Llegué a casa a eso de las tres de la tarde y lo primero que hice fue ir a la habitación de Sarah Lynn. Por supuesto que ella no estaba en casa porque tiene clases de inglés a esa hora, pero no la estaba buscando a ella sino a su diario. Sé que no me pertenece, ni siquiera debería leerlo o tocarlo, pero yo sigo aterrada. En serio estoy cagada hasta las patas y me sorprende que esto me asuste más que hablar con un muerto, pero por alguna razón así es.
Lo tomé. Estaba en donde siempre, debajo de su almohada. Abrí la última anotación que hizo, y juro que el alma se me partió en dos cuando descubrí que era una carta para mí.
Querida Billie.
En serio lamento que hayas tenido que verme como me viste. No fue mi intención que nos cruzáramos o que te asustaras porque, en serio, se te vio en la cara, pero necesito que sepas que estoy bien. Sé que vas a meterte a mi habitación para leer esto, así que aquí está. No es la primera vez que lo haces. Matthew siempre te ve viniendo aquí, y sumar veinte más veinte no es tan complicado como crees, hermana.
Hablando en serio, estoy bien. No sé cómo hablar de las cosas que siento porque mis emociones son un desastre, pero supongo que podré intentar escribirlo. Aunque ya lo sabes, Ian es un idiota. Con todas las letras. Y no sé porqué creí que no lo era. Hay algo que todas sus parejas tienen en común, incluyéndome a mí, y es que siempre creemos que no nos hará lo mismo, pero termina sucediendo. A las anteriores también les hirió, y es probable que ahora le toque a Lily.
Y me odio, pero no quiero detener lo que sé que va a suceder.
De todas formas, lo hice.
Hoy los vi discutiendo en clases y me metí para defenderla a ella, por alguna razón. Él se enfadó y, en lugar de pegarle a ella, me lo hizo a mí. Intenté defenderme, no creas que no. Juro que lo intenté. Le rasguñé la cara, o eso creo. Lo empujé con el codo. Quise que no se acercara, pero él era más fuerte. Y grande. Y rápido.
Así que... vi que discutían, y que él le agarraba del brazo con mucha brusquedad. Me metí, le obligué a soltarla y él me amenazó con que me alejara. No lo hice. Lo empujé, él cayó al suelo y se lastimó, o eso creo. Y te juro, hermana, que me congelé. Todo el miedo que sentí no puede ser puesto en palabras, porque se levantó más rápido de lo que esperaba y saltó sobre mí, unió su boca con la mía y me mordió con fuerza. Estaba muy enojado, y aunque yo intenté soltarme, fue peor.
Estoy en serio muy avergonzada por lo estúpida que soy. Odio mis palabras. Odio mi cara en este momento. Me odio. Quisiera desaparecer y dejarte, dejarlo a él y que se de cuenta, como sea, que es un estúpido. Pero nada de eso va a pasar. No puede ser así. Como siempre, voy a rehusarme a actuar.
No te metas con él. No intentes enfrentarlo, Billie. Ya está. Ya pasó. Yo voy a olvidarlo, y seguro que él también. Si quieres ayudarme a hacer algo, hablemos con Lily. Ella lo vio todo, pero estoy segura de que no va a alejarse de ese imbécil si nadie le advierte que lo haga.
Te quiero, hermana. Hasta el infinito y más allá.
Bueno, es evidente que la carta era más larga y acabo de escribir lo poco que me acuerdo y puedo publicar en internet sin que ella me mate, pero es lo importante. O parte de ello. Lo único que quiero aclarar en este punto es que me senté en su escritorio a esperarla el resto de la tarde. Tenía tarea que hacer, pero lo dejé para después. Me quedé ahí, preocupada y asustada, con el cuaderno entre mis manos, abierto. Se hicieron las ocho. Ella siempre llegaba a esa hora.
Pero no lo hizo.
Nunca llegó.
Se hicieron las nueve. Matthew me llamó a cenar, así que fui. Vi a Norman sentado en la mesa. A Laurence buscando los platos. Y juro que mi corazón se partió en dos cuando Matthew apareció por la puerta con la cena lista, miró la mesa en la que sobraba el lugar de Sarah Lynn, y se dio cuenta de que no estaba ahí.
—¿Dónde está su hermana?—nos preguntó tanto a mí como a Norman.
Ambos nos miramos. Laurence se dio la vuelta, colocó el último plato, justo el de Sarah Lynn, y se percató. Mis manos temblaban, así que me apoyé en la silla para relajarme un poco. ¿Cómo decirles? ¿Y qué decirles exactamente? Podía hablar y contar todo desde el principio, si es que sabía cuál era ese. Pero me quedé muda. Buscaba las palabras y no podía hablar.
Entonces lo volví a ver.
Jim estaba sentado en su lugar, el de mi hermana, mirándome. El resto de las cosas parecieron congelarse, como si el tiempo se detuviera con lentitud. Sus ojos emitían un extraño brillo que me resultó peculiar y, asimismo, demasiado extraño. Intenté parpadear. Acostumbrarme. Entender. Y fallé rotundamente.
—No queda mucho tiempo—susurró Jim, levantándose de la silla de Sarah Lynn—. Diles que no vuelve y ve a buscarla. Está en el puente que conecta Ghael con Gunnhild.
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Editado: 10.12.2019