“I'm back
on my builshit.”
Capítulo uno.
Axel Malik.
Se suponía que esto debería durar menos. Se suponía que solo resolvería todo y estaría de vuelta en Londres.
Maldita sea.
Terminé perdiéndome de todo, incluso el nacimiento de Irina. No veía la hora de dejar esto y volver a casa. He sentido toda mi vida que no pertenecía a Estados Unidos. Mi hogar no era en mi casa con mis padres, mi hogar era un departamento en una ciudad donde es más el tiempo lloviendo que con el sol afuera.
Mi hogar era una habitación en específico, donde todo estaba expuesto.
No había máscaras, apariencias y muchos menos mentiras. Solo la jodida realidad.
Y la mayoría del tiempo, la realidad es decepcionante.
—¿Te das cuenta de todo lo que está ocurriendo en este momento? ¡Te estuvimos buscando durante casi cinco meses!
—¿Cuál es el jodido problema?
Nunca le había hablado así a Audrey, era más que mi manager, la respetaba lo suficiente como para comportarme como un imbécil con ella. Pero en ese momento, toda la mierda había explotado en mi cara y no la estaba pasando bien.
Así que no podía entender qué carajo le molestaba ahora.
Ella me frunció el ceño en protesta, los rizados mechones negros y gruesos de su afro siempre me sorprendía, cuando creía que no podía tener más volumen solo debías verla un día después de ese.
Cinco o seis meses en mi caso.
—Meses, Axel. ¡Meses! —gritó, rodé los ojos recibiendo un golpe bruto con su libreta—. ¡Ni siquiera te importa! Hay personas que te querían para algunas películas, ¿sabes todo el dinero que hemos perdido sin tenerlo solo por tu desaparición? Hablo de películas producidas por los mejores, Malik. Y lo dejaste ir.
—¡No me importa, Audrey! ¡Ni siquiera me gusta esta mierda y lo sabes!
Sentí mis venas arder con furia, había permanecido en un estado de “proceso” luego de verla, haciéndome la idea de que estuvo frente a mí y ni siquiera me dirigió la palabra. ¿Qué tan jodido es eso? Lo suficiente como para pausar toda mi vida.
Lo suficiente como para hacerme retroceder en mi mierda.
Lo suficiente como para molestarme de esta manera.
—¿Qué ocurrió contigo en estos meses, niño? —me tiré en el sofá—. Ni siquiera puedo reconocerte —fue un susurro débil e inseguro.
Pese a eso, lo escuché fuerte y claro. Y sentí un pinchazo en mi costado ante su opinión. Es cierto, ni siquiera yo podía reconocerme a mí mismo.
—Ese es mi trabajo —contesto con la mirada fija en la nada—, me pagan para fingir. Me pagan para interpretar chicos malos, buenos, asesinos y enfermos mentales. Pero al final del día nadie conoce al verdadero Axel Malik, ni siquiera él mismo.
Habría pensado que estaba solo gracias al silencio en la sala, sin embargo, podía escuchar la punta de su tacón tocar el suelo suavemente. Tragué duro llevando mi antebrazo a mi frente, cubriendo mi ojos solo para descansar la vista.
Estaba tan casado. Estados Unidos termina succionando toda mi fuerzas y ganas. Y mi desgracia es que nunca podría escapar de eso.
—Tus padres están en camino, quieren hablar seriamente contigo.
No hice ningún gesto.
» ¿Sabes que te darán un sermón por lo que hiciste?
Relamo mis labios, dejando mi rostro al aire. Abro los ojos visualizando el techo del departamento. Pestañeo.
—Bien.
No habría más nada que pudiera decir, con ellos nunca había una segunda opción. Siempre será lo que ellos digan, no obstante, esta vez no estaba dispuesto a luchar sin llevarme la victoria.
Estuve solo tirado en el sofá por al menos una hora, sin invitación alguna los pasos de ambos resonaron en el piso con seguridad. El sonido provocó que mi cólera aumentara, hasta que se detuvo.
El aire se cierne con el perfume caro de ambos, no tenía que quitar mi antebrazo de mis ojos para saber que estaban frente a mí.
—¿Londres, Axel? ¿Qué hacías ahí? ¿Acaso no tienes un trabajo que mantener? —suspiré.
—No tengo que aclarar nada de lo que estuve haciendo ahí. No dejé nada inconcluso, todos mis proyectos los hice. No hay razón para que vengan a regañarme como si fuera un niño que no sabe lo que hace.
—¡Es que no sabes lo que haces! —gritó mamá—, yo no te crié de esta manera.
—¡Tú no me criaste! —ni siquiera sé cómo terminé delante de ella con las manos hechas puños—. Te pasaste toda mi vida en un puto set de grabaciones mientras yo estaba pasando de manos en manos —le recordé, y como siempre, volvió llorar—, no hiciste nada.
Podía contar con una mano los cumpleaños en los que estuvo. Mamá me observó con esos enormes ojos que tuve la desgracia de heredar, apreté la mandíbula alejándome de ellos. Papá me recrimina con la mirada para al final dejar que se apoye en él.
—No debiste irte sin explicación alguna.
—Dejé una —tomé una botella de agua del refrigerador.
Él negó acercándose a pasos lentos.
—Dejar una nota con el encabezado de “tomé vacaciones” no es una jodida explicación.
Fingí pensarlo un momento, para luego volver a tomar un trago de agua. Era justo que lo hiciera, no recordaba la última vez que tomé unas vacaciones que no fueran interrumpidas por algún llamado a grabar alguna película nueva.
—Pues aquí una, no pienso grabar una mierda más en mi vida.
Lo observé en silencio, la furia en su mirada se tornó más grande a cada momento. Mis ojos fueron a la despampanante mujer a su lado que tenía la dicha de ser mi madre. Hice una mueca ante su asombro.
—No puedes dejarlo…
—Puedo y lo haré —dejo en claro—, ha sido suficiente haciendo algo que no me gusta, ¿no crees, papá? Suficiente.
—Tú no tienes el dinero para…
Solté unas carcajadas forzadas, ¿que no tenía dinero?