La importancia de creer

Prólogo

Un rayo de sol se cuela entre las hojas de los árboles de su jardín, que a estas alturas ya lo considero nuestro, y me hace abrir los ojos. Con los ojos abiertos, ignoro el sol y me centro en la luz más brillante que hay en el patio. La veo bailar y se me escapa una sonrisa. Estoy seguro de que estoy poniendo ojos de enamorado otra vez, esos que mi padre llama «parecer idiota», totalmente ajeno a que él también los pone cuando ve a mi madre.

Para mí, nuestros momentos juntos son como un punto y coma; una pequeña pausa para aclarar algo. En mi caso, una pausa del estrés de la vida para aclarar que hay razones por las que seguir viviendo Sus ojos, su sonrisa o escucharla reír son sin duda razones más que suficientes. Joder, hasta sus cicatrices me parecen bonitas. No se las quitaría nunca, ya que al fin y al cabo, la han hecho ser quien es: mi mayor fuente de inspiración, y la mujer con la que quiero casarme algún día.

Estiro los brazos para desperezarme y agarro el libro a medio escribir que tengo al lado, apoyado contra mi pierna. Suspiro y agarro el lápiz, la miro y empiezo a escribir. Mientras lo hago, no puedo evitar pensar en la suerte que he tenido. Con dieciséis años, ya he encontrado con quién compartir mi vida.

¿Se podría pedir más?

Miro al árbol que tengo a mi derecha, del que cuelga uno de los columpios en los que hemos jugado desde que éramos pequeños, desde el día en que me colé en su casa por primera vez. En aquel entonces, el árbol todavía no tenía talladas esas palabras: «para siempre».

Dos palabras poderosas.

De repente, noto que alguien me agarra del brazo y se aprieta contra mí. Giro la cabeza y la miro a los ojos. Su sonrisa me calma, llenándome el corazón de cosas bonitas. Al cabo de unos segundos se acerca un poco más a mí.

—¿Ya estás otra vez romantizando el pasado, Shay? —me pregunta, y su voz se escucha extraña, como distorsionada.

Antes de darme cuenta, estoy frunciendo el ceño. Y entonces, ocurre otra vez.

Su imagen se distorsiona de la misma forma que su voz, el mundo tiembla y el suelo se cae. Una serie de escenas pasan rápidamente por delante de mis ojos. Un paso de peatones, un camión, sangre, gritos, salas de espera y... una cama de hospital.

Es entonces cuando lo recuerdo todo.

El «para siempre» terminó hace cinco años, y desde entonces no he conseguido volver a ser el mismo.



#7764 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, viejos amigos

Editado: 04.08.2024

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