En cuanto a mi padre Don Antonio, no hay mucho que pueda decir de él, un hombre común, sencillo, un poco tosco, sin educación, abandonado por su familia desde muy chico sobrevivió en las calles, no se mucho de sus orígenes solo lo que me fue transmitido, mi madre decía que procedía de un pueblito andino al occidente de la capital donde residíamos, mi madre tenía muchas hermanas y hermanos por lo que tuve muchos tíos, pero por parte paterna no conocí ni a un solo integrante de la familia. Extraño dirán! No se de sus antecedentes familiares, como eran sus rasgos físicos, sus valores, costumbres, pero si puedo decirles que en los ojos y en la mirada de mi padre siempre estaba presente una nostalgia, una añoranza, una inquietud y una incertidumbre permanente que no se disipaba jamás.
Mi padre era obrero, tenía manos y dedos muy gruesos pero a diferencia de mamá a veces nos sorprendía con un abrazo o una pequeña caricia en el pelo.
A Don Antonio le gustaba reunirse con sus amigos todos los viernes a charlar y tomarse algunos tragos como recompensa por la jornada de la semana. Regresaba a casa muy contento y cargado de regalos y presentes comestibles para su princesa eterna o sea mi madre.
Durante mucho tiempo su jornada de trabajo era diurna y durante la noche le agradaba ver la tele con su maraca como el solía decirme, a todos sus amigos lees decía; Ely es la maraquita de la casa, luego entendí que quería decir que era la más pequeña o la última de su prole.
A mi padre le gustaba mucho realizar largas caminatas. A donde quiera que se dirigía si le era posible lo hacía caminando creo que fue un legado que me dejó porque a mí también me gusta mucho caminar.
Al igual que mi madre Don Antonio tampoco mostro mucho interés en mis estudios ni en los de mis hermanos, en serio, que pasaba por la cabeza de estos seres, era como si no se preocuparan por el mañana, para ellos la vida era muy básica y no exigían mucho de la vida. Ahora que lo pienso todos parecían vivir en un eterno letargo, hasta mis hermanos, no tenían proyectos de vida.
El único día que vi a mi padre muy pero muy feliz fue en mi acto de grado como bachiller, no recuerdo ningún otro momento como ese.
Luego de un tiempo ya a punto de su jubilación cambio su jornada a nocturna y por supuesto todo el día dormía y por las tardes se iba a trabajar. Así pasaron sus años, desconectado, apático, melancólico siempre mirando hacia el horizonte esperando algo que lo salvara de su rutina de su día a día, de su indiferencia. Poco a poco su salud fue menguando, estuvo al lado de mi madre hasta que ella no pudo más, una de mis hermanas cuidó de el por dos años hasta que el eterno enamorado de doña Estela falleció producto de un infarto al miocardio.
Siempre lo recordaré como un hombre misterioso, enigmático, que pudo haber ofrecido mucho más en esta vida, que pudo involucrarse un poco más con sus hijos y dejar profundas huellas pero que simplemente escogió mantenerse al margen y ver los toros desde la barrera.