Nunca entendí la necesidad de ciertas personas a la hora de compartir sus vidas por redes sociales, pero supongo que es lo que estoy haciendo al escribir en un blog como si fuese mi diario íntimo y tuviese tan solo catorce años, pero bueno. Alguien me recomendó que lo hiciera, y hasta la fecha la idea me está gustando, pero hay algo a lo que comienzo a tenerle miedo.
El viernes pasado fui a la casa de Billy a comer y noté que, cuando les pregunté por el asesinato, tanto su madre como su padre se pusieron muy tensos. Al parecer, no les gustó para nada que pregunte por la muerte de Jim Fredicksen. No sé si conocían la niño, a la familia, o si simplemente es un tema que les afecta, pero casi no respondieron nada e incluso me cambiaron de tema al instante. Así que, en pocas palabras, ir a almorzar a la casa de Billy fue una completa y total pérdida de tiempo.
No sé qué puede significar todo esto. Me altera un poco no poder encontrar información por ningún lado de ese tal Jim, pero al menos no puedo decir que no lo estoy intentando. Es complicado, sí, pero todavía tengo esperanzas en mis vecinos.
O, bueno, las tenía hace quince minutos, cuando fui a preguntarles.
Al lado derecho de mi casa vive un matrimonio con tres hijos super homofóbicos que antes molestaban a Matthew y Laurence, pero que en la actualidad ni siquiera los miran. No sé si a mis padres les afectó tanto el constante abuso de los tres niños hasta el punto en el que fueron a hablar con sus padres o por si, por otro lado, los idiotas entendieron solos lo estúpidos que estaban siendo. Nunca lo entendí, pero aún así fui a visitar a esa familia del siglo pasado.
Una mujer me abrió la puerta. Era la señora Brooke. Su cabellera rubia sigue siendo tan larga como cuando nos mudamos, y sus ojos celestes aún brillan de la misma manera. Siempre me sorprendió la belleza de esa mujer a pesar de haber parido a tres demonios. Porque sigue viéndose como si aún tuviese veinte, pero la verdad es que lleva ya unos treinta y tantos años.
—Hola—la saludé.
—Hola, Billie—correspondió con demasiada calma—. ¿Cómo estás?
Le dije que estaba bien pero que necesitaba hablar con ella sobre algo que he descubierto hace unos días. Me preguntó si era urgencia, y le respondí que un poco sí. Entonces se disculpó porque, al parecer, estaban pintando su casa y no podía invitarme a pasar. No tuve ningún problema con eso, así que simplemente solté la pregunta ahí, en la entrada de su casa.
—Usted conoció a los Fredicksen, ¿verdad?
Como tantas veces anteriores, la pregunta pareció desencadenar una serie de malos recuerdos en la señora Brooke. Se recostó sobre el marco de la puerta, como si quisiese apoyar todo el peso de su cuerpo en alguna parte que no la tirara demasiado hacia abajo, y suspiró sin ganas.
—Sí, claro que los conocía. Vivían en tu casa.
De esta manera comenzó una detallada explicación de lo que una noche de septiembre fue para este pueblo el comienzo de una época triste y similar a la caída a un hoyo del que no crees poder salir.
Al parecer, Samantha y James Fredicksen vivían allí con sus dos hijos, Jim y Tim (no eran muy creativos para con los nombres de sus hijos). La semana anterior a la tragedia, la cosa en la familia no parecía estar del todo normal. Se oían constantes peleas entre el matrimonio, se veía al hijo mayor saliendo enojado de la casa y al pequeño Jim llegar triste de sus clases. Hasta lo que entendí, Tim era el hijo mayor perfecto. Ese tipo de ejemplo a seguir que no quieres tener en tu vida.
Era atractivo. Rubio, alto, atlético. También era inteligente. Tenía el mejor promedio del pueblo. Lo único en lo que podríamos decir que fallaba era en su forma de relacionarse con las personas. Se dice que tenía constantes problemas con algunas personas en el instituto, llegando a peleas físicas tanto fuera como dentro del edificio. No era muy querido por las personas, a pesar de ser tan hermoso e inteligente.
Por otro lado, Jim era completamente lo contrario. Un ángel de carne y hueso. El ser humano más dulce, amable y tierno que alguna vez pisó la tierra. Catorces puros años tenía la noche en la que fue asesinado. Le iba tan mal en sus clases que lo llevaban a apoyo escolar en Gunnhild. Y así fue como conoció a Jahzeel Graham, el hombre que le quitaría la vida sin piedad alguna.
Tras esto, muchas teorías se desencadenarían con respecto a la familia Fredicksen. Algunos dicen que los padres asesinaron al pequeño Jim y culparon a su profesor, o incluso que Tim, en un ataque, mató a su hermano y organizó toda la cosa de Jahzeel junto a sus padres para no ir a la cárcel. Hasta se llegó a decir que intentaron abusar del niño y, en eso, murió por accidente.
Las teorías realmente escapan de la realidad en un pequeño pueblo.
Sin embargo, las personas cercanas a la familia siempre supieron la verdad. Por más problemas familiares que pudieran tener, los Fredicksen se amaban demasiado. Nadie, ni mucho menos ellos, podrían haber lastimado jamás a Jim.
Y aquí viene la parte que a mí me importa.
Justo lo que quería oír.
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Editado: 10.12.2019