Just call my name,
and I'm yours to tame.
-Elley Duhe.
Axel.
La tenía grabada en mi mente. Su risa que a pesar de escucharse baja y triste, seguía siendo jodidamente hermosa.
Podía verla bailar con su padre olvidándose completamente de las personas a su alrededor, y luego bromear con su hermano mientras bailaban.
En ese momento lo único que quería hacer era acercarme y robarla de los brazos de su hermano, estrecharla en los míos y ser el único que disfrutara de sus risas y su calor. Por Dios, estuve celoso de su propio padre y hermano por poder acercarse a ella sin sentir estar fallándose a sí mismo cuando lo hacen.
Porque así se siente estar cerca de ella, era como fallarme a mí. Fallarle al Axel que estuvo llorando por su abandono, el mismo que estuvo en noches de insomnio y el mismo que terminó retratando cada minúscula cosa de ella.
¿Entonces cómo podía fallarme a mí estando con ella si ella es la que me hace sentir yo mismo?
Estaba tan jodidamente confundido de no saber qué siento, la quiero lejos pero al más mínimo acto de evasión suya estoy furioso. No quiero que me mire pero si no lo hace estoy muriendo porque lo haga.
Maldición, Christine Müller.
Me obligo a arrastrar mis pies fuera de la cama, estoy seguro que tienen que ser más de las tres de la mañana. Es cinco de enero, hoy volvía a Estados Unidos.
Volvía para no regresar jamás.
Inhalo, levantándome luego de colocar mis pies en unas pantuflas. Enciendo la lámpara de la habitación y en cuanto tengo la luz mis ojos visualizan el cuaderno abierto, suelto un gruñido frustrado ante los ojos extremadamente azules que me reciben en cuanto poso la mirada en ellos. Tomo el cuaderno en mano, cerrándolo para luego lanzarlo hacia el armario. Llevo mi cabello hacia atrás en un bufido, me encamino a la puerta para luego salir de la habitación.
Camino tenso y perdido, no sabía hacia dónde se supone que iba, de lo que estaba seguro es que no lograría dormir esta noche/madrugada si seguía dando vueltas en la cama.
Como era de esperarse, todo estaba oscuro y por inercia, ante el hecho de que tenía que pasar por su puerta para llegar a las escaleras que disponía la casa para poder llegar a la cocina, mi corazón se aceleró.
Y me paralicé en cuanto noté la luz provenir por el espacio pequeño de la puerta. Sentí mis labios resecos, y por la ansiedad los relamí un poco. Mi respiración se entrecorta al no poder escuchar nada viniendo de la habitación, mis dedos se apoyan en la puerta buscando un apoyo que no tenía.
Percibía que caía nuevamente, era como estar siendo arrastrado por un imán y lo peor es que ni siquiera ponía resistencia porque yo quería caer. Una y otra vez.
Lo haría mil veces solo por ella.
Fue por eso que no me detuve cuando puse la mano en la manilla de la puerta y la abrí. Y tampoco me detuve cuando entré y cerré la puerta detrás de mí con seguro. Me fijé en su cama notando las sábanas desarregladas, ella no estaba ahí.
Me acerqué lentamente, tragando en seco.
¿Qué le diría si me ve aquí, joder? Después de todo lo que dije, ¿cuál sería mi excusa esta vez?
La lastimé, a pesar de lucir feliz y reírse con todos allá abajo, esa sonrisa no llegaba a sus ojos. Estos no brillaban y mucho menos lucían genuinamente felices. Esa chica de allá abajo no era mi chica sonrisas.
Me deshice de los pensamientos mientras observaba a mi alrededor, su habitación es como la imaginé. Jodidamente cálida, el color blanco en las paredes y los detalles amarillos en ellas como estrellas y lunas. Divisé en el techo muchas de estas también, una sonrisa se plantó en mis labios.
Muerdo mi mejilla, evitando soltar un suspiro que me deje en evidencia. Mis piernas se movieron por sí solas cuando notaron en la cabecera de la cama, justo en la pared, varias college de fotos pegadas en está. Fue como ver el crecimiento de mi pequeño cielo en cada una, lucía diferente y tierna. Mucho más tierna. En las fotos estaba sola, con Arthur o uno de sus padres.
Pero siempre mantenía la sonrisa en esos labios dulces.
Acaricié el borde de las fotos con las yemas de mis dedos, apreciando un recuerdo que no me pertenece pero que sin duda guardaré. Me alejé asustado cuando escuché su voz provenir de algún lugar, fruncí las cejas ante la puerta abierta alejada de su armario.
Seguramente era el baño.
Como si su voz fuera el canto de una sirena y yo un simple mortal, dejé todo atrás y la seguí encontrándome con una baño repleto de cerámica blanca y una voz suave pero aguda proveniente de la ducha acompañada por el vapor. Dejo salir el aire, descansando mi espalda en el marco de la puerta mientras notaba sus brazos por encima de la puerta de cristal que cubría su cuerpo desnudo gracias al material de esta.
La imaginé completamente y mi cuerpo reaccionó enseguida.
Muerdo mi labio inferior, para luego escuchar su voz cantar una canción que no recuerdo haberla escuchado nunca.
—I'm gonna miss it when it's over. Yeah, yeah. I hope we never see October, Yeah, yeah —pude notar que daba pequeños saltitos en lo que supuse era el coro de la canción.
Permanecí quieto observándola, recriminándome desde el fondo que estaba mal hacerlo, que estaba invadiendo su privacidad como un maldito acosador. Pero a pesar de la fuerza de mis gritos en mi mente, mi cuerpo siguió decidido en permanecer ahí.
Y solo reaccionó cuando la ducha y la puerta de cristal se deslizó lentamente mostrando su cuerpo, gota tras gota se resbalaban por la suave piel blanquecina de la que alguna vez fue mi mujer. Mis ojos no se perdieron el recorrido mientras ella secaba su rostro, sus piernas largas y estilizadas, perfectas como cada centímetro de ella.
Su abdomen plano y delicado, sus pechos redondos y pequeños con esas protuberancia rosa erguidos en ellos. Quería acercarme y darle la atención que merecen ya sea con mis dedos o mi boca.