La hija del lobo feroz

A limpiar

Esmeralda se encontraba caminando por ésa inmensa casa, yendo de un lugar a otro, buscando algo.

El lobo estaba acostado en el sofá de la sala, disfrutando la tranquilidad hasta que sintió como ésa niña se acercaba y fruncio el ceño.

-Señor lobo, ¿dónde escondió mi peluche?- preguntó la pequeña, revelando qué era lo que buscaba.

-No sé.- respondió el hombre de manera cortante.

No tenía ganas de lidiar con ésa niña ahora, sólo quería disfrutar de su paz.

La pequeña al ver que el hombre no le daba atención en lo mas mínimo, fruncio el ceño, apretó sus puños y le dio un golpe al hombre en las costillas.

-¡Oye! ¡Te digo que yo no fui!
¡A lo mejor tu tonto peluche se aburrió de ti, cobró vida y se fue!- gritó el hombre, sentándose.

Obviamente ése golpe ni le dolió, pero no iba a permitir que ésa cría humana se pase de la raya.

Esmeralda lo miró fijamente, claramente enojada pero al ver que el hombre no cambiaba su mirada de seriedad, empezó a lagrimear.

El rubio al ver éso, apretó sus dientes, sonido algo molestó por ver a ésa niña casi llorando.

¿En qué momento se volvió tan débil?

-¡Argh! No llores, vamos a buscarlo.- exclamó el lobo con forma humanoide, poniéndose de pie mientras apoyaba una mano en la cabeza de la niña por uno segundo para que la siga.

La rubia, mas animada, siguió al hombre.

El señor lobo tenía un olfato excepcional, así que seguramente encontrarían su peluche enseguida.

Los dos pronto se quedaron parados en medio del pasillo, viendo como su hogar era un desastre, habiendo telarañas y polvo por cada rincón.

-¡Achi!

Y Esmeralda estornudo por la inmensa cantidad de polvo en el aire, haciendo que el hombre dé un suspiro con fastidio.

-Supongo que va siendo hora de que limpiemos esté lugar.- exclamó Terence.

Limpiar era su actividad menos favorita y lo evadia lo máximo posible pero quizás ya no tenía opción.

-¿Y sí mejor nos mudamos?- preguntó Esmeralda, viendo como una enorme rata paseaba caminando delante de ellos, con una cucaracha sobre su espalda.

Ésa noche tendría pesadillas.

-Me tientas, pero no, debemos limpiar y cuando digo debemos, tu también lo harás.- aclaró el hombre, con seriedad.

Los humanos solían ser buenos limpiando así que quizás ésa niña le sería útil.

Esmeralda se fue corriendo a buscar algo a la habitación donde dormían y pronto regresó con un gran delantal blanco puesto y una rosa en manos.

-¿Qué es éso?- preguntó el rubio, con su ceño fruncido.

Recordaba que Esmeralda quiso comparar ésas cosas aquella vez que fueron a comprarle ropa, pero no sabía que eran exactamente.

-Un delantal, también tengo uno para el señor lobo.- respondió la rubia, algo animada mientras extendía el delantal rosa que tenía escrito "chico malo" en el interior de un corazón.

Terence contuvo sus ganas de decir una grosería por ése atrevimiento.

¿Será qué ésa niña sabía leer o fue obra de la mujer que los atendió aquel día?

-No me voy a poner éso y quítate el tuyo que es muy grande y te vas a caer.- dijo el hombre, dando una advertencia.

El delantal de ésa niña era mucho mas grande que ella, así que lo pisaba.

-No se preocupe, no me voy a... ¡oh!

Y antes de que pueda terminar de hablar, Esmeralda cayó al suelo de cara.

-¡Pff!

Y Terence siento como es, se contuvo la risa.

La pequeña se arrodilló con su frente roja y su ojo lloroso mientras veía con enojó al lobo.

Los hombres eran unos tontos, no debían reírse de una mujer, jamás, sin importar si era niña o grande.

-¿Qué? ¿Vas a llorar por golpear tu tonta cara y no me vas a ayudar?- preguntó con una sonrisa burlona el lobo con forma humanoide.

-No... yo... voy a ayudar y no voy a llorar.- respondió Esmeralda, aguantando las ganas de llorar.

Sí fuese su mamá la que la veía caer, seguro iba a estar apuñalando al suelo, pero el señor lobo sólo se reía de ella como todo un insensible, pero debía aguantar éso por su peluche perdido.

Siendo agarrada por debajo de los brazos, fue puesta de pie por el hombre que sonreía levemente.

-Entonces a limpiar.- exclamó el ojiazul de manera raramente amable.

-Sí, a limpiar, voy a limpiar todo muy bien, más rápido y mejor que el señor lobo.- exclamó la pequeña con emoción mientras ignoraba el dolor que aún sentía por la caída.

En su cabeza sólo pasaba la imagen del señor lobo dandole gracias mil y una vez por ser tan buena limpiando, y preparando algo delicioso para que coma.

Ahora sólo debía hacer realidad su imaginación.
.

.
Tres horas después.

Terence veía con el ceño fruncido como Esmeralda dormía profundamente en medio del pasillo bien limpió que él tuvo que limpiar sin ayuda de nadie.

-No sólo rompiste cosas de porcelana y el vidrio de una ventana, haciendo el trabajo más difícil, ¿ahora duermes cómo sí nada, en medio del pasillo?- preguntó con fastidio.

Estaba muy enfadado con ésa pequeña, pero...

Dando un suspiro profundo, se agachó, le dio su peluche a Esmeralda quien lo abrazo dormida y la alzó en brazos para llevarla a dormir cómodamente en la cama.

-Me preguntó sí todos los niños pueden dormir donde sea, cuando se les da la gana.- murmuró el hombre, algo cansado y con hambre.

Quizás Esmeralda no le ayudo e hizo su trabajo mas difícil, pero al menos ahora no se aburrió tanto limpiando.

Los humanos eran un dolor de cabeza, pero podían ser algo divertidos aveces.



#13995 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.