"Stay by my side and my heart goes out to you,
wherever you are, come to me now.
Don't let me go
-Cigarettes After Sex.”
Christine.
Nadie te dice lo difícil que es adaptarse a tu vida nuevamente luego de pasar por un infierno.
Dejar a Axel ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho a lo largo de mi vida. Ignorar su existencia también.
Sigo trabajando en el hospital, teniendo citas con Frida y cuidando de Nun. Y, sin embargo, siento que me falta algo. Es tan raro como inexplicable, es como si hubiera dejado algo en Estados Unidos cuando nunca he tenido algo allá. Nada aparte de él...
Remuevo la cabeza queriendo dejar esos pensamientos atrás, habían sido semanas demasiadas largas y estresantes, ahora vuelvo del hospital terminando ya el día con todas los pacientes que tenía para hoy, estaba cansada y hambrienta. Era algo a lo que debía de acostumbrar ahora que estaba embarazada, aparentemente el apetito incontrolable era una de las consecuencias.
Suspiro intentando relajar los hombros, estaba estresada por cosas que había decidido alargar. Una de ellas era tener que revelar la noticia de mi embarazo, sí, cúlpenme, no he dicho nada.
Empero, es difícil soltar la noticia de que estás embarazada cuando habías decidido semanas atrás dejar al padre de tu bebé. Es decir, vamos, ningún padre quiere escuchar a su hija decir "hey, estoy embarazada y no estoy casada y para el colmo dejé al padre de mi hijo porque nos intentaron matar a mi bebé y a mí."
Bueno, tal vez lo último no lo diga. El punto es que no es algo fácil de decir o de escuchar. Soy anticuada y romántica, la idea de encontrar el amor de mi vida y vivir juntos con nuestros hijos es lo que quiero y aspiro porque eso tuvieron mis padres.
Quiero eso, no obstante, no lo obtengo de la manera que debería.
Y la otra cosa es que hace una semana se había vaciado una habitación al lado del mío, la persona anterior había sido bastante agradable y silenciosa, era un vecino que nunca me había dado la incómoda situación de tener que pararme frente a su puerta y pedirle que baje el volumen de la música.
Y solo saber que alguien más se estaba mudando ahora mismo, a juzgar por todas las cajas y cosas en el suelo, me hacía querer chillar por la sola idea de que pueda ser alguien muy diferente a mi antiguo vecino.
Sí, joder, díganme dramática, pero el hecho de que exista la mínima oportunidad de tener una persona desconsiderada con el tiempo del otro como vecino no es atractivo. Y necesito a alguien que cuando yo llegue a altas horas de la noche/madrugada no tenga que llorar por no poder dormir gracias a lo ruidoso que es mi vecino.
Bufo haciéndome a un lado en cuanto un hombre lo suficientemente grande como para tomar todo el espacio del ascensor pasa a mi lado, mis ojos se fijan en los cuadros cubiertos que lleva en mano y uno de ellos que no puede ser completamente cubierto, mis cejas se fruncen ante el color azul cielo que se puede visualizar.
¿Eh?
Sigo mi camino, queriendo fingir que no presto atención a lo que sucede al lado de mi puerta y en todo el pasillo, parece que la persona que se mudará es un coleccionista de cuadros ya que lo que más cargan estos hombres es eso. No he visto que lleven un mueble, televisor o silla.
Solo cuadros de diferentes tamaños y anchos.
Una mueca desinteresada se posa en mis labios y cierto alivio también, tal vez mi nuevo vecino era un rarito que vive con la nariz metida en cuadros raros, probablemente ni siquiera esté en casa todo el tiempo.
Sonrío ante la posibilidad, quizás al final no hay nada de lo que tenga que preocuparme.
—Nun, estoy en casa —aviso.
No hay un maullido, pero sí una pequeña pelusa en mi pie. Me agacho lo suficiente acariciando su cabecita y dejando varios besos en ella.
—Seguramente extrañaste a tu preciosa dueña, ¿no?
Un ronroneo despacio es mi respuesta, mis ojos completamente deslumbrados por sus ojitos claros y brillantes. De alguna manera, mi pequeña bola de pelos está más bonita que nunca.
Juego un poco con ella para luego quitarme la ropa, decidiendo tomar una ducha larga. En cuanto estoy desnuda frente a mi espejo de baño, mis ojos recorren la barriga que cada día parecía más grande, deslizo mis dedos por la piel tersa de esta y una sonrisa emocionada se posa en mis labios.
Aún no podía creer que mi sueño de ser madre estaba pasando, Dios. Era algo increíble de sentir, los cambios en mi cuerpo son tan extraños de percibir en lugar de verlos. Vivo viendo a mujeres embarazadas, ayudándolas y apoyándolas en el proceso; siendo una simple espectadora.
Y ahora yo soy protagonista y me encanta.
Todavía emocional me ducho y me lavo el cabello, tomando el tiempo necesario para luego colocar un simple pijama de gatitos en mi cuerpo. Me paseo descalza por mi sala de estar, dejando a Nun seguirme con los ojos desde el mueble que ha tomado como su trono. Sus ojos gatunos mirándome con atención, cualquiera pensaría que me atacaría en cualquier momento.
Resoplo ante la idea, seguramente lo haría pero en forma de un jugueteo inofensivo. Estaba a punto de tomar un sartén en mi mano para hacer algo de pasta cuando escucho un estruendo del otro lado y luego un ladrido.
Abro los ojos en grande ante el sonido, Nun ha quedado suspendida en el aire por el sonido. Aplasto los labios entre sí, pensando en mil maneras de cómo las cosas saldrán mal con la nueva compañía.
Y como si Nun pensara lo mismo, maúlla suavemente sin dejar de mirarme. Asiento apoyando mis manos en la loseta.
—Sí, tenemos una compañía nueva, pequeña. Así que, sé amable y evita al perro por lo que más quieras, Nun.
Me ignora, de un salto desaparece de mi vista yendo tal vez hacia la habitación, suelto una risilla negando.
Solo espero que las cosas no se vuelvan tan difíciles entre el vecino y yo, gatos y perros nunca se han llevado bien. Y Nun no era la más... amigable.