La hija del lobo feroz

El leñador

Un hombre con barba y bigotes, de cabello castaño, ojos azules, vestido de leñador y de gran altura, caminaba por el bosque con un rifle en manos.

Se dice que en ése bosque nadie dentra por que es acechado por un temible lobo solitario que reclamó todo el lugar como parte de su territorio.

Cuando era niño la historia decía que era el territorio de una bruja, pero ahora al parecer la historia fue cambiada y era un lobo.

No sabía cual era verdad o sí una lo era, lo único que sabía es que era su deber acabar con cualquier posible amenaza que pueda acercarse a su familia un día.

El hombre oyó leves sonidos y camino lentamente, evitando hacer ruido mientras preparaba su arma.

Luego de días, al fín había dado con algo.

El hombre se asomó por unos árboles con cuidado y vio con sorpresa como una pequeña niña rubia con caperuza roja, juntaba flores en una canasta en la cual tenía un oso de peluche adentro y los parajos volaban alrededor de ella como sí nada, sin temerle.

El hombre salió de su escondite, haciendo que los pájaros huyan y la pequeña que estaba de cuclillas, levantó la mirada para ver al hombre.

Los dos quedaron mirándose fijamente por unos segundos, sorprendiendose el hombre por ver que la niña sólo parecía tener un ojo, y ella volvió a mirar hacia abajo para continuar recogiendo flores, como sí nada.

El leñador sonrió nervioso y se acercó a la pequeña para ponerse de cuclillas delante de ella, agarrar una flor y dársela.

-¿Qué hace una niña pequeña como tu, sola en este peligroso bosque? ¿Dónde están tus padres? ¿Ellos saben qué estás aquí?- preguntó el hombre de manera amable.

Esmeralda se puso de pie y retrocedió, intentando no parecer asustada por ver a otra persona.

-Yo... el bosque no es peligroso, yo vivo aquí, mi casa esta no muy lejos y no estoy sola, quien me acompaña esta cerca.- respondió la rubia, intentando ser educada pero no pudiendo ocultar sus nervios.

El hombre se puso de pie y le mostró su arma, de la cual seguramente ella tenía miedo.

-No te preocupes, no es para hacerte dañó a ti, es para cazar a un lobo malvado que la gente dice que vive en este bosque.- exclamó el ojiazul mientras sonreía para que ella se calme.

Esmeralda al oír éso, fruncio el ceño y miró al hombre enojada.

-El señor lobo no es malo, es bueno y siempre me cuida a pesar de que aveces me portó mal.- aclaró la pequeña, no estando dispuesta a oír ésas mentiras.

El hombre dio un suspiro profundo mientras negaba.

La imaginación de los niños era tan grande que ésa pequeña decía ésas cosas.

-Será mejor que regreses a casa o con quien seas que estás por éstos peligrosos lugares, antes de que caiga la noche.
Me relaja saber que viven en el bosque y no les pasa nada, pero me preocupa ver tanta confianza para dejar a una pequeña niña sola.- dijo el hombre, acariciando la cabeza de la pequeña, su caperuza, mientras seguía con su camino.

Esmeralda sólo lo vio alejarse con enojó y le sacó la lengua antes de agarrar su canasta con flores.

¿Quién era el mentiroso que decía que el bosque era peligroso y que el señor lobo era malvado?
Todo éso era una mentira y ella lo sabía, el bosque ahora era su hogar y el señor lobo era incapaz de hacer algo malvado.
.

.
El sol estaba empezando a ocultarse y Esmeralda iba regresando a su casa, la cual a diferencia de antes, ahora estaba ya más arreglada ya que el lobo decidió hacerlo.

-Señor lobo, ya volví.- dijo la pequeña, mirando sobre uno de los techos de donde se oían ruidos.

De arriba, se asomó el hombre que estaba algo sudado por haber estado trabajando todo el día y miró a la niña humana con el ceño fruncido.

-¿Se puede saber dónde te habías metido, mocosa?
Claramente te dije que me dejes trabajar en paz y vayas a jugar, no te dije que te pierdas en el bosque.- exclamó el hombre mientras iba donde estaba la escalera para bajar.

Fácilmente podía bajar de un saltó, pero sí lo hacía, ésa niña iba a querer imitarlo.

-Pero no me perdí, sí me hubiese perdido no estaría de regresó.- aclaró la ojiazul, viendo como el hombre se acercaba a ella.

El lobo con forma humanoide, como estaba cansado, prefirió no discutir éso o le doleria la cabeza.

-Mira mocosa, mejor terminemos aquí que no estoy de humor ya que estuve casi una hora buscando otro martillo ya que el que tenía, desapareció.- dijo el hombre.

La pequeña al oír éso, agachó la mirada, haciendo que el rubio frunza el ceño.

Olía, apestaba a culpa y se veía a culpa.

-Que curioso, el martillo desapareció al mismo tiempo que tu te fuiste.
¿No es éso curioso, mocosa?- preguntó el hombre, agachadose un poco con sus brazos cruzados mientras Esmeralda parecía hacerse más chiquita por la culpa.

De su canasta con flores, metió la mano y de debajo de todas ésas flores sacó el martillo que tenía una cara dibujada.

El hombre al ver éso le quito el martillo lo más rápido posible.

-¡¿Por qué rayos llevaste el martillo y más cuando me viste ocupandolo?!- preguntó con enojó.

Ésa niña estuvo como una hora viéndolo usar el martillo, así que no entendía por que se lo llevo.

¿Será qué lo quería desafiar, siendo tan sólo una mocosa?

-Es... es que el señor martillo me pareció lindo y lo llevé a conocer el bosque.- respondió la pequeña, jugando con sus manos.

-¿De dónde rayos un martillo es... ¿sabes qué? Mejor olvidemos esto y vamos adentro.- dijo el hombre, sin querer seguir con ésa rara conversación mientras lanzaba el martillo a un lado, dejando las herramientas que usó para guardar después.

Pero aún así, ¿por qué a ésa niña le parecía lindo un martillo? ¿Tenía complejo de Thor?

El lobo con forma humanoide sintió un raro aroma y miró a la pequeña que caminaba a su lado.

¿Qué es ése aroma raro que desprendía ésa niña?
Era un raro aroma a... un enemigo.

-Mocosa, ¿de casualidad te encontraste con alguien en el bosque?- preguntó el hombre, con seriedad.



#14001 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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