La Hoja Blanca

Capítulo 9.

Mirah logró detener la espada de su adversario con la propia, los brazos le temblaron, aun así, no soltó la espada. Pero Mirah, con su escaza fuerza no pudo evitar se arrojada al suelo de todas formas por el golpe de su adversario.

El recluta río.

Un golpe en el costado del abdomen, otro en el hombro. Mirah adoptó una posición fetal, tratando de proteger sus partes más delicadas de las patadas de su adversario. La muchacha trató de rodar a un lado, pero las patadas la seguían. No sucedía todos los días, pero cada vez era más común que la gente descargara su frustración con la débil chica mientras su enorme amigo no estuviese cerca.

—¡Ya es suficiente soldado! —exclamó una voz. Era firme y autoritaria.

Las patadas se detuvieron. Mirah se descubrió el rostro comprobando que su agresor había retrocedido, con una posición firme.

Un superior pensó Mirah. Se levantó con la mayor rapidez que el dolor le permitió.

Un hombre no tan mayor que ella, vestía un ostentoso y pulcro uniforme negro. De rostro rasurado y cabello castaño corto. Se detuvo frente a ellos. Mirah intentó adoptar una posición firme, pero torció el gesto de dolor. Todos los moretones que había acumulado comenzaban a pasar la cuenta.

—Descansa, chica —dijo el hombre.

Dirigió una severa mirada al hombre que había golpeado a Mirah.

—Ella es tu compañera —dijo—. ¿Cuál es el motivo para que la golpees cuando ya cayó al suelo?

—Mi señor —dijo el recluta—. Esta chica es débil, debe hacerse fuerte para la batalla. Unos cuantos golpes ayudan. Mi padre me decía que los golpes te hacen fuerte.

—Tu padre se equivoca, soldado —dijo el hombre—. Esta chica con suerte ganara algo de resistencia si no la terminas matando primero. Y si ese fuese el caso, ustedes acabarían envueltos en una batalla. ¿Crees que la muchacha a la que golpeas de esta manera daría su vida por ti? ¿Crees que te defendería?

El recluta vaciló.

—Veo que lo entiendes, soldado —dijo el hombre—. Un ejército unido, es un ejército fuerte. Un ejército donde sus miembros no se aprecian entre sí, no es un ejército. Es solo una masa de guerreros que se abandonaran unos a otros cuando las cosas se tornen difíciles. Y la guerra es difícil.

» La próxima vez que quieras golpear a uno de tus compañeros, recuerda que tu vida podría depender esa misma persona en un futuro. ¿Entendiste?

—Si, mi señor.

El recluta dirigió una mirada de rabia a Mirah y se retiró. La chica agachó la mirada.

Otra persona más que me salva… ¿No puedo hacer nada sola?

—Chica —dijo el hombre—. ¿No tienes nada que decirme?

Mirah tragó saliva y le dirigió una temerosa mirada al hombre que la acababa de salvar.

—Lo siento —dijo tartamudeando—. Le agradezco mucho que me haya ayudado, mi señor.

—Bien. Así está mejor. —dijo—. Ahora dime, chica ¿Qué haces acá?

Mirah vaciló.

—Repito —dijo el hombre—. ¿Qué haces acá si eres tan mala guerrera?

—Yo —dijo Mirah. Apartó la mirada—: Yo sé usar el arco, aun no me permiten usar otra cosa que no sea una espada o una lanza.

El hombre se acarició el mentón. Pensativo.

—Ya veo —dijo el hombre—. Trata de tomarte esto con la mayor diligencia posible, chica. No dudo que seas buena con el arco, pero aprender a defenderse es algo imprescindible para un soldado. Los soldados del imperio de Sheram deben dominar una gran variedad de armas marciales.

Mirah asintió.

—Majestad —dijo otro hombre. Acercándose a ellos.

Mirah distinguió que era el capitán Weisser y que se dirigía al hombre con el que ella estaba hablando. Mirah se volvió a su interlocutor, esta vez, con mucho miedo.

—Majestad —repitió Weisser—. El coronel Trowas lo está buscando. Me ha mandado a llamarlo.

Weisser dirigió una mirada a Mirah.

—Espero, niña —dijo Weisser—. Que sepas estas frente a su majestad: Jonas Creiff. Príncipe del imperio.

—Segundo príncipe para ser más exacto —dijo Jonas. Sonriendo—. Mi hermano mayor es el heredero.



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En el texto hay: accion, aventura, amor

Editado: 14.02.2020

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