Disponía de una semana para mudar mis cosas a la casita que sería nuestro hogar antes de comenzar en la nueva empresa, así que aprovechamos el pago de mi finiquito por prestación de servicio y adquirimos algunos muebles, enseres y utensilios que realmente eran indispensables en un hogar, lo ideal era que la casa fuera amoblada pero no fue posible, sin embargo estábamos felices y al cabo de tres días nos estábamos instalando en el que sería nuestro refugio por algún tiempo.
Lo más difícil fue despedirme de las chicas Silvana y María Isabel, prometimos llamarnos a menudo y continuar reuniéndonos de vez en cuando, las deje con una melancolía y un nudo en la garganta indescriptibles que trajo a mi memoria la vez que me despedí de Andrea y Nataly pero me consolé con esta frase que un buen día leí por ahí: “Hay personas que solo llegan a tu vida por un breve espacio de tiempo, otras llegan para quedarse y algunas otras solo para dejarte una lección de vida” ahora lo comprendo, sí que es cierto, definitivamente es ley de Vida.
David estaba que no cabía en sí de tanta felicidad, sus ojos brillaban de entusiasmo, cualquiera diría que se había pegado la lotería o se había convertido en alguien muy poderoso de la noche a la mañana, lo cierto es que esos días nos amamos como nunca, sin limitaciones, estrenamos cada rincón de nuestro hogar…….....y ……uffff…….de qué manera.
A David parecía que le habían soltado las riendas en cuanto a la actividad sexual o no sé si era parte de estar casados pero hacíamos el amor al levantarnos, al acostarnos, en la ducha, si estábamos juntos nada le impedía contenerse, a veces dejábamos el almuerzo a un lado para satisfacer otro tipo de apetito.
Vaya, pensé no es que no me gustara y no lo disfrutara pero entre el empleo nuevo que ameritaba toda mi concentración, los requerimientos de un nuevo hogar y los requerimientos de David me acostaba súper agotada y a veces tenía miedo de que cayéramos en una rutina que arruinara toda nuestra dicha.
La Empresa de Seguros prometía, valía la pena esforzarse, la Gerente que me contrató era una Licenciada entrada en la edad madura, madre de dos muchachos universitarios, muy agradable, tenía muy buenos planes y proyectos para la unidad a la que pertenecíamos (Personal) la idea era pasar a ser departamento y luego proyectarnos como Gerencia y con mi incorporación a la misma era lo que se pretendía.
Cuando llegue a esta unidad solo contábamos con una Secretaria y todo era un caos, todas las gestiones y trámites estaban increíblemente retrasados y pilas de documentos y papeles reposaban sobre lo que podía considerarse un escritorio atiborrado.
La secretaria que no era muy atenta o servicial se autodefinía como una secretaria estrictamente personal lo que según a mi parecer se traducía como: “solo me dedico a satisfacer las necesidades de la Gerente”, pero yo realmente la definía como “semejante desubicada”, en serio que era necesario cambiar y ajustar muchísimas cosas pero de inmediato, empezando por realizar las descripciones para cada puesto y ubicar a las personas en sus respectivos lugares.
Ahora comprendía porque todo estaba fuera de control y los empleados se sentían insatisfechos con la atención del departamento y la poca o casi nula receptividad ante sus quejas.
Comencé a poner en orden todo y a clasificar la documentación, gestionando aquello que aún no caducaba, había millares de solicitudes de los empleados (reclamos, siniestros por tramitar, vacaciones, requerimientos de uniformes e identificación de empleado(a), facturas por pagar, informes por gestionar y solicitudes de solvencias) fue bastante fuerte y me llevó algunos días y varias salidas externas para contactarme con varias instituciones y personas; pero lo logré, el resultado fue muy satisfactorio.
Cuando pude reunirme con mi jefe le expuse todas mis inquietudes sobre el departamento y juro que su rostro mostró una expresión de asombro. No pude creer que estuviera tan ajena a lo que estaba pasando.
Le sugerí conversar con la secretaria y expresarle nuestra preocupación sobre su desempeño, la misma no dio muestras de mejorar y reaccionó con total franqueza por lo que mi jefe decidió desincorporarla del cargo.
Llegar a casa cada día luego de realizar tantas actividades y saber que te estaban esperando ansiosamente era como una verdadera gratificación, David me recibía todos los días con muchas muestras de amor y de esta manera transcurrieron tres años maravillosos.
Mi empleo era estable, agotador, pero lo compensaba la remuneración y demás beneficios recibidos; con toda la devoción del mundo y un trabajo impecable logré que la unidad creciera y obtuve muchos recursos y apoyo por parte de mi jefe, de ser tres integrantes ahora éramos siete en la gerencia: La gerente, su secretaria, 2 Coordinadoras incluyéndome, 2 asistentes y una Psicóloga.
David también había cambiado de empleo a los pocos meses de nuestro cambio de residencia; el mismo era mucho más cerca de casa lo que le permitía si lo deseaba ir y venir caminando, a la par que le servía como ejercicio para mantenerse activo y por supuesto le permitía ahorrar ya que no tenía que invertir en transporte diario.
Esto fue una gran oportunidad para ahorrar y tener visión de futuro, yo soñaba con tener mi propio vehículo y un apartamento o casita propia, debía aprovechar el hecho de que la empresa para la que trabajaba apoyaba con préstamos para la adquisición de vehículos a los empleados con mayor antigüedad, aunque para mí no era prioridad en ese momento tener niños aún, si comenzaron un poco los conflictos entre nosotros porque David si quería tener hijos de inmediato.