"I once believed love would be black and white,
but it's golden.
-Taylor Swift."
Christine.
Enfrentar a mis padres no es algo que quiera hacer sola.
Están aquí desde hace horas, pero me he estado retrasando un poco por los nervios. Le había mandado un mensaje a Frida para que vaya a casa de mi hermano a ver a mis padres quienes ya le han tomado un cariño inmenso, seguramente al momento de yo llegar ella estaría ahí.
No sé cuántas inhalaciones he hecho, pero todo estaba listo. Había comprado un pastel y pedido que lo personalicen con un “hey, familia. Soy el nuevo integrante” en francés y unas camisetas con el logo también pero con el escrito en inglés.
Estaba nerviosa y loca, porque esa sería la única razón por la que estaba parada en su puerta. Mis nudillos tiemblan pero no dudan al tocar la madera, los ladridos de Thor resuenan del otro lado. Una sonrisa se me escapa de los labios al creer que él estaba aquí junto con su dueño.
Ciertamente, no esperaba verlo tan pronto, esto no es lo que pensaba al pedirle el espacio que nos merecemos, pero no había de otra. No iré a decirle a mi familia sobre el bebé sin él a mi lado.
Si tenía que arrastrarlo…
Me aferro a mi bolso, el pastel entre mis manos me dificulta la tarea de tocar la puerta por lo que uso la punta de mis ballerinas para hacerlo nuevamente. Resoplo, empezando a creer que no quiere abrir la puerta.
Podía escuchar las patas de Thor rasgar la puerta.
—Axel, abre la puerta.
No tardé ni siquiera un minuto para ver su rostro, lo primero que visualizo son sus ojos marrones cansados y las ojeras en ellos. Frunzo las cejas, lucía terriblemente guapo pese a su imagen de enfermo.
—¿Qué me delató?
Alzo los hombros entrando al apartamento, como lo esperaba, estaba repleto de cuadros y figuras pintadas. Giro en mi propio eje notando la claridad en la sala y el olor dulzón que parecía venir de la cocina.
—No lo descubrí en seguida —le aliento.
Suspira, sus hombros tensos se relajan pero todavía es visible el estado de alerta en su lenguaje corporal. Como si estuviera esperando algo que no ha puesto en la lista mental que lleva.
Aplasto mis labios pintados de rosa, dejo el pastel en la pequeña mesa que revela las notas y lapicero que usa para mandarme las notas. Tomo el paquete de post its y se la muestro con una sonrisa divertida, cierra los ojos lamentando haber dejado el objeto a la vista.
—Antes de que digas algo, debes saber que no era mi intención engañarte de esta forma… no del todo.
Chasqueo la lengua acercándome, mis ojos reparando en su camiseta holgada y arrugada, como si hubiera estado sosteniéndola de vez en cuando. Hay manchas pequeñas y poco visibles de pinturas, y sus pantalones cómodos y desarreglados hacen juego con su aspecto poco cuidado. Los calcetines blancos cubriendo sus pies y el cabello hecho una mata apuntando sin dirección alguna.
—Lo que te delató, Axel, es tu caligrafía. Eres el único que escribe las i con un corazón en mi nombre —le recuerdo, pareciera que el detalle había salido natural en él porque se sorprende de mi observación, algo que caliente el lado izquierdo de mi pecho justo en mi corazón—. ¿Qué haces aquí?
—¿En serio creíste que te dejaría ir tan fácilmente una segunda vez? No está pasando, Christine.
La afirmación y seguridad en su voz era algo tan delicioso de presenciar, saber a pesar de todo entre nosotros que aún seguía convencido de quererme…
—Axel —se sintió tan bien volver a decir su nombre—. Así no es cómo funciona, no es lo que necesitamos.
—No, es lo que tú necesitas, cielo —dejar de llamarme así, por favor—. Tú decidiste que eso era lo que necesitábamos, no yo. Lo único que necesito es estar cerca de ti y mi hijo.
El tono determinado en su última oración hace algo en mi cuerpo, como si un volcán acabase de hacer erupción dentro de mí. El fuego recorriendo mis venas en lugar de sangre. Relamo mis labios repentinamente secos, captando la vista de sus ojos en ellos.
Ay.
—Axel…
—Me estoy volviendo loco, Christine —mi espalda queda pegada al respaldo del sillón por su cercanía sorpresiva—. No puedo dejar de pensar en ti, en nuestro hijo creciendo y yo sin poder verlo, por favor, entiéndeme.
Lo hago, maldición, claro que lo entiendo. Inhalo suavizando mi entrecejo, miro su rostro embelesada por el sufrimiento en su expresión, como si esto le estuviera arrancando un pedazo del alma.
Joder, estaba lastimandolo con nuestra lejanía. Y lo peor de todo, apartándolo de nuestro bebé. Después del peligro que habíamos pasado, yo estaba siendo egoísta y apartándolo de nuestro hijo.
—Supongo que… no puedo echarte del apartamento que acabas de rentar.
Sus mejillas enrojecen, lo que me lleva a entrecerrar los ojos por el repentino cambio. La timidez en sus ojos y el mordisqueo nervioso de sus labios rellenos y rojizos.
—Más bien compré…
—¿Qué?
Asintió, lentamente.
—Solo fue en caso de que… ya sabes, te enojaras por tenerme como vecino. Si soy el dueño no puedes echarme.
—Pero si puedo irme.
—Y yo iría detrás de ti —confiesa solemnemente—. Te buscaría, cielo. Lo he hecho desde la primera vez que te escapaste de mis brazos. Te perseguiría, Christine. Lo haría toda la jodida vida.
Estoy maldita si no le creo cada una de sus palabras, sin embargo, las ignoré groseramente. Queriendo evitar el galopeo de mi corazón y el calor que parecía arropar mi piel descubierta desde que su cuerpo atrapó el mío con el suyo.
¿Por qué parecía que mi cuerpo seguía reaccionando al de él? ¿No se supone que teníamos una pausa?
Como si eso significaba dejar de sentir algo por el otro.
El tacto delicado de sus dedos en mis mejillas me distrae de mis pensamientos, Axel había tomado mi propia distracción para acercarse a mí hasta lograr que su característica colonia se escabullera en el aire, sus ojos atraparon los míos como moscas en una tela de araña.