La Historia Entre Los Dos

2 ⌘ El Chico Nuevo

Tai levantó la vista al letrero arriba del aula que decía "11-D" sin muchos ánimos. Suspiró cuando volvió a dirigir su mirada al pasillo por donde sus dos amigas habían partido. Ellas sí que eran afortunadas, irían al mismo salón por el resto del año. En cambio, ella...

Cerró los ojos con fastidio. Solo esperaba que Harry o alguno de los chicos estuvieran con ella, sino moriría lentamente.

Tratando de evitar pensamientos suicidas cuando apenas comenzaban las clases, se decidió por entrar al salón.

Éste era diferente al que había tenido el año pasado. Normalmente los escritorios eran para una sola persona. Los de este año, eran dobles como las mesas de laboratorio, colocados en tres filas, por lo que la mayoría de los mismos ya estaban casi ocupados.

Le gustaba estar casi siempre a la mitad del salón, evitando estar hasta el fondo si no quería dormirse, suficiente tenía con pasar la mayoría de las clases soñando despierta. Y se negaba rotundamente a sentarse hasta el frente. ¿Para qué quería tener a los profesores al pendiente de lo que hacía o escribía?

Afortunadamente, los escritorios delanteros estaban ya ocupados. Pero fue cerca de la tercera fila que se detuvo en seco. ¿De verdad la vida la odiaba lo suficiente como para jugarle ese tipo de bromas de mal gusto?

En la cuarta mesa, junto a la ventana, cierto rubio se encontraba recostado sobre sus brazos con su teléfono frente a él y los audífonos conectados.

A su lado, el lugar estaba vacío.

Ni loca, ni en un millón de años, ni aunque le pagaran el doble de la fortuna que tenía en el banco, se sentaría ahí.

Tai buscó otro lugar disponible. En la mesa de un lado, la de la fila de en medio, Arizona y Anna se encontraban hablando sin darse cuenta de su presencia. Volvió a dirigir su vista al final del salón, cuando notó que detrás de Alek la mesa estaba desocupada.

Estando junto a la ventana, el quinto lugar... no estaba tan mal. Tal vez con ello soportaría el hecho de ver la melena de cabellos dorados frente a ella todos los días.

Sonrió ante el planteamiento, pero no había alcanzado el cuarto escritorio cuando Arizona se puso delante de ella, imponente. Tai dio un paso hacia atrás, no por sentirse intimidada, sino porque no entendía su reacción. Solo hasta que Arizona puso una mano sobre la mesa donde descansaba Alek entendió lo que quería decir.

Genial. Arizona podía quedarse con ese lugar, el que Tai quería era el de atrás.

Suspiró pesadamente al percatarse de que Anna se había movido junto con su llamativa mochila a la mesa donde ella había pensado sentarse. Tampoco era tan torpe como para sentarse por el resto del semestre con una persona que estaba segura le haría la vida imposible por no ser de su agrado, aunque nunca había sabido porque, pero no quería indagar en eso.

No había mucho de donde escoger. Solo eran siete las filas hacia atrás, y sentarse en la sexta era casi lo mismo que sentarse en la última. Así que miró a su lado, donde antes habían estado sentadas Anna y Arizona, y dejó caer su bolsa.

Ignoró el hecho de que Arizona la seguía mirando fijamente cuando se sentó, y sacó su libreta para después abrirla en donde había dejado su pluma.

Cuando Arizona notó que Tailime se había desconectado del mundo, como solía hacerlo siempre, giró su rostro hacía Alek. Con una sonrisa inocente, le tocó el hombro.

—¡Hola, Alek!

El mencionado levantó abruptamente la cabeza con los ojos entreabiertos, esperando ver al profesor cerca de su lugar. Pero tardó en entender que aún no llegaba elnuevo tutor, por lo que los alumnos aún seguían fuera de sus lugares. Solo hasta que escuchó una risita por encima de la guitarra eléctrica que sonaba en su oído, se giró a su derecha.

—Buenos días —volvió a saludarlo Arizona.

—Hola —Alek intentó despertarse con un bostezo—. No sabía que estarían en este grupo.

—Acabamos de llegar —le informó Arizona con una sonrisa—. Y al parecer también seremos vecinos.

Alek giró la cabeza con algo de pereza para ver lo que Arizona le señalaba, encontrándose cara a cara con una alegre Anna.

—Buenos días, Alek.

—¿Cómo estás, Anna? —Alek se recargó en su brazo, con la voz aún adormilada—. ¿Alguien más está en nuestro grupo?

—No lo creo —Anna se tocó el labio inferior pensando.

—¿No será genial? —Arizona se sentó a su lado—. Este año será especialmente divertido.

Tai siguió concentrada dibujando en su cuaderno, desconectándose del mundo. Comenzó a garabatear cualquier cosa. Aunque su mano comenzaba a delinear unas cuantas curvas, su mente viajó de nuevo a Rusia.

Como ya lo había mencionado, su madre tuvo una pequeña obsesión hacia su apariencia personal.

No es que ella fuera fea, pero... nunca le había interesado realmente el tomar un rizador de pestañas o una brocha para delinear los ojos. Su aspecto normal era desaliñado y algo... ¿Cómo decirlo? Era algo a lo que no le dedicaba el tiempo que debería.

Su cabello rojo hasta entonces era un manojo de mechones mal cortados, debido a que se negaba rotundamente a entrar a un salón de belleza donde la gente tocaría su cabello y seguramente le aplicarían un montonal de tratamientos inservibles para el cabello. No estaba del todo equivocada, ya que cuando entró a uno con su madre, un montón de manos viajaron por su cabello en busca de salvar lo poco que quedaba con vida.



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En el texto hay: romance, chick lit, odio-amor

Editado: 27.04.2024

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