El lunes siguiente fue relativamente normal. Tai llegó tarde a la escuela en compañía de su hermano. Caminó un poco más deprisa en los pasillos de la escuela, tratando de evitar a sus amigas, hasta que llegó a su salón y se detuvo en la puerta.
Ahí observó las filas de escritorios, algunos con alumnos tratando de distraerse para pasar el rato antes de que iniciara la clase.
Y justo en la cuarta fila, Alek Ivanov estaba sentado en su lugar con la cabeza recargada en su mano mirando hacia la ventana.
Tai se acomodó la mochila antes de dar un paso dentro del salón, y fue como si Alek sintiera su presencia, porque se giró hacia ella y sus ojos se encontraron.
Algo cohibida, Tai se detuvo en su lugar antes de que Alek le dirigiera una media sonrisa, en vez de ignorarla por completo. Tai sonrió también, bajando la mirada antes de continuar su camino.
—Buenos días —murmuró Alek cuando Tai al fin llegó a su lugar, sacando su libreta y su lapicera.
—Buenos días —contestó en el mismo tono callado antes de sentarse y guardar silencio.
Fue relativamente normal porque por primera vez en años, ambos se saludaron con los buenos días.
Fue relativamente normal porque ambos sonrieron sin incomodidades, aunque fue sencillo y corto, porque Alek supuso que Tailime no iba a dejar de ser ella misma. ¿Por qué ahora esperaría que fuera diferente?
Pero eso estaba bien. Pequeños pasos. Pequeños cambios.
Lo que no fue relativamente normal fue sentir que alguien lo fulminaba con la mirada.
Alek desvió su atención hacia la puerta donde Mia Di Marco, una de las mejores amigas de Tailime, estaba parada en la puerta del salón con el ceño fruncido y le dedicaba una mirada asesina. Detrás de ella, Emma Miller, otra de sus amigas, jalaba aire por la boca, como si hubiera corrido un maratón.
Alek bajó los brazos del escritorio y se quedó inmóvil, esperando no alterar la mirada felina que la chica de cabello castaño le suministraba mientras caminaba hacia la mesa donde estaba su amiga, con Emma pisándole los talones. No fue sino hasta que estuvieron frente a Tailime que Mia dejó de fulminar a Alek para aclararse la garganta.
Tailime alzó la vista y pareció tan sorprendida como Alek de verlas ahí.
—Hola.
—¿Tienes tiempo para ir al baño? —le preguntó Mia en un tono molesto.
Tai parpadeó dos veces, desviando sus ojos hacia Alek sentado en la otra mesa.
—¡Tai!
—¡Sí, ya voy! —Tai cerró el cuaderno ante el evidente regaño, caminando con las otras dos chicas hacia la entrada del salón.
Mia parecía molesta por la manera en la que caminaba por el pasillo, y aunque Emma le seguía el paso, miraba de reojo hacia Tai como si le tuviera lástima.
Tai apretó las correas de su mochila antes de entrar al baño. Una vez adentro, Emma se quedó parada junto a los lavabos mientras Mia confirmaba que no hubiera nadie más en los compartimentos.
Cuando se aseguró que estaban completamente solas, Mia sacó su teléfono y se giró para ponérselo en la cara a Tai con la fotografía de la bahía expuesta.
—¿Quisieras explicarme que significa esto?
Era por eso que Tai había llegado un poco más tarde a la escuela, para que ni Mia ni Emma tuvieran la oportunidad de interceptarla para interrogarla. Claro que nunca creyó que las dos se pusieran de acuerdo para incluso arriesgarse a que comenzaran las clases y la emboscaran en el salón.
Mia y Emma tenían la misma fotografía en su teléfono, porque el domingo por la noche, después de debatirlo por veinticuatro horas, Tai tuvo la desquiciada idea de compartirla con sus amigas. Iba a omitir que “debatirlo” implicaba que no había podido dejar de mirarla, por el bien de su corazón.
—Quise mostrarles lo que hice el fin de semana.
—¿Y qué exactamente hiciste el fin de semana? —Mia se puso las manos en la cintura—. Porque es muy fácil especular cuando solo nos envías la fotografía sin contexto.
Claro que desaparecer de la faz de la tierra después de enviarla podía ser la causa de la molestia de sus amigas. Emma seguía de brazos cruzados, parecía que la única que hablaría sería Mia.
—Fui a la bahía…
—Con James —Mia volvió a señalar la foto como si no pudiera creerlo—, y con Alek, ¿estás loca?
—Técnicamente fue por el trabajo del semestre —Tai les informó levantando un dedo, pero lo bajó cuando Mia resopló—. Fuimos al tiradero de Sacramento y en el camino de regreso nos desviamos hacia la bahía.
—¿Solo ustedes tres?
—Wagner y Wright tuvieron competencia y no pudieron acompañarnos —completó Tai.
Mia miró hacia Emma, quien solo se encogió de hombros. Mia suspiró apretándose el puente de la nariz, haciendo que Tai se relajara un poco. Parecía que el enojo iba disminuyendo.
—Escucha, Tai, es solo que nos preocupamos por ti —Mia comenzó—. Nos envías esa foto y no nos dices que sucedió y aunque te llamamos y mandamos mensajes no contestabas.