expresión de horror—. No creo que duren mucho con tantos de mis animales. En menos de cinco minutos todos esos humanos estarán muertos.

Eso no podía ocurrir bajo ninguna circunstancia. Yo misma les había prometido que los mantendría a salvo. No podía dejarlos morir. Si eso llegaba a ocurrir… No. Esa posibilidad no cabía en mi cabeza.

De repente, entre los gritos se abrió paso una risa. La risa dulce de una niña. El cuerpo de él se volvió rígido cuando se giró hacia la puerta. Sus ojos brillaron todavía más. La risa se hizo cada vez más fuerte, como si se acercara a nosotros. Parecía haberse perdido en lo más profundo de sus pensamientos.



#14567 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.