La Hija Del Olvido

Capítulo cuatro. ¡Le habían robado!

¿Qué carajos le pasaba?, cuestionó su lado racional y quiso remediarlo… o eso intentó.

—¿Vas a llevártela cargando hasta la desviación? —No es que pesara mucho, pero estaban a la mitad de su destino, empezaba a anochecer y a pesar de su forma arisca de tratarlo, Kalen quería seguir escuchándola… por eso soltó lo primero que se le vino a la mente, aunque sonara estúpido.

—A menos que intercambiemos de vehículos… es obvio que sí, me la llevaré cargando. —Soltó en un tono irónico.

—¿Y por qué no? —Kalen trotó para alcanzarla hasta llegar a su lado, ella lo miró sin entender su pregunta, así que volvió a explicarse—. ¿Por qué no podemos intercambiar de vehículo?

Y por primera vez escuchó la carcajada más hermosa, la cabeza de ella se echó hacia atrás, sus ojos se cerraron y aunque la oscuridad no le permitía mirar con claridad, quería creer que sus mejillas se teñían de rosa. Descubrió que quería conocer el color de su cabello, su textura, ¿será lacio u ondulado? Y ese casco no se lo había quitado, más ese enorme gabán no le permitía ver nada.

—Tu sí que estás loco, hombre… ¿Cómo crees que vamos a intercambiar? —Aún mantenía su sonrisa y él también lo hizo, sonrió a la par—. No me conoces, ¿así eres siempre… tan raro?

—No… solo que el camino es largo, ya es de noche y es obvio que no vas a subir a mi auto. —Se rascó su escasa barba, intentando no verse como lo llamó, un loco o en los peores de los casos, un pervertido como lo insinuó hacía un rato.

—Por supuesto, no me voy a subir…

—No hay muchas opciones… y no me voy a ir sabiendo que te quedarás sola en medio de la nada y ahora sí te encuentres un pervertido.

—Siempre he estado sola, sé arreglármelas.

—Pero hoy no, estoy yo ahora… —Nunca había acompañado a nadie, no de la forma que se sintió esa declaración. Ser el soporte de una persona, la única que podía necesitarlo era su madre y nunca se lo permitió… Ella siempre se mostró fuerte, a pesar de su enfermedad. Cuando él intentaba ayudarla, cuidarla y los dolores eran insoportables, lo alejaba, diciendo que todo estaba bien, que para eso tenía enfermeras a su cuidado, que se enfocará en lo importante. Lo había preparado a que se resignara a perderla, el cáncer pronto le consumiría la vida y cuando eso sucediera, él debería irse en vez de quedarse a vivir el duelo, junto a su padre—. Nos estamos alejando de mi auto…

Ella bajó un poco el ritmo de su caminata, parecía dudar… era obvio que no iba a aceptar, pero Kalen rogaba en su interior que cambiara de opinión. Aunque igual si decía que no, la acompañaría caminando sin importar que después, él sería el que regresaría solo… Vio como soltó un suspiro y se detuvo para mirarlo y decirle…

—Tira las llaves. —Ahora era él quien no entendía qué quería decir—, sí, hombre… lánzalas hacia la dirección de tu auto. Tú te quedas aquí o adelántate, en lo que yo voy por tu auto… —Ahora era él quien la miraba con la ceja en alto, perecía que desconfiaba, pero en realidad, estaba asimilando que había aceptado—. Lo tomas o lo dejas…

Y sin pensar en más nada, sacó sus llaves y las arrojó…

Y esa mujercita le tendió la bicicleta, se quitó el casco y se lo arrojó para tomar las llaves, sus pies no tardaron en despejar para correr, parecía que disfrutaba la situación, como una niña que le dan un caramelo por primera vez y lo toma para ser feliz. Por mucho tiempo, Kalen añoraba las noches, podía estar solo con sus pensamientos… pero hoy, hoy deseaba que no hubiera oscurecido, anhelaba que por primera vez ese camino estuviera iluminado para poder apreciarla, perderse en esos rizos que alcanzó a ver eran de color dorado… o por lo menos haber dejado las luces de su auto encendidas.

Tal vez sí estaba loco o el término de estúpido le vendría mejor porque se quedó como uno al verla pasar en su auto como una feliz ladrona. ¡Le habían robado! Y ni siquiera eso podía decir porque él fue el tonto que le ofreció las llaves…

Hasta que la vio detenerse y asomar su cabeza para que pudiera apreciar esos hermosos rizos.

—¿Qué esperas? Muévete, hombre…

Kalen empezó a caminar, cargando la bicicleta y negando ante tanta desfachatez, pero sobre todo porque ella ya no era la misma de hacía unos minutos, se veía menos… ¿Arisca?

¡Hola!

¡Logró bajarle un poco la guardia!

¡Gracias! Sé que lo repito tanto, pero es difícil de asimilar todo... ¡Solo ha pasado una semana!

¡Qué locura! Sus comentarios son de gran ayuda, pondré lo mejor de mí para darles un poco más, tal vez no sea diario... ya veremos.

Las leo...

Un abrazo virtual: Dria York.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.