Los estruendos cayeron sobre las ruinas,
los pequeños cristales obstaculizaban la vista,
fue en días de tor menta que nos conocimos,
y tu chocaste conmigo, como una pequeña alma buscando refugio,
fue quizá tu mirada tan oscura y penetrante,
o la forma en que te intimidaste cuando jugué con tu cabello.
Fue tan inefable:
las mil maneras en que el destino colocó cada pieza,
tantos pergaminos que sus premoniciones se cumplieron,
y tú; tú eres mi pequeño.
Conducí un auto a máxima velocidad,
y se sintió tan celestial;
como mis manos rozaron con todo el paraíso que emana de ti,
el delirio que mis cinco sentidos percibieron
al tan solo acariciar tu delicada piel.
¡Que ruja un ejército de truenos!
¡Que se imponga ante mi todo el Olimpo!
Porque yo no dejaré que te vayas de mis manos,
no cometeré errores que hagan que lastimen todo lo que eres,
eres mi Universo transformado en un arcángel
que se posa sobre mis grandes presagios.
¡Que viva la benevolencia de la inefabilidad!
Que no me permite describir
todo esto que siento por ti.
Es tu alma,
es todo lo que trae al desembocar la cascada.
La manera tan delicada que el cielo ruje,
que las estrellas te arrullan.
¿¡Quién en su sano juicio no caería en demencia por tenerte!?
Oh, eres el poeta que necesitaban mis canciones,
las rimas que se acoplan a cada melodía,
honorable invierno cuyo vendaval te arrastró hasta mi.
Es en una palabra:
Inefable.
Poema IV: "Inefable"
27 jun 2018. 22:34hrs