La Historia de Ely

Mis primeras oportunidades

Durante la época de vacaciones escolares, fines de semana y navidad trabajaba en una zapatería local a cambio de un pequeño ingreso que me asignaba el dueño de la misma el cual era destinado a ayudar con mis textos y útiles escolares.

En una oportunidad a la edad de 16 años conseguí un empleo de medio tiempo en una fundación sin fines de lucro, era una institución prácticamente financiada por un grupo de  damas de la alta sociedad, en la cual funcionaba un hogar de cuidado infantil o mejor conocido como guardería, un pre-escolar y un hogar que albergaba a chicas adolescentes que se encontraban en estado de gravidez o embarazo y que habían sido echadas de sus hogares al enterarse la familia de la condición de las mismas. 

 Yo no tenía una actividad o función específica sino que solía ayudar en cualquiera de estas áreas donde se me necesitara, a veces atendía el teléfono, convocaba a las socias a reunión,  a veces ayudaba con los bebes  de casa-cuna y otras tantas ayudaba como asistente de maestra en el preescolar.  También ayudaba a la enfermera encargada a llevar las tallas, pesos y controles de las futuras madres. Allí estuve alrededor de seis meses y todo el ingreso que percibía se lo entregaba a mi madre a fin de ayudarla con mis gastos de estudio.

Fue necesario que me cambiara de liceo porque en el que estaba solo impartían educación hasta el 3er. Año del C.B.C. (Ciclo Básico Común)

Esto repercutió en mi trabajo de medio tiempo porque el nuevo liceo me quedaba muchísimo más lejos así que tuve que abandonar la asociación. Mientras tanto en casa todo permanecía igual o a veces hasta peor.

 

 Pasaron dos años que para mí fueron como siglos,   culminé mis estudios de bachillerato e inicié con mi preparación a nivel profesional, escogí una carrera corta, técnica, de tres años de duración.

Cuando los problemas se intensificaron tome un empleo de jornada completa y cambié mi horario en el instituto universitario por horario nocturno, comencé este nuevo trabajo a los fabulosos 18 años como  asistente de oficina y telefonista  y le puse más empeño a los planes que había programado. Decidí ahorrar todo el dinero que me fuera posible para tal fin.

Mi nuevo empleo era un consorcio de empresas manejadas por varios ingenieros y arquitectos, el personal por lo general era en su mayoría personas mayores de cuarenta años y hasta personas de la tercera edad, las únicas personas jóvenes eran el mensajero interno Edwin, la asistente contable Jessenia y yo.

 

Al   principio me costó mucho entablar  una relación de amistad con Bertha, una señora de  56 años, soltera, con una posición un poco más privilegiada por ser la tía de uno de mis jefes la cual ocupaba el cargo de secretaria de presidencia.

Esta  persona era bastante ruda, amargada, regañona,  nada le agradaba y esto no era solo conmigo sino con todos en la oficina.  Con mucha paciencia y tacto comencé a ganármela, compartiendo con ella y obsequiándole tiempo y atención que por lo que pude observar era todo lo que necesitaba. Poco a poco su rostro se transformó por uno más suave, más alegre, más dichoso, recuerdo que siempre me preguntaba que hacia una   jovencita como yo con una vieja como ella, expresión esta que no me gustaba para nada, me decía que tenía que tener amistades de mi edad, pero, ¡sí las tenía!    inclusive ella era una linda jovencita atrapada en el cuerpo de una persona mayor que no llegó a florecer porque no fue regada cuando fue necesario.  Si hubiesen estado allí podrían haber observado cómo se transformó física y mentalmente y se integró a nuestro trio juvenil, ahora reía,  contaba chistes, se quedaba en las celebraciones de la oficina, en fin compartía con todos e inclusive  esto repercutió en sus labores de secretaria ya que su sobrino, nuestro jefe comenzó a alabarla y reconocerle su esfuerzo.

 

Ella terminó siendo  una bendición para mí, se convirtió en un punto de apoyo  y  me brindó consuelo y concejos en momentos difíciles, días en los que llegaba a la oficina con los ojos llorosos por los continuos problemas en casa.  Ella le dio luz verde a mi idea de marcharme de casa así que entre las dos comenzamos a ojear los clasificados y a marcar aquellas ofertas que lucían interesante.

Mientras los días transcurrían yo iba apartando cierta cantidad de mi sueldo para el depósito y los meses adelantados. Transcurrido unos siete meses tenía un monto considerable.

Acudí a muchas entrevistas con los dueños de las residencias hasta que llegó la  tan añorada oportunidad. Consistía en una habitación pequeña con baño privado, el apartamento estaba bien ubicado en el este de la ciudad en una zona residencial de clase media conocida como Los Ruices, también eran una zona de oficinas y centros comerciales. El edificio se llamaba San Remo y el apartamento estaba ubicado en el piso 6, desde allí podía desplazarme fácilmente a cualquier lugar, al trabajo a la universidad sin ningún tipo de contratiempo. 

La familia que me acogió en su hogar estaba conformada por una pareja de más de treinta años con dos niños pequeños de 2 y 6 años, ella  se ocupaba como  secretaria en un canal de televisión  y  su marido era   escritor de poesía. Todo parecía perfecto, también había otra chica al igual que yo de nombre Andrea.

Bueno…..   Tenía la habitación disponible todo lo que necesitaba ahora era reunir el coraje   necesario para dejar el único hogar que había conocido  y todos mis pesares atrás y emprender un nuevo rumbo.




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