1. ME LLAMO ALMA SINGER
Cuando nací, mi madre me puso el nombre de todas las muchachas de un libro que le regaló
mi padre, La historia del amor. A mi hermano le puso el nombre de Emanuel Chaim, por el
historiador judío Emanuel Ringelblum, que en el gueto de Varsovia enterraba botes de leche
llenos de testimonios, y por el violonchelista judío Emanuel Feuermann, uno de los grandes
prodigios musicales del siglo XX, y también por el genial escritor judío Isaac Emmanuilovich
Babel, y por su tío Chaim, que era muy gracioso, un gran humorista que hacía morir de risa a la
gente y que fue abatido por los nazis. Pero mi hermano se negaba a atender por ese nombre. Cada
vez que alguien le preguntaba cómo se llamaba, él inventaba algo. Usaba quince o veinte
nombres. Durante un mes estuvo refiriéndose a sí mismo en tercera persona con el nombre de
señor Fruto. El día en que cumplía seis años, tomó carrerilla y saltó por una ventana del primer
piso, tratando de volar. Se rompió un brazo y le quedó una cicatriz en la frente, pero desde
entonces no le llamamos por otro nombre que Bird, pájaro.
2. LO QUE NO SOY
Mi hermano y yo solíamos jugar a este juego: yo señalaba una silla.
—Eso no es una silla —decía.
Bird señalaba la mesa.
—Eso no es una mesa.
—Eso no es una pared —decía yo—. Eso no es un techo. —Etcétera—. No está lloviendo.
—¡No tengo el zapato desatado! —chillaba Bird.
Yo me señalaba el codo.
—Esto no es un rasguño.
Bird levantaba la rodilla.
—¡Esto tampoco es un rasguño!
—¡Esto no es una tetera!
—¡No es una taza!
—¡No es una cuchara!
—¡No son platos sucios!
Negábamos habitaciones enteras, años, fenómenos atmosféricos. Un día, en el apogeo de
nuestros gritos, Bird aspiró y chilló a voz en cuello:
—¡Yo! ¡No he sido! ¡Desgraciado! ¡Toda la vida!
—Si no tienes más que siete años —le dije.
3. MI HERMANO CREE EN DIOS
Cuando mi hermano tenía nueve años y medio, encontró un librito rojo titulado El libro de los
pensamientos judíos dedicado a mi padre en su bar mitzvah. En él se hallan recopilados
pensamientos judíos bajo epígrafes tales como «Cada israelita tiene en sus manos el honor de
todo su pueblo», «Bajo los Romanof» e «Inmortalidad». Al poco tiempo de haberlo encontrado,
Bird empezó a usar una kippah de terciopelo negro, sin importarle que no se le ajustara bien y se
le ahuecara por detrás de un modo ridículo. Y le dio por seguir a todas partes al señor Goldstein,
el portero de la Escuela Hebrea, que refunfuñaba en tres lenguas y cuyas manos dejaban más